El federalismo del PSOE y Ciudadanos

Ricardo Chamorro. Consultor Jurídico, analista político.- La gran solución para los problemas territoriales de España que plantean el PSOE y CIUDADANOS es el modelo federal. En el PSOE hablaron de federalismo asimétrico. En Ciudadanos plantean de momento un modelo federal a secas. En PODEMOS hablaran de federalismo asimétrico o confederal de un Estado plurinacional.
opinion
Los españoles no quieren un Estado Federal.

La última encuesta del CIS así lo refleja. El 39% de españoles quiere un Estado centralizado, con una solo administración.

No obstante lo anterior, es curioso que todos los poderes político-económicos, alrededor de todos los partidos, desde CIUDADANOS, PSOE, PODEMOS y una pequeña parte del PP con mucho poder, presionan hacia una reforma federal que solo pide una exigua minoría.

El único partido que abandera un estado unitario, descentralizado, sin Comunidades Autónomas, de manera nítida, es VOX https://www.voxespana.es/

El debate sobre el modelo federal y la reforma constitucional será clave en los próximos meses.

El Estado español es un Estado unitario por definición, lo que no quiere decir centralista, nunca compuesto o federal.

Este carácter unitario ya se determino en las Cortes Generales y Extraordinarias de 1812 que ejercieron el poder constituyente originario del pueblo español, las cuales rechazaron frontalmente cualquier asomo de extravagante y extranjerizante federalismo.

Con respecto al Senado no cabe distinguir estamentos o territorios entre el conjunto de los ciudadanos libres iguales de la nación española lo que deja al Senado como una institución inservible a eliminar.

El Estado se descentraliza administrativamente a través de entidades autónomas que son las administraciones locales, Diputaciones o Comunidades Autónomas, estas entidades administrativas sirven al Estado para garantizar derechos a los ciudadanos en igualdad. El desarrollo autonómico en clave antinacional ha sido la clave del fracaso del propio modelo, unido a un descontrol por parte del Estado que en vez de velar por los derechos de los españoles en igualdad ha interpretado la descentralización como un dogma sin pararse a analizar los pros y contras en relación a la cohesión nacional.
¿Federalismo para España?

Un federalismo donde la igualdad no está garantizada, en caso del federalismo asimétrico, y donde se entremezclan justificaciones sentimentales, territoriales o románticas que no tienen nada que ver con la realidad histórica de España, es absurdo.

«Federar», según el diccionario de la Real Academia, es «unir por alianza, liga, unión o pacto entre varios» pero España está unida desde hace siglos, para federarla primero habría que disolverla para luego unirla.

¿Esta es la solución del PSOE y CIUDADANOS? Hablar de federalismo es darle carácter de Estado a Comunidades Autónomas, lo cual es un error en un momento donde el secesionismo está en auge, aparte de ser falso pues ninguna comunidad autónoma constituyo Estado alguno en la historia. Además, los nacionalistas nunca han pretendido integrarse en nada, por lo cual el único sentido del federalismo sería darles tregua para esconder su desastrosa gestión que ha arruinado sus regiones y cambiado su panorama sociológico por un provincianismo soporífero.

Un artículo de Jesus Lainz, llamado “Hartazgo” y publicado en el diario Montañés en 2012, hablaba irónicamente de este absurdo auge de federalismo remontándose a los tiempos de la I Republica, donde demuestra la ignorancia de todos aquellos que hablan de federalismo como el mantra que solucionara todos nuestros problemas:

“¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!”. Con estas palabras zanjó el barcelonés Estanislao Figueras, fugaz primer presidente de la Primera República Española, uno de los últimos consejos de ministros que presidió antes de escabullirse al tren del que no sacaría la nariz hasta llegar a París.

Porque en aquel 1873, recién abdicado Amadeo de Saboya, al pueblo español le entró una calentura política desconocida hasta entonces: el federalismo. Inspirándose en suizos y norteamericanos (estos últimos, por cierto, acababan de ganar la guerra que, en nombre de la federación, desataron contra los estados partidarios de la secesión), los españoles descubrieron de repente su entusiasmo por una forma política que instauraría la virtud y la felicidad terrenales. La gente se saludaba por las calles al grito de “¡Salud y República Federal!”. Negarle a uno el título de federal se consideraba la peor de las injurias. Y, sin embargo, nadie, ni en la calle ni en el parlamento, conseguía ponerse de acuerdo en qué consistiese eso del federalismo.

Unos hablaban de descentralización administrativa; otros, de anulación de toda autoridad, de soberanía de las comunas, de supresión del ejército y la policía, etc. Los municipios comenzaron a proclamar su independencia, se destruyeron telégrafos, se levantaron raíles, se desataron huelgas generales, se asesinaron agentes del orden, se lincharon alcaldes, la nación de Jumilla amenazó con la guerra a la vecina nación murciana, el cantón de Cartagena se apoderó de varios buques con los que bombardeó “potencias extranjeras” como Almería y Alicante…

Casi siglo y medio después, para contentar a quienes han dejado claro que sólo les interesa la secesión, los socialistas, dedicando compasivas miradas a los infelices que no alcanzan su altura moral e intelectual, promueven una segunda edición que comienza del mismo modo que entonces: no sabiendo ni lo que quieren decir con la palabra “federal”.

Hagan la prueba. Pregúntenselo.

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