12 de octubre en Ciudad Real

Ricardo Chamorro Delmo. Presidente de VOX Ciudad Real.- Este 12 de octubre de 2015 es una conmemoración alegre, y triste a la vez. Alegre porque siempre es un orgullo como españoles de este rincón manchego, recordar la gesta que una España con espíritu universal llevó a cabo en el mundo al finalizar su reconquista.
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Triste porque nuestra patria vive en la agitación constante por querellas fútiles de aquellos que niegan su ser y quieren romper nuestra nación alimentados por el odio.

La ruptura de España ya no es algo imposible, aquellos que pretenden remiendos por su falta de valentía ignoran que esos remiendos ya no son viables, ya estamos en el momento de defender España, nuestra soberanía, nuestra Constitución y nuestro Estado de Derecho con todas las consecuencias.

Espero que el verdadero sentido común, que no tiene nada que ver con el cambalache, ilumine a los españoles en la defensa de una herencia que no puede ser destruida por la desidia y el odio.

Quiero recordar, en este día festivo, las palabras de Manuel Lopez Camarena en 2013, cronista oficial de Ciudad Real y periodista, a los pies de la estatua de Isabel la católica en Ciudad Real, recordando a aquellos españoles de nuestra ciudad que fueron protagonistas de primera línea en nuestra epopeya universal que comenzó ese lejano 12 de octubre de 1492:

“Y así encontramos personajes como el capitán Diego de Mazariegos, nacido en 1.527 en nuestra flamante ciudad de entonces, que fundase la mejicana Ciudad Real de Chiapas, hoy San Cristóbal de las Casas, con la que estamos hermanados; o Luis de Villaseca, ciudadrealeño también, que fuese secretario del virrey Luis de Velasco y que, en 1612, encargase y sufragase el magnífico retablo de la hoy Catedral de nuestra ciudad, en la que ya entonces, como parroquia de Santa María del Prado, se venerase a nuestra patrona; sin olvidar a fray Antonio de Ciudad Real, franciscano, que tuvo un papel destacado en la tarea de organización de Yucatán, al ser uno de los pocos que logró aprender la lengua maya yucateca, de la que escribió un valiosísimo diccionario; o aquel descendiente de don Pedro Treviño, que consigue el marquesado de Casa Treviño, tan ligado a nuestra ciudad, título que al final llega a España desde Nueva Orleáns, donde vivía; o aquel fray Juan de Estrada, o de la Magdalena, hijo de Juan Alfonso de Estrada, que fuese gobernador de la América Septentrional, que pasó su vida en México dedicado a sus tareas religiosas y literarias; o Pedro Antonio Castellanos, capitán de Infantería en Cuba, enemigo primero de Hernán Cortes y amigo sincero después, hasta el punto de que testificó en su favor ante la justicia del emperador Carlos; o nuestro fray García Jofre de Loaysa, nacido en 1.490 entre nuestras hoy derruidas murallas, almirante de Castilla y gobernador de las islas Molucas, de haber llegado a ellas, en la expedición que descubrió el temible Cabo de Hornos, y en la que viajaban, entre otros, y nada menos, que Juan Sebastián Elcano, Rodrigo de Triana y Pedro de Urdaneta; y Alonso Dávila, nombrado alcalde mayor de Méjico por Cortés, del que fue compañero en la conquista de aquel enorme país y más concretamente en la península de Yucatán y en llamada Noche Triste de Otumba; o aquel obispo Francisco de Salcedo, que ejerció ministerio en La Plata, Los Charcas y Santiago de Chile; o el capitán Juan de Céspedes; o Alonso de Estada; y los hermanos Machuca, Luis, Petronila y Estefanía, que levantaron su casa de aquí y pasaron al Perú; o Alonso Mexía de la Cerda, que anduvo por el Perú incaico y Chile; y todos los que, habiendo existido, no he logrado localizar y ubicar, porque, seguramente, habiendo estado y hecho, con desigual fortuna, las América, no tuvieron motivo para dejar rastro de su nombre y existencia.

No obstante, todos ellos, conocidos o desconocidos, eran, fueron, ciudadrealeños de pura cepa y aun hasta la médula, de modo y manera que, cuando pudieron, fundaron alguna Ciudad Real, o confeccionaron un diccionario o se batieron bravamente o vencieron a la mar en la zona más difícil de navegar, como hizo Loaysa en el tenebroso y peligroso Cabo de Hornos.

Todos ellos dejaron su impronta allá y, salvo excepción o demostración en contrario, no debieron ser de los peores ni de los más crueles, pues sabido es que el ser del manchego no es ni violento, ni cruel, ni vengativo. Ellos, como el resto de los españoles allí llegados, formaron parte esencial de una gran aventura que, por buscada, no causó menos sorpresa al tener que ser enfrentada por la España de aquella época. Aventura en la que, todos, para desmentir ciertas falacias muy al uso hoy, metieron el moco y la mano, incluidos los que más ponen en duda y más reniegan de la Hispanidad, amén de por lo que representa de descubrimiento y conquista, como, sobre todo, por la filosofía con la que se llevó la misma, pese a los errores que se dieron. Para entender esto, baste comprar el modus operandi de España en aquellas tierras, en aquellas colonias, que no otra cosa eran en el tiempo, y el de otras potencias europeas como Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Portugal en sus territorios, y no digamos de la colonización de los Estados Unidos de América. Entre unas y otras hubo, ciertamente, diferencias cualitativas y cuantitativas, o al menos eso creemos muchos.”

¡Feliz día de la Hispanidad! ¡Viva España!

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6 COMENTARIOS

  1. Particularmente, no encuentro motivo de orgullo en haber ido a otros países a llevar la guerra, robarles el oro y la plata, en convertir en esclavos a los hombres y violar a las mujeres a cambio de llevarles… nada.
    Es como si los alemanes se sintieran orgullosos de que los nazis hubieran conseguido poner medio mundo bajo la bota de Alemania.

  2. Perdona, Rafa ¿has visto una película de Mel Gibson llamada «Apocalipto»? Si la ves, te darás cuenta que llevar una religión que propugna el amor al prójimo no fue tan malo; y lo dice uno que no frecuenta las iglesias.

    En cuanto a la comparación con la Alemania nazi, no hay más que ver los habitantes que pueblan los países de habla hispana para percatarse de tu incongruencia; son gente autóctona, los mismos que poblaban esas tierras antes de nuestra llegada; ¿dónde está el genocidio de los habitantes de esas tierras? En América del Norte quedan cuatro indios oriundos de esas tierras en una reserva, el resto fue masacrado. Pero es más, los españoles nos mezclamos, nos casamos y procreamos con estas gentes, algo raro, inusual en una «colonización». Comparar la colonización española con la realizada por otros países es una insensatez, un disparate.

    También llevamos nuestra cultura, pero respetamos la suya, sus lenguas, sus tradiciones. Creamos universidades, construimos infraestructuras, colaboramos en su desarrollo, eran españoles como nosotros, como reza en la Constitución de 1812 artículo 1: «La Nación Española es la reunión de todos los Españoles de ambos hemisferios».

    ¿Se hicieron cosas mal? Sí, pero se hicieron muchísimas bien, el saldo es netamente positivo. Acepto las primeras, pero reclamo también las segundas, y me siento muy orgulloso de la tarea que España hizo en América.

    Don Ricardo, cuánto lamento que no esté usted en el ayuntamiento.

    ¡Viva España!

  3. Censor, la religión que dices que propugna el amor al prójimo es también la de la inquisición y la que sacaba bajo palio al dictador Franco, y también la que colaboró en la masacre de los nativos de América, a los que durante un tiempo no consideraba dotados de alma. A lo largo de su historia, la relación de injusticias y actos inmorales en los que ha tomado parte la iglesia es interminable. Pensar que los habitantes de la América precolombina echaban de menos la religión católica o el idioma español es absurdo, porque ellos ya tenían sus propias religiones y sus idiomas, obviamente.

    En cuanto a los habitantes actuales de América, decir que son «gente autóctona» es sólo una verdad a medias. Hay amplias zonas de América (por ejemplo, el Caribe) donde los nativos son prácticamente inexistentes, razón por la que se importaron esclavos para los cultivos (sí señor, la existencia de esclavos es otra de las facetas «gloriosas» de la conquista de América). En los países en los que existen nativos, su situación económica y social es, en general, de marginación, pues los criollos que quedaron al mando de los países eran de origen español.

    La razón por la que los españoles se mezclaron con las indígenas fue tan sencilla como el modelo de explotación: mientras en Estados Unidos emigraban familias enteras desde Europa que se dedicaban sobre todo a la agricultura (razón por la cual no solían mantener relaciones sexuales con las nativas y desplazaban a los nativos de sus territorios, apoyados en su supremacía militar), los españoles eran sobre todo hombres en busca de oro y plata, con pocas mujeres, por lo cual se casaban y, a menudo, violaban a las nativas, y no los expulsaban de sus territorios porque los necesitaban para que «trabajaran» en las minas.

    En cuanto al desarrollo que dejamos allí, basta con darse una vuelta por esos países para ver que lo que dejó fue miseria, y las infraestructuras construidas eran las imprescindibles para sacar el oro y la plata que, por cierto, tampoco redundaban en provecho de España, pues se iba directamente a sufragar las guerras que los reyes y la aristocracia de España mantenían por toda Europa, en detrimento de la economía de la península.

    Aprovecho para recordar al autor del artículo, glosador de la gloria y de la unidad de España, que la explotación de los recursos era negocio exclusivo de Castilla, y los del reino de Aragón eran considerados extranjeros.

    El saldo tanto económico como moral, tanto para España como para América, fue lamentable. Y me abstengo de desglosar las vergonzosas ideas sobre la inmigración expuestas por Vox en su ideario racista, xenófobo, sectario, irracional e inhumano.

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