Split y Ciudad Real, unidas por la arqueología

Fermín Gassol Peco.- “Aquellos monumentos que las fuerzas brutales de la naturaleza y el paso del tiempo no han sido capaces de destruir, son víctimas con demasiada frecuencia del indecoroso poder devastador que existe en el ser humano”.
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Les confieso de antemano que si no fuera por esa auténtica patata caliente, una más, en que se ha convertido el tema de los restos arqueológicos del Torreón ciudadrealeño, donde al final parece que habrá un lavado de manos político, como hiciera Pilatos, estas líneas no habrían visto la luz.

Split y Ciudad Real son dos ciudades que apenas tienen cosas en común. La primera es una gran urbe con más de medio millón de habitantes, situada en la costa croata,bañada por el mar Adriático y la nuestra,una ciudad siete veces más pequeña, situada tierra adentro y con el río Guadiana como único y leve concepto acuático que la acompaña allá a lo lejos. No existen pues muchas coincidencias que digamos entre ambas.
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Pues bien, si algo tienen en común estas dos ciudades es el hecho de albergar unos restos arqueológicos aunque de muy distinto tamaño, no sé si importancia histórica y sobre todo, aprovechamiento turístico. En Split se encuentra el palacio de Diocleciano, imponente fortaleza que visitándola hace unos días, hizo me vinieran a la mente imágenes de los restos de nuestro Torreón“culipardo”… todo un ejemplo de lo que no se debe hacer con ellos.

El palacio en cuestión,es un recinto de unos cuarenta mil metros cuadrados que el sanguinario emperador romano se quiso construir en el siglo tercero para pasar sus últimos años. Una auténtica ciudadela que hoy sobrevive a pesar de los ataques urbanísticos de todo tipo que ha sufrido y sigue padeciendo por parte del hombre.

Este recinto fue utilizado en los siglos siguientes a la desaparición del emperador, cuyos restos parece que fueron arrojados al fondo del contiguo mar,por los habitantes más pobres de Split para elevar habitaciones en las que poder vivir aprovechando sus inmensas y sólidas murallas como parte de la construcción; algo que resulta lógico en el proceso de bienestar de una sociedad que antes de mirar lo cultural, vela por sobrevivir.
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Sin embargo…y las fotografías que ilustran estas líneas así lo evidencian…ha sido el afán desmesurado de lucrarse a costa del reclamo turístico de este palacio lo que ha hecho de ese recinto un enorme centro comercial.

El mar hasta las mismas murallas…fue retranqueado para erigir, eso sí, un espléndido paseo por el que transitar y tomar la brisa marina. Y aprovechando este retranqueo la falta de escrúpulos y la corrupción en la cosa públicapropició la barbarie de coserle a sus murallas, hoteles, restaurantes, joyerías, discotecas, bares,…algunos de ellos dando luces a sus estancias subterráneas o socavando sus cimientos para tabicar habitaciones y salida de tuberías en los baños de los hoteles.
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Aquí en Ciudad Real, salvando las distancias, no solo kilométricas, hemos sido mucho más descuidados y destructivos con nuestro ya por sí escaso patrimonio cultural y no por asuntos de corrupción, sino por indolencia y falta de interés cultural en quienes tenían el deber de protegerlo. Que hay que ver cómo en otros lugares sacan partido turístico a cualquier reliquia de reciente pasado.

En fin que de lo poquito que nos ha quedado de historia pétrea en nuestra ciudad, los restos del Torreón constituyen un valor muy importante, pues significan parte de nuestros cimientos fundacionales.“El rey Sabio mandó construir el Alcázar al poco de fundar esta ciudad. Las obras se prolongaron durante algún tiempo; pero pronto debió de estar en condiciones de ser habitado como residencia real. Un resto de este alcázar es el llamado «Torreón». Son escasos los datos que se tienen del edificio”.(Ciudad Real, siete siglos a través de sus calles y plazas, 1245-1945, José Golderos Vicario).

No sigamos contribuyendo hoy a la desidia que en este campo de la cultura e historia ha imperado en nuestra ciudad. Afortunadamente, parece existir hoy mucha mayor concienciación en una gran parte de la ciudadanía por no caer en estos atropellos contra la que ha sido nuestra memoria histórica…libre de posicionamientos y enfoques interesados. Que las piedras siempre nos quieren contar algo que ha sucedido; respetémoslas y no silenciemos su inapelable discurso.

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