Los ciudadanos acogieron con gran interés la celebración de los plenos en horario de tarde. Durante las primeras sesiones de la legislatura, el salón consistorial registró una gran asistencia de público, teniendo en cuenta, además, la retransmisión en directo de los plenos a través de la televisión municipal. Sin embargo, ayer apenas acudieron dos o tres vecinos a escuchar los argumentos de los diferentes grupos políticos.
Y es que los plenos son espectáculos infumables que, en varias ocasiones, han superado las cinco horas de duración. Esta Corporación no puede esperar que los vecinos aguanten impertérritos, más tiempo de lo que dura Ben-Hur, delante del televisor o en el propio salón de plenos. 
La falta de concreción de los ediles puede dar pie a pensar que no se trabaja lo suficiente en las comisiones previas o que pretenden hacer del pleno un mitin colectivo. Queda patente que el debate no es sino una puesta en escena cuando incluso las respuestas a intervenciones de concejales de otros grupos se leen.
Pese a todo, a este Matamoscas le constan los intentos de la alcaldesa por solucionar tal desatino. Se ha llegado a proponer eliminar un turno de intervención, algo de lo que no todas las formaciones son partidarias. En el último pleno, Pilar Zamora instó en repetidas ocasiones a los concejales a que no se extendieran en sus disertaciones. Lo cierto es que a los ediles no se les fue mucho la mano, es decir, la lengua, en la mayoría de las mociones. Pero deben ser conscientes de que, si no se enmiendan, predicarán en el (salón de plenos) desierto.
El Matamoscas
