La letra pequeña en la investidura de Pedro Sánchez

ReymondeA nadie le gusta que le tomen por tonto. Faltaría más. Pero es que nos toman por tontos con nuestro total asentimiento un día sí y otro también. Estamos bien informados, decimos, pero en vez de buscar la información desde la fuente original, preferimos que nos la den precocinada, cuando no directamente hecha papilla y así evitarnos un mal trago. Es lo que tiene la prisa o el desdén.
En realidad, el conocimiento que tenemos de muchos asuntos que nos conciernen – y que cuanto más trascendentes resultan, más se desconocen – es muy superficial, porque contienen cláusulas escritas con letra pequeña. La letra pequeña se usa en los contratos parahacer difícil la lectura a la otra parte, la parte contratante. Su tamaño es mínimo, su texto fatigoso. Si hubiera algún beneficio en lo contrario, en la letra grande, ya se encargarían de redactarlo así, como hacen los notarios.

Hay datos con letras tan pequeñas, que sencillamente sirven para confundir y con ello sacar beneficio. Es lo que se llama falacia: un razonamiento engañoso. Por ejemplo, nos dan bola con que han hecho una Ley de Transparencia, pero no dicen qué cauces tenemos para consultar cómo-cuándo-cuánto-qué. Por ejemplo, hay una Ley de Memoria Histórica pero en los Presupuestos Generales del Estado no hay ninguna partida económica. Por ejemplo, nos dicen que con el PP las pensiones suben: 2€ al mes el año pasado, y este año un poquito menos. Por ejemplo, nos dicen que el Gobierno del Estado Español no quiere dialogar con el catalán, cuando pillan “in fraganti” a Rajoy totalmente dispuesto con una sonrisa franca y una agenda limpia. Por ejemplo, cuando dan las cifras de nuevos empleos, sin contar cuáles son los salarios ni los tipos (tiempos) de contratos. Y así, casos y casos.

Hay incluso otra letra todavía más pequeña, que se ve aunque no se escriba. Es lo que se llama ”leer entre líneas”. Y en el reciente intento de investidura como presidente del gobierno a Pedro Sánchez, hay unos cuantos episodios. Por ejemplo, escuchando a Pablo Iglesias ofrecer su colaboración leal a Pedro Sánchez para formar gobierno, parece que le esté ofreciendo “el abrazo del oso”. Por ejemplo, al observar la falta de prisa de éste en responder, parece que le esté diciendo “para ser de izquierdas, no me fío de ti”. Por ejemplo, al pedir a los partidos de izquierda que se sumen al acuerdo de PSOE y C’s porque apoyaron la consecución de alcaldías a cambio de nada, se olvidan del apoyo recíproco a gobiernos en otros ayuntamientos y comunidades autónomas. Por ejemplo, al no explicar en qué consiste la reforma laboral de ese pacto de gobierno, se está actuando con una peligrosa ambigüedad calculada. Por ejemplo, cuando el PSOE pide a sus bases el respaldo a un gobierno de progreso – sin citar a C’s – hipoteca sus posibilidades en esta nueva ronda de contactos para la investidura. Por ejemplo, cuando falta consultar a las bases de los partidos de izquierda sobre si debe tomarse una estrategia para gobernar en coalición o para dar el “sorpasso” (para ir o no a nuevas elecciones), o para crear una confluencia de partidos, se puede entender que importan más bien poco las bases que sustentan estas cúpulas.  Este problema no lo tiene la derecha centrada, porque el dedo de Rajoy no tiene más que consultar al dedo de su otra mano. Faltaría más.

Ahora, queda por conocer la letra pequeña del capítulo 2. De momento, Rivera dice al PP que se asociaría con ellos si se va Rajoy, (¡como si el problema de la corrupción desapareciera solo con su marcha!) ¿Si la suma de C’s y PP fuera suficiente – que hoy por hoy no lo es – mantendría C’s su alianza con el PSOE? Si así fuera ¿el responsable del fracaso del PSOE sería Podemos? ¿Por qué no se sientan de nuevo los partidos a hablar, los cuatro más C’s, por qué vetar presencias? Oye, que se levante quien quiera, pero mejor abrir que no abrir (creo). Y si no ¿por qué tienen que ser cinco, por qué no volver a cuatro? Aquí hay mucho músculo y en este pulso nadie da su brazo a torcer, ni en los preliminares, “al enemigo, ni agua” ¿Por qué un acuerdo fallido en el Parlamento español tiene que afectar a acuerdos, que hasta ahora no parece que fueran mal en comunidades o ayuntamientos? Luz, taquígrafos… y lupa. Lo único claro es que las cosas no son lo que parecen, lo que nos cuentan.

En fin, no nos queda sino asistir pasmados como meros espectadores a ver cómo se resuelve el culebrón de la elección del nuevo gobierno. Lo de la letra pequeña no es un culebrón, es una constante. Dame pan y dime tonto.

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde

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1 COMENTARIO

  1. Muy agudo.

    A mí me gusta esta situación. Es hora de que el votante sea más espectador (es crítico) que actor.

    Es cosa de analizar el desfile de personajes, despreciar sus ideologías, y al final dar con su semilla de decencia, si es que la llevan.

    El resto cáscara y a la basura.

    En la democracia americana importa realmente la exigencia de decencia al candidato y su examen biográfico. Creo que con suerte, en España comprenderemos que esta es la dirección correcta.

    No se puede gobernar ni regir ni un pueblo ni una vida desde la apariencia. Los líderes asientan su legitimidad última en su altura moral.

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