La zanahoria de la distracción

Manuel Valero.- ¿Por qué son tan pegajosos estos tiempos de exhibicionismo digital que pone al alcance de cualquiera -hasta de uno- lo que dijo el más impostor de todos los impostores que diseñaba latas de sopa, sobre la gloria minutada, y al que llamaban Andy para mayor cursilada?

ManoloValero3Todo está ahí, inmediato, acelerado, paralelo, alimentado por el gran monstruo que transpira en el centro estabular de la galaxia internáutica. Corremos a colgar cosas en el muro sea cual sea nuestra dimensión real y virtual, que viene a ser lo mismo en biunívoca correspondencia, o casi. Si un académico de la Lengua desata la propia y ubica a la alcaldesa de Barcelona en un puesto de pescado –tan digno como cualquiera otro- como su ámbito natural, le llueven a Felix de Azúa más hostias que moñigas de pájaro a Santiago Nasar. Y sin embargo, de Azúa no hace más que lo que se supone que debe hacer un intelectual ya sea novísimo o viejísimo, cual es decir exactamente lo que le venga en gana sin aplicarse en el libro de la correcta urbanidad. Y si esa falta de educación heterodoxa lo es frente a la ortodoxia neorrevolucionaria pues ya está el bochinche montado con el preceptivo colgajo en las redes y el agravante de la feminidad y feminismo de la agraviada, pues no tardó la señora Colau en retratarse con pescaeras en la estación terminal de un mercado de abastos o de barrio, que da igual.

Si la alcaldesa de Ciudad Real, Pilar Zamora, va a una procesión y le atiza al llamador para que los costaleros (y costaleras) eleven al cielo al mismo Santo, ya está en las redes ante el sanedrín del pueblo virtual, sometida a un juicio sumarísimo, con la misma vehemencia que los hebreos sometidos por el romano, le pedían a Pilatos, que era como una especie de gobernador civil, que soltara a Barrabás, que dio luego nombre, andando los siglos, un grupo de rock progresivo.

El cierre de Elcogas ha sido narrado en tiempo casi real desde los inicios a las postrimerías en la plaza pública binaria, en el ágora donde si no estás es como si no existieras, escribiendo una página más de la decadencia puertollanera , sin reparar, que es ésta, ciudad acostumbrada a vivir del trabajo público lo cual es un problema. Lo dijo Antonio Banderas, lo dijo en la tele y se multiplicó en la red, comm,il faut: “En España estamos acostumbrados a trabajar para otros”.

Los personajes públicos tendidos al sol de la opinión general lo llevan en su sueldo pero la aceleración mediática y la nueva sociología creada al albur de las TIC y la comunicación global ,distorsionan una realidad que hace unos lustros era lenta y de papel de envolver pescado. Los líderes corren a sus cuentas públicas a escribir tweets súbitos. Todo es tan rápido que alcanza una fugacidad tan fugaz, que diría el poeta, que se va despojando de esa trascendencia que hace que los acontecimientos importantes sean aún más importantes para frivolizarlos como en un adolescente juego de rol. Las conversaciones entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias borbotean por las ramas piando un pensamiento flash, y estamos al cabo de la calle de manera continua y continuada. Hay como un exceso de información que deforma la realidad en lugar de aquilatarla a los justos parámetros de una racionalidad soportable.

Las redes han hecho también posible que alimentemos ese narcisismo y esa pulsión al voyeurismo fisgón, que viene incrustado en nuestro colodrillo ancestral desde maneras diversas, bien desde la exhibición culinaria o desde la propia exhibición, incluso iconográfica, en un intento desesperado de salir del anonimato para ingresar en ese manojillo de gloria que dura cinco sacudidas de minutero.

La información fluye caudalosa de un confín a otro, como las cuentas de los ricos del mundo de ayer y de hoy en paraísos fiscales, como si eso constituyera una novedad. De siempre el que ha tenido mucho ha buscado la sombra; la diferencia es que hoy podemos saberlo y leer nombres, apellidos y oficios al lado de un invento financiero. Las redes parecen alumbrar la penumbra donde se maceran los secretos, pero es un engaño. La democracia virtual, la democratización por el conocimiento no es tal, sino más bien una gigantesca zanahoria de distracción. Hay una red profunda, dicen los expertos, que no está al alcance de los sabuesos buscadores y que como en el Universo, esa Internet profunda constituye el 90 por ciento del contenido, y que apenas aflora a la superficie la calderilla.

Allí, me temo que no hay gloria, sino otras cosas. Mientras tanto, nos vamos digitalizando hasta la adicción. Como el tabaco. Y me pregunto si no era esto lo que querían quienes inventaron la cosa. Añoro la carnalidad, tal vez sean los años. Voy a colgar unas fotos.

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12 COMENTARIOS

  1. O la pretensión de buscar soluciones de los grandes problemas en la estantería de las banalidades y frivolidades. Pan y circo ayer, política y móviles hoy.

  2. Voy a intentar ponerle un marco a tu cuadro: Si es cierto que todo lo que era solido (Muñoz Molina) se ha convertido en líquido (Zigmunt Bauman) y que para narrar esta realidad que corre cuesta abajo hay que recurrir a los twiteos, facebookeos et alli; no lo es menos que internet trocea y debilita nuestras mentes (Nicholas Carr); que hay que dejar que pasen seis u ocho horas para decidir las noticias que han de ir en la portada de un periódico y un par de horas más para editorializar sobre la más importante. Reivindico el periodismo que jerarquiza y reflexiona; ese que hemos practicado durante décadas. Admiro a los intelectuales y columnistas que repiensan la anécdota para convertirla en categoría (Ortega era un maestro) y que reflexionan hasta subir la pendiente resbaladiza, aunque al día siguiente estén condenados a repetir el esfuerzo. En esta profesión o somos sísifos o no somos nada. Átate al palo del navío, que el canto de las sirenas es tentador.

  3. Convendrás conmigo que Julio Llamazares, tu amigo, usa mejor la metáfora (aunque no sea académico) para describir la realidad política que el académico, escritor y fundador de Ciudadanos Félix de Azúa. El primero ha echado mano de la manta pequeña con la que Sánchez, si se tapa la cabeza deja al descubierto los pies, y que no da de sí para cobijar también a Rivera e Iglesias; mientras que el segundo para hablar de Colau ha usado un lenguaje de vuelo marcadamente gallináceo. Menos mal que en la última de «El Pais», hoy, se redime. Son dos ejemplos de intelectuales muy dispares a los que admiro; cada cual a su modo, cumple con los requisitos del periodismo reflexivo, a lo Ortega, que reivindico.

  4. Yo creo que no merece la pena seguir leyendo a partir de que llama impostor a Warhol y dice de él que diseñaba latas de sopa.
    Es demostrar un profundo desconocimiento de lo que habla, le invito a ir a alguna exposición suya y alucinar con la riqueza de sus creaciones y el trabajo de la multitud de técnicas que usaba, aparte de su originalidad y la fuerte influencia que fué y sigue siendo en el mundo del arte, así como ser el «padre» de multitud de artistas.

  5. Convendréis conmigo en que debemos trazar una frontera digital muy gruesa entre los que reflexionan, escriben, reescriben, vuelven a reflexionar y publican (vosotros) y los que echamos un rato por aquí diciendo lo primero que nos viene a la víscera (cogiendo algunos datitos de allí y allá).

    De hecho, tan malo es que vosotros paséis la frontera y caigáis en el mundo de la «verdura», como que lo hagamos nosotros. Azúa pasó la frontera (pescaeras) y le ha salido el tiro por la culata…Romera algunas veces se tira al barro y le dan los trolls hasta en el DNI, haciéndole flaco favor a los textazos que nos deja casi semanalmente. De cualquier manera, ese paso de frontera siempre termina significando un bajón de la calidad, sea en el sentido que sea.

    Por lo demás, razón no le falta al autor, nos estamos creando una adicción importante. Al menos no tiene nicotina…a saber qué nos saldrá cuando seamos mayores…bueno, demasiado mayores…

  6. Estoy de acuerdo con Casado. Entre LLamazares y Azúa hay una diferencia abismal. Derivar a una alcaldesa ( que no es santo de mi devoción, todo hay que decirlo) hacia un puesto de mercado no es nada machista pero sí muy, muy clasista. En pleno siglo XXI, hay que borrar las diferencias de dignidad entre oficios. La dignidad no reside en el oficio per se, sino en la dignidad con que se ejerce su actividad. Aún resuenan en mis oídos el menosprecio con que se referían al abuelo taxista de Letizia. Y nadie alzó la voz para escribir o decir que ese buen hombre no condujo borracho ni mató a ningún transeúnte. Y que, en cambio, los ancestros de Don Felipe, p.ejem. Carlos IV y Fernando VII, bobos y felones, condujeron a este país al desastre.

  7. Las declaraciones de Félix de Azúa a propósito de Colau, demuestran una vez más que no es incompatible ser académico, ni escribir Diario de un hombre humillado ni un artículo aceptable entre diez con ser un perfecto energúmeno. Como tampoco hay incompatibilidad entre ser un cineasta de los pies a la cabeza, como Almodóvar, y defraudar a Hacienda. Ya se sabe que la obra de la mayor parte de los grandes creadores vuela muy por encima de su catadura moral. Por eso hay que saber separar al artista de su obra. LLamazares, además de tener un talento innegable para crear novelas de prosa sencilla y unos artículos molones, derrocha simpatía, clase y bonhomía, como demostró en una charla que ofreció hará unos años en Majadahonda . Hata que meta la pata públicamente.

  8. Preciso lo dicho sobre el artículo de Félix de Azúa de ayer;se hacía referencia a un incidente relacionado con Boadella, al que le han talado varios árboles es su parcela. Es un acto intolerable, pero no hace falta que por esto reciba el calificativo de nazi. Azúa recurre a un estereotipo que bloquea el intercambio de razones.No es, una vez más, una actitud intelectual sana.

  9. Me leí los diarios de Andy Warhol. Y mira que son largos. Es una colección interminable de chismes que dictaba por teléfono para que se los grabara la periodista con la que había contratado la publicación. Una vez que estaba en París se fue a mear y el cuchitril era tan vanguardista que no sabía ni dónde meter la minga. También cuenta una trabajada y erudita discusión sobre el hecho de si el protagonista de Terciopelo azul fue violado o no por el terrible Franck que aparece jodiendo todo lo que se mueva. Todo esto seguramente no es periodismo de ideas, sino caldo de cerebro, pero sí tengo una cosa que decir: hace más daño en la línea de flotación de la gilipollez gubernamental un estilo literario que mil ideas puestas en fila. Estas últimas se pueden soslayar y cimbrear con todo tipo de cintura, pero el otro no hay manera. Ya lo dijo Peter Handke: «Toda razón es arbitraria para la razón». Y qué incómodo es Peter Handke.

    • Porque en el fondo el estilo se reduce a valor, a ética, a actitud, a principios. Y la razón carece de «valor» sin esas premisas. Uno incluso diría que la razón es la principal arma contra esas premisas.

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