Sonia González Martínez, técnico del museo López Villaseñor.- Esta obra está dentro de la pintura de testimonio o pintura de retrato de Manuel López Villaseñor (1977-1986). En ella aparece representada la imagen de su Padre, Serafín, pretendiendo “evocar” cómo era. El cuadro transmite serenidad, es un instante de realidad atrapada.
El protagonista aparece de la obra representado en una modesta estancia donde el muro frontal queda roto con esa habitación vacía que transmite soledad, vacío, misterio… con ese espejo al fondo que intenta reflejar la realidad del momento representado.
Diría Villaseñor: “Yo pinto siempre porque necesito plasmar algo que quiero mucho, la mayoría de los objetos que se repiten en mis cuadros, están ahí por múltiples razones….”
Los objetos que aparecen en este cuadro llenos de luz son una pequeña estantería con unas planchas, unas cajas de botones, unas telas, unas tijeras… y, sobre la mesa, una cesta de mimbre con un metro de costura, unas bovinas de hilo…. Estos objetos nos hablan, por sí solos, del trabajo de sastre al que se dedico su padre durante toda su vida. Objetos, por otro lado, que convivieron con Manuel López Villaseñor desde niño. “Tengo con ellos (los objetos) una convivencia casi constante, me están rodeando desde mi lejana infancia, en la cocina de mis padres, en su trabajo, en la casa…”