La edad de la inocencia

ReymondeLa inocencia no es defecto ni virtud, es condición propia de la inmadurez. Se vive una realidad un tanto imaginaria, en un estado sin temores que nos inquieten, de conflictos desconocidos. La candidez es un escudo que nos proporciona felicidad.
Pero cuando la realidad se muestra con crudeza, uno se ve abocado a dar respuesta: las cosas no son lo que creíamos, hay que resolver, aprender, adaptarse.

Quien aprendió a confiar en lo que no conoce, no dejará de hacerlo. La inocencia es condición de la persona desde su más tierna infancia. Me causa espanto ver cómo se acosa en la escuela a los chicos y chicas de aspecto inocente, sin malicia ni capacidad de defenderse, un estigma traumático que marca una relación desde el inicio, y de la que resulta difícil salir. Contra las pruebas de la vida, contra el mal de la inocencia, lo más sensato sería ser precavido, tener cautela. El recelo es otra cosa, que también algunos inculcan desde la infancia. La cautela reafirma, el recelo predispone hacia una respuesta agresiva.  Así, el choque con la triste realidad es menos traumático.

Y creemos que en ese momento termina la primera edad, todavía virginal, de la inocencia…. ¡Pero qué inocentes somos! Dicen que el Diablo sabe más por viejo que por diablo. Nunca es tarde para aprender, por más que podamos incurrir en el mismo error una y otra vez – la repetición refuerza el aprendizaje. No puedo ya referirme a la inmadurez como condición, sino como actitud: algún ventajista reconoce la inocencia del contrario para aprovecharse de la situación. Solo o en compañía de miles. La estafa de las “preferentes” es una muestra más de cómo los bancos han salido a flote a costa de los ahorros de toda una vida, de la gente mayor. Estrategia que no por repetida es menos exitosa.

¡Cuántas veces hemos oído a los mayores lamentarse de su inocencia juvenil, viendo cómo se comportan a la misma edad las nuevas generaciones! La inocencia no es solo condición de la edad, sino generacional. Se explicaba muy bien en la letra de la canción de Miguel Ríos, “Generación límite”: como en un sueño de hadas, todo sucedió… pero ahora el sueño ya no es de color, se quebró la flor. A algunos se nos reconoce la edad sea por la calva o el color del pelo, las arrugas, la barriguita, o una mezcla inmisericorde de todo un poco. Y francamente, no sabría valorar quienes éramos más inocentes, si quienes seguían soñando con el cambio que nos traería la democracia o quienesdecidieron mantenerse al margen – como los que alabaron la “movida la madrileña”, por traer “frescura”. Paris fracasó en 1968, y la década siguiente vino a llamarseeltiempo del “despiste”: ciertamente, no había horizonte alguno. Como todo lo que sucedía en Europa en tiempos de Franco, nosotros íbamos con retraso. La única ventaja era saber – ocho años después – que la revolución había fracasado.La convulsión llegó con la muerte del dictador y la contención posterior de los involucionistas. El desencanto, con la primera legislatura de Felipe González. Por aquellos años, el mercado del narcotráfico se llevó a multitud de jóvenes inocentes, que pensaban que “lo tenían todo controlado”. Algunos aprendieron la lección de la heroína, y se volcaron inocentemente en la cocaína, porque era asequible, una droga para ricos. Lo dicho, cuánto de inocencia, cuánto de ignorancia, cuánto de inducción por el grupo hay en la drogadicción de la gente joven.

Asuntos escandalosos que vienen de muy lejos y que salieron a la luz hace 3 o 4 años, están pasando ahora por los tribunales. La economía europea – que condiciona inevitablemente a la nuestra – sigue cayendo… y no por nuestra causa. El incumplimiento del déficit de España, por la reforma del IRPF antes de las elecciones, vamos a tener que pagarlo con otra distribución – recortes en los servicios que prestan las CC.AA – y será el próximo Gobierno quien lo acometa. El Gobierno de España no quiere dar cuenta en el Parlamento sobre su gestión, pues aunque hay medidas pendientes, sigue gobernando, sea cual sea el grado de polémica que genere su gestión ¿Y cuál es nuestra actitud? La inocencia. Le gente está feliz con este “impase”: ¡pero si vivimos mejor sin gobierno! Solo falta decir ¡viva la anarquía! No es de extrañar, si pensamos en la evolución que va desde el primer año de legislatura, que es el de las medidas de choque, al último, que es el de las medidas electoralistas bañadas de desmemoria. El quinto año parece una balsa… Pues nada, sigamos incautos en este Estado de inocencia colectiva; y aprovechemos las pocas semanas que nos quedan, pues vaticino que un PSOE en guerra abierta, con las caretas caídas, ahora tiene razones para facilitar la investidura de Rajoy.

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde

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2 COMENTARIOS

  1. Creo que la ignorancia genera ingenuidad, la pureza inocencia.

    No creo que los españoles hayamos perdido más inocencia que ingenuidad.

    Los españoles tenemos buen corazón pero mala cabeza.

    Es de ingenuos pensar que sin gobierno se está mejor (se ignoran las consecuencias de ello), pero es cierto que hemos descubierto que en política no hay nadie inocente.

    Y así se construimos nuestra cosmovisón, poniendo más cabeza (menos ingenuidad) o más corazón (inocencia), o equilibrando ambos porque es lo más acertado.

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