Letra y música

LReymondea Academia Sueca ha otorgado el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan y se ha montado un enorme revuelo. Como de tantas otras cosas, aquí todo el mundo opina.Algunos defensores y detractores del premio al cantante, se afanan incluso en defender su posición con vehemencia.
Quisiera creer que éstos sean expertos en literatura internacional, y puedan contrastar con propiedad propuestas alternativas, pero creo que solo una minoría tendría tal condición para participar en este debate, y yo no me encuentro entre ellos. Probablemente haya gente con tanto o más mérito que Bob Dylan para recibir este galardón, como por ejemplo, el ganador de la edición próxima, o el de la siguiente, o el de la de después. Nombres como Svetlana Aleksiévich, Patrick Modiano, Alice Munro, Mo Yan, Tomas Tranströmer, ganadores de las últimas ediciones de dicho premio (célebres escritores donde los haya).

Argumenta la Academia Sueca que se le concede el premiopor «haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense«. Merece la pena leerlo otra vez: “…la gran tradición de la canción estadounidense«. Cuando pensábamos que las formas literarias, en sus distintos géneros, eran la prosa, la poesía, el teatro, la Academia Sueca instituye la canción como forma merecedora de un Premio Nobel, representada por una figura como Bob Dylan. Así las cosas, no sé si habría en el mundo algún autor de canciones mejor que él, lo que consecuentemente abriría otro debate: ¿ha de ser esa “canción” necesariamente “estadounidense”? ¿tendrá que ver la selección del país con el hecho de que la canción norteamericana, en su vertiente exclusivamente “musical”, influya en la música popular de todo el mundo desde los años 60 del siglo pasado? ¿No hay ningún escritor de canciones en lengua no inglesa con más méritos en “nuevas expresiones poéticas” que Dylan? Ni yo tengo respuesta, ni sé si la Academia Sueca es también especialista en el mundillo de la canción; solo puedo decir que me gustan más las letras de Santiago Auserón que los ripios de Sabina.

La relación entre letra y música, por sus diferenciadas normas de construcción, en versos y estrofas, en secciones y armonías, también ha sido motivo de controversia para entender géneros, no tanto literarios como musicales, de la “música antigua”, como en el caso de los villancicos[i]. En un país como el nuestro, que con el tiempo se ha vuelto sordo, se nos olvida que la música acompañó en ocasiones las letras grandes de nuestros mejores autores, como Juan del Encina, el teatro del siglo de Oro, o la poesía de Lorca; y las de nuestras tradiciones populares, como en coplillas, romances o el flamenco (si como música popular se pudiera entender el flamenco – el de antes, claro está). Hoy en día,la canción ya no es un vehículo para conocer grandes autores de nuestra literatura (como hicieran Paco Ibáñez o Joan Manuel Serrat) aunque sigue siéndolo para contar otros tipos de historias. Y como sucede con muchas películas de cine, es un sucedáneo de la lectura: ya no hay rapsodas; no se lee en voz alta, ni se recitan romances, poesías o similares para un público amplio (como hiciera Miguel Hernández), sino en pequeños auditorios – los auditorios multitudinarios son para los cantantes. Bien: pues a pesar de que mucha gente mida el valor de las canciones por su letra, no por la calidad de sus aspectos musicales, no cabe duda de que la canción es territorio musical más que literario.Es la canción un género que en la historia de la música siempre se ha considerado como un género menor– condicionado por su lógica dependencia de un aspecto “extramusical” como es el texto– y precisamente por su simpleza, se ha recurrido a ella en distintos periodos de la historia de la música para propiciar cambios de estilos.

Eso sí, la canción estadounidense tiene el valor de haber conseguido sobrepasar la tradición post-romántica en la “música ligera”, bajo la influencia de la herencia negra norteamericana y otras raíces como el Folk, de procedencia europea, para crear una forma de expresión (en letra y música) no ya nueva, sino consolidada desde hace décadas, extendida casi universalmente, y con sus propios cánones. Ya lo decía Clint Eastwood: las principales aportaciones estadounidenses a la cultura mundial son el Western y el Jazz. Y en el epicentro de ese cambio estaba Bob Dylan. Pero esta cuestión me sigue pareciendo más de índole musical que literaria.

De sus canciones, pocas me han gustado (Hurricane,… y no sé si alguna más por ahí). Como intérprete de sus propias canciones tampoco, ni por música ni por voz; aunque creo que esa forma arrastrada y particular de entonar (que conecta con el estilo de Billie Holiday) sí ha tenido su importancia y su influencia en muchos cantantes de pop y rock de renombre. Se me vienen a la mente, por ejemplo, los casos de Mick Jagger y Mark Knopfler, o de Bebe (en España). Tampoco me he forjado una opinión sobre las letras de Bob Dylan. Sencillamente, porque cantando en inglés, ni le entiendo, ni he tenido curiosidad por entenderle. Aunque reconozco que con esto del Nobel me ha picado la curiosidad, he leído algunas de sus letras y admito que son excelentes “Ustedes, que fabrican las grandes armas / Ustedes, que construyen los aviones de la muerte / Ustedes, que construyen todas las bombas / Ustedes, que se esconden tras los muros / Ustedes, que se esconden detrás de escritorios / Sólo quiero que sepan / Que puedo verlos a través de sus máscaras”. Así que solo queda felicitar al ganador.

[i] Los villancicos son canciones recogidas en los cancioneros españoles de los siglos XV y XVI, generalmente en forma A-B-A

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde

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2 COMENTARIOS

  1. Pues, en fin, creo que, aunque en inglés, la mayoría conocemos y nos gusta más Bob Dylan que los últimos «célebres» premios Nobel: Svetlana Aleksiévich, Tomas Tranströmer, Mo Yan. ¡Ya me contarás!

  2. Modiano antes del Nobel, era conocido. No por el gran público, pero si que tenía presencia lectora. Cierta es la visibilidad que otorga el Nobel de escritores invisibles. En otros casos hace visibles a estrellas apagadas. Rara vez hay coincidencia del antes con el después, en los últimos años citar a Modiano, Coetzee y Vargas Llosa.

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