El Camposanto de las huertas

Eusebio Gª del Castillo Jerez.– A pocos metros de donde la Vía Verde cruza por debajo de la autovía A-41, junto al Camino del Pardillo, se levanta el humilde y coqueto Cementerio de La Poblachuela. Un camposanto particular, cuyo origen está ligado a la antigua ermita y que no pertenece al Ayuntamiento de Ciudad Real. Sus propietarios son los vecinos de la pedanía, que lo gestionan a través de una junta.cementerio-de-la-poblachuela-14

La primera iglesia de La Poblachuela se ubicaba en el lugar que hoy ocupa el Cementerio. Pilar Molina Chamizo, autora del libro ‘Un sagrario en el campo. historia de la Parroquia de Santa María Magdalena’ -obra recientemente publicada y que fue presentada en las pasadas  fiestas en honor a San Miguel-, fecha la construcción del templo a finales del siglo XV o a principios del XVI. Durante los sus primeros años, apunta, «es posible que no tuviera la categoría de parroquia, sino de sencilla emita, bajo la advocación de santa María Magdalena, denominación no muy frecuente en este territorio, elegida quizás como protectora frente a las epidemias que asolaban frecuentemente estas tierras».

La primera partida de defunción conservada de la parroquia pertenece a Diego Yébenes, enterrado el 3 de septiembre de 1658. Pero sus restos no fueron inhumados en el camposanto. «Durante más de doscientos años, según la costumbre de ese momento, los difuntos recibieron sepultura debajo del suelo de la iglesia, ocupando distintos lugares, siendo más valiosos y caros los más cercanos al altar mayor», matiza la doctora en Historia del Arte.

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Con el paso del tiempo, «dada la pobreza de sus feligreses y la escasez de medios con los que podía contar la parroquia, la antigua iglesia de Santa María Magdalena fue deteriorándose poco a poco». En octubre de 1844 se tomó la decisión de demoler las casas del párroco y sacristán, «destinando los materiales que pudieran aprovecharse para intentar paliar el estado de la iglesia». Esta medida debió constituir, intuye Molina Chamizo, un remedio transitorio.

El cementerio actual, situado ya fuera de los muros de la parroquia, no se construyó hasta casi la segunda mitad del siglo XIX. En 1849 comenzó a funcionar, circunstancia que debió contribuir más aún la pérdida del templo, señala la autora.

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«Cementerio de la Poblachuela. A la izquierda, vista antigua donde se pueden apreciar restos de los muros del primitivo templo. Imagen de la derecha, estado actual del mismo sitio», Extraídas del libro ‘Un sagrario en el campo’

A comienzos del siglo pasado, el Ayuntamiento de la capital abordó la necesidad de intervenir en este cementerio, pues «se había derrumbado por algunas partes» y los vecinos advertían de la imposibilidad de llevar a cabo enterramientos. Las obras no comenzaron hasta 1911, después de que «el obispo diera licencia para tomar del terreno perteneciente a la primitiva iglesia, el espacio necesario y puramente indispensable para acometer dicha ampliación».

Ampliación
Antes de iniciarse el siglo XXI se llevó a cabo la última reforma en el Camposanto del anejo. Se demolió uno de los muros que se encontraba «muy deteriorado», se amplió el cementerio hasta doblar su tamaño, y se levantó la actual fachada con rejas de hierro.

El Cementerio, explica Miguel Ángel Sevillano, alcalde pedáneo, está construido en dos alturas, con un metro de desnivel; la zona más antigua se sitúa en la parte más alta y la inferior corresponde a la ampliación, «mejor planificada y con pasillos». El espacio más antiguo del Camposanto alberga 81 sepulturas, todas prácticamente ocupadas. La parte nueva tiene capacidad para 72, aunque, de momento, hay construidas unas 42, de las que alrededor de media docena están dispuestas para cuando sean necesarias.

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Este Cementerio tiene la peculiaridad de que depende directamente los vecinos de La Poblachuela, y no del Ayuntamiento de Ciudad Real. Se gestiona a través de una junta que preside el que también es alcalde pedáneo, Miguel Ángel Sevillano, quien recalca ambos cargos son independientes y que el Camposanto «está al margen de la Alcaldía».

La reciente ampliación, comenta, se financió con aportaciones de los vecinos para la adquisición de nuevas sepulturas. Por otro lado, anualmente se cobra una cuota de tres euros por tumba, lo que da para las pequeñas mejoras que, de cuando en cuando, es necesario realizar y para el mantenimiento de esta instalación.

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