El clientelismo cultural

conlosojosbienabiertosDice nuestro apreciado Miguel Ángel Rodríguez que en la época del gobierno popular en el Ayuntamiento de Ciudad Real no había clientelismo. Yo quiero llevarle un poquito la contraria con la simpática confianza que da esa lejana amistad con la quede vez en cuando compartimos reflexiones en alguna esporádica y fortuita conversación callejera.

Quiero, además, que entienda lo pernicioso que sigue siendo el fantasma del clientelismo cultural que aún recorre nuestra vieja ciudad. Y me gustaría, finalmente, animarle a que lo combata allí donde esté, dando el paso valiente de reconocer que el clientelismo ha sido y es práctica habitual en la política cultural local. En manos de políticos valientes y responsables está reconocerlo, antes que negarlo, y trabajar para que deje de ser una lacra y un estorbo en el desarrollo cultural de la ciudad.

Si algo tiene el área de cultura es que supone un terreno fértil para el florecimiento de la graciosidad, la endogamia y la avidez. Capaces, todas ellas, de generar una de las mayores redes clientelares del ámbito local. No de generarlas espontáneamente sino de ser el resultado de una determinación voluntaria y consciente mediante, normalmente, el reparto arbitrario o normalizado de subvenciones. En la larga época del gobierno popular hubo clientelismo tanto como ahora, en esta etapa socialista, se empieza a trazar otra red clientelar en base a mecanismos diferentes. Pero en el fondo, tal como reconocía Miguel Ángel, todo ha tenido que cambiar para quedar como estaba.

Por ejemplo, una de las evidencias de ese tacticismo estético ya la desarrolló el PP cuando tuvo que hacer una operación de lavado de cara cultural, sustituyendo al inveterado Rafael Romero, por el perfil epidérmicamente antagónico de Lydia Reyero: mujer, joven, universitaria y dinámica.Parecía que un cambio de persona era suficiente para cambiar el fondo de la política cultural local. Sin embargo, la realidad era que Rafael Romero seguía en la sombra de la Secretaría de Cultura del PP provincial. Hubo que cambiar de lugar a la persona para que todo siguiera igual. Recordemos cuando Lydia intentó hacer ciertos cambios en la política cultural local, y cómo al intentarlo recibió insultos yamenazas a través del correo electrónico y de su móvil personal. Recordemos cómo ante este intento de cambio, algunos lobbies culturales de la ciudad, fructíferamente abonados y subvencionados durante lustros, sacaron las uñas, fueron a visitar a la alcaldesa Romero y consiguieron paralizar todo conato de cambio. Estos breves terremotos sirvieron para comprobar que el sistema clientelar no sólo era real, sino que funcionaba a la perfección. Un sistema tan apropiadamente abonado y eficaz que el Grupo Popular, en vez de avalar los cambios pretendidos por su Concejala de Cultura, los desautorizó ante el clamor corporativo de los afectados. Tiempo después, ya sabemos que Lydia terminó dimitiendo. Recuerdo también, como poco tiempo más tarde, cuando llegó Pedro Lozano a la Corporación, mantuve una reunión con él en su despacho. El propósito era conocer sus planes y hacerle ver la necesidad de cambiar de modelo cultural. Con su tono campechano y sincero habitual, Pedro asumió que cualquier cambio iba a ser improbable, porque nada más llegar al cargo ya se le estaban echando encima otros lobbies culturales de la ciudad para dejarle claras algunas cosas. De nuevo, una tupida y abonada red clientelar hacía valer su poder ante la sumisión política (y viceversa). Es normal que muchos años de gobierno generen estas redes de mutua dependencia y conformen lo que en el fondo no es más que un clásico modelo de clientelismo tradicional. A todo este proceso de presión y tensión contribuyó directamente la forma y manera de repartir las subvenciones. Desde la aprobación de la Ley de subvenciones en 2003 era obligatoria la habilitación de mecanismos de concurrencia competitiva como cauce ordinario de subvencionar. La Ley reconocía que las asignaciones nominales y directas, aunque posibles y legales, debían ser una fórmula extraordinaria. Desde el Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real denunciamos en multitud de ocasiones esta inversión del procedimiento. La mayor parte de las subvenciones (algo más del 80%) se concedía, al contrario de lo dispuesto por la Ley, de manera directa y nominativa. El resto quedaba en una partida general de Asociaciones culturales que se concedían arbitrariamente, sin concurrencia, ni competencia, ni publicidad alguna. Lo extraordinario era lo ordinario, y lo ordinario se ejecutaba arbitrariamente. Lo llamativo era que la propia existencia de una Ley reguladora del régimen de subvenciones era completamente obviada por la Concejalía de Cultura. No solo no se aplicaba sino que se invertía el espíritu de lo dispuesto en ella. Debemos recordar que el argumento popular de que las subvenciones se repartían siguiendo un mecanismo permitido por la ley no sólo es un argumento tergiversado sino que su evocación es perversa, toda vez que ni siquiera el Equipo popular aplicaba la ley aludida en el Área de Cultura. Se podría resumir en algo como “Mi forma de proceder invierte lo establecido por la Ley que no aplico.”

El PSOE acaba de tomar el gobierno y, de otro modo, empieza a favorecer o generar sus propias redes. Con otro discurso, con otro método. En este caso el de la participación y el del necesario vínculo entre cultura y desarrollo económico. En contraste con la estrategia clientelar del PP, la del PSOE es más “moderna”, aunque igual de rancia. Más progre, más de buen rollo. Más regulada y normalizada. Ahora, por fin, existen unas bases de concesión de subvenciones públicas diseñadas de manera participativa. Y sin embargo, no se ha podido conseguirque tal distribución responda a un plan estratégico de interés general. Por el contrario, sigue respondiendo a lo que podríamos llamar el paradigma de la eventomanía, esto es, una dinámica por la que la agenda local se llenará de eventos evanescentes que aportarán dinamismo urbano durante unas horas, pero que al cabo de cuatro años darán al Concejal un abultado recurso meritocrático con el que aspirar a que su partido se revalide en el poder. Como ya dije en otra ocasión, a veces la única manera de esconder la incapacidad política es abultando la agenda y los discursos mediáticos. En este caso, la multipromoción de eventos y actividades culturales parece ser la única transformación posible de la política cultural local. Decisión que ubica la acción cultural municipal en el terreno de la gestión cultural más que en el de la política cultural pública. Deficiencia ya presente en el período popular.

Frente al clientelismo tradicional del Grupo Popular, el socialista despliega lo que Piattoni (1998) denomina clientelismo virtuoso o ilustrado dentro de la corriente postmoderna de clientelismos (Schröter, 2010). Es el propio concejal quien afirma que para que este modelo participativo y transparente se mantenga en el tiempo será suficiente con que los ciudadanos ejerzamos nuestra libertad a la hora de votar. Si queremos que este cambio siga, cuando lleguen las elecciones podremos tomar una decisión al respecto. Este mensaje transmite la idea de que sólo es posible garantizar la democratización cultural si gobierna el PSOE. Allá cada uno con su libertad de voto. Es como si un arquitecto local dijera que la única forma de garantizar la estabilidad de su edificio es que él siga como arquitecto de la ciudad. En el fondo, esta ingenua idea del concejal obvia el hecho de que probablemente al sector cultural local le resulta indiferente quién gobierne, siempre y cuando no perjudique su proyecto o colectivo.

Otra manera de fomentar ese clientelismo virtuoso es a través del diseño de estructuras escasamente participativas. Se diseña un proceso participativo abierto al que sólo acuden quienes tienen interés, sensibilidad y capacidad para participar. Del proceso surge un órgano participativo formado en su inmensa mayoría por representantes del sector cultural. Es decir, por intermediarios entre la Concejalía y la ciudadanía que en la proximidad cotidiana son demandantes habituales de bienes o servicios de la propia administración local. Es difícil mostrarse autónomo y crítico con los planteamientos institucionales cuando a la larga cada miembro pertenece a colectivos que de una u otra manera dependen en mayor o menor medida de la administración local o, al menos, les conviene mantener una relación amable con ella.

Con mecanismos clientelares diferentes, populares y socialistas, siguen teniendo en común su falta de proyecto cultural para Ciudad Real. Al menos, de un proyecto estructural y a largo plazo de lo que la Cultura puede hacer para transformar la ciudad, para favorecer el desarrollo social y personal de sus habitantes. No voy a dejar de reconocer que la ausencia de política cultural representa en sí un modelo de política cultural. Sin embargo a estas alturas no nos podemos conformar con la inacción como único modelo posible. En ambos casos existe un principio político común propio del liberalismo económico, el laissez faire. Los populares dejaban hacer a los grupos tradicionalistas, como verdaderos garantes de la cultura esencialista e identitariaaunque, poco a poco, y marginalmente, empezaran a repartir migajas entre otros colectivos y proyectos más heterodoxos y alternativos, en aras de un conveniente lavado de imagen. Los socialistas dejan hacer ahora a las autodenominadas industrias culturales, bajo ese engañoso y discutible argumento de que la inversión en cultura es necesaria porque genera empleo y riqueza. Y bajo el igualmente discutible argumento de que realmente se esté promocionando a las industrias culturales locales en su conjunto.

Ambos planteamientos, ambas inacciones políticas, despliegan una política ideológica antes que cultural, o cultural en sentido amplio toda vez que la ideología conforma un modo de cultura. Y en ambas, la ciudadanía es ese invitado de piedra al que hay que entretener. Todo por ella, pero sin ella. Participar significa participar para ella, por ella, aunque ella no participe.

Si en este contexto común de interés corporativo (ya sea conservador-tradicionalista, ya sea progresista-alternativista) todos miran a la ciudadanía a través de sus propios proyectos corporativos, ¿quién vela por la promoción de los derechos culturales de los ciudadanos? En vez de crear un proceso de participación de base, desde la calle, con ciudadanos de a pie tanto como con miembros del sector cultural, el aparato institucional se hace acompañar de un órgano naturalmente endogámico y necesariamente sesgado en su percepción del ecosistema cultural local. Ahí su riesgo como semillero de cooptación y de clientelismo cultural.

Cuanto más abierto, más plural, menos corporativista y más frecuente sea la rotación de sus miembros, menos posibilidades existirán de generar entramados clientelares. La misión ciudadana, entonces, debe ser conocer esta realidad e intentar corregirla. Exigir que cualquier partido garantice una democratización cultural no adulterada y libre de intereses de partido. Es decir, la calidad, seguridad y misión del viaje no debe depender de quien de manera temporal y contingente tenga el control de los mandos, sino de la propia necesidad de que el viaje sea seguro, de calidad y que tenga una misión o destino claros. Es una suerte de retroclientelismo político, según el cual la ciudadanía repartirá ese preciado bien común que es la representatividad entre aquellos políticos que cumplan con la misión de garantizar el interés general de la comunidad. El amigo del clientelismo es la necesidad que tienen los partidos de conservarse en el poder. El enemigo del clientelismo es la politización de la vida pública y la emancipación ciudadana a través de criterios de razonabilidad y coherencia orientados hacia un propósito de avance y mejora conjunto y común de la ciudad. Esto es, a través del triunfo de la inteligencia colectiva sobre el interés particular. Y ahí le doy la razón a Miguel Ángel, tengo una visión humanista de la política.

Alberto Muñoz
Con los ojos bien abiertos

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15 COMENTARIOS

    • Amén. Dos siglos después de Stendhal, el que no se pasa por los lugares donde se cocinan las decisiones y se reparten los empleos y dineros, haciendo la genuflexión, no se come un colín.

  1. Sólo falta algo de valentía en el artículo,para decirnos a los neófitos quienes son esas asociaciones culturales tradicionales que siempre aparecen para que nada cambie.Y de verdad que lo digo por desconocimiento.

    Pd.También echo en falta algo de autocritica:después de tanto tiempo en este ámbito no se ha conseguido nada?Algo de crítica propia habrá que hacer

  2. !Valentía y autocrítica! Ahí es nada. Sobre todo de la primera hay tanta escasez como de lluvia. Los valientes son un rara avis… y están en el cementerio.

  3. «Derechos culturales de los ciudadanos»; «democratización cultural»; «retroclientelismo político»; «emancipación ciudadana a través de criterios de razonabilidad y coherencia orientados hacia un propósito de avance y mejora conjunto y común de la ciudad»… Empequeñezco ante tamañas ideas. Yo pensaba que el alcalde y los concejales de mi ciudad tenían como misión el alumbrado y limpieza de las calles, o la recogida de basuras. Cuán equivocado estaba. Son más altos sus deberes, pues en sus sienes reposa la responsabilidad de hacer mi cultura. De reclamar mi libertad, tonto de mí, seré reo
    de liberalismo, de practicar el ominoso laissez faire. Dios no lo permita, pues podría quedarme ciego como castigo.

    • Sr. Censor, su estupendo comentario irónico va más allá de lo que yo expreso. Su libertad ha de gestionarla usted como mejor entienda, si bien está sometida a los límites que de alguna manera impone la propia Administración. Lo cierto es que la Administración local ya condiciona nuestra libertad cultura con su propia acción/inacción…, aunque por suerte la Cultura vaya más allá de las posibilidades que ella tiene para afectarnos.
      La cuestión está en cómo se articula lo que la Constitución y la Ley de Bases estable como competencia cultural principal de un ayuntamiento.., a saber, «la promoción cultural». Estaría bien que de manera abierta y participativa definiéramos qué es o qué puede ser eso. A nivel nacional e internacional, diferentes organismos e instancias (FEMP, Unesco, Friburgo, Agenda 21….) han trabajo desde hace años en estos asunto. Dando orientaciones, directrices para guiar a los Ayuntamientos en su quehacer en materia de política cultural. Podríamos atender por un momento a estas propuestas y ver si nos pueden ayudar en ese camino. Y me alegra saber que ha descubierto usted, con la lectura de este artículo, algunos conceptos que, en general, son escasamente conocidos.

  4. Valentía y autocrítica. Sin duda.
    A título particular he de hacer también autocrítica, sin duda. Primero porque en los años de dirección del Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real no fuimos capaces de aunar al sector cultuarl de la ciudad en torno a la idea de un cambio de modelo de política cultural. Es cierto que el Círculo aportó dinámicas, ideas y propuestas que con el tiempo han calado, siquiera de manera invisible o difusa. Pero también es cierto quizás pecamos de cierta incapacidad para hacernos explicar a través de un discurso excesivamente político (que no partidista). Autocrítica también por no haber sido más transparente en el curso de estos seis meses de presencia en el Consejo de Cultura, quizás por cierta lealtad y confianza en el proceso de cambio que se nos anunciaba.
    Valentía creo que la muestro escribiendo desde hace ya tiempo este tipo de artículos, aunque no sea suficiente probablemente para lo que el contexto requiere. Y no sólo escribiendo en los medios sino reivindicando y denunciando ante la administración determinadas actuaciones.
    Sí echo en falta la autocrítica sincera de los propios partidos, concejales y exconcejales; y del propio sector cultural (víctima y cómplice de la política cultural local). Todos somos en cierta medida cómplices de lo que ocurre, por acción, dejadez, indiferencia, omisión, interés, o por lo que sea. Necesario es reconocerlo, hacer puesta en común y definir entre todos un rumbo diferente.

  5. Enhorabuena por su artículo.
    Lamentablemente, la cultura dominante sigue siendo clientelar (acuerdo de voluntades, de favores mutuos, etc).
    Lo que se dice es: ¡doy para que me des!
    Va a ser muy arduo eliminar esta variante o sucedáneo de la corrupción a la que se aferran las tradicionales estructuras sociales jerarquizadas de la ciudad.
    Por desgracia, estamos en un país en el que da igual que uno corra lo más rápido que pueda ya que hay muchas posibilidades de permanecer en el mismo lugar.
    Confío en que el cerrojo, aunque está bien echado y sus beneficiarios lo saben, pueda abrirse para dar paso a esa «cultura no adulterada y libre de intereses», como bien dices…

  6. Son todo insinuaciones de, sospechas sobre que, ahora no parece que. ¿Qué asociaciones condicionaban?, ¿hay un estudio sobre porcentajes de gasto en cada asociación?, ¿no está de acuerdo con qué se les dé dinero a esos? No me queda claro qué ha cambiado ahora.

    Habla de diseñar una política cultural pero claro será que le guste a él porque dar pasta para la Semana Santa o los Mazantini nos habla de una orientación cultural, rancia para algunos si se quiere.

    ¿Pero qué se defiende?, ¿festivales de cine?, ¿lo del cómic? O esto es mucho ruido que queda para cuatro minorías.

  7. Clarificadora como siempre tu reflexión Alberto, y devastadora la realidad.

    Sin duda son precisas la valentía y la autocrítica, y Alberto las ha demostrado en esta columna y con su activismo durante muchos años. Se echan de menos esos dos valores en el resto del «sector cultural» de la ciudad. Porque hay que reconocer que algo si ha cambiado: se han creado órganos como el Consejo de Cultura, que si bien es cierto que se hicieron a medida del gobernante y con el objetivo de mantener un control estricto del mismo a través de la red clientelar, también es cierto que sobre el papel los consejeros tienen una oportunidad real de conseguir el viraje de algunas de las nefastas políticas locales. El problema es que a pesar de haber existido voces criticas en el consejo, la realidad es que el clientelismo, el ensimismamiento, y la falta de actitud critica ha derivado en un nuevo fracaso ante la oportunidad planteada.

    En cualquier caso el manejo del clientelismo por parte del PSOE es sin duda uno de los bastiones de su poder. A nivel regional estos días hemos conocido el nuevo modelo de «política cultural» regional en el ámbito de las artes escénicas http://docm.castillalamancha.es/portaldocm/detalleDocumento.do?idDisposicion=1478254657406010233. Cierto es que este nuevo programa Actuemos, solo debería ser una parte de ese modelo, pero la realidad es que esta nueva «Red de Teatros» es de hecho, y por omisión de la Junta del resto de sus obligaciones en materia de promoción cultural, el 99% de la política de artes escénicas regional.

    Pero yendo al grano, lo sorprendente es que el portavoz del gobierno anuncie la publicación http://www.eldiario.es/clm/Actuamos-regulara-escenicas-musicales-castellano-manchegas_0_576392784.html mentando algunas palabras clave como «pedagogía» o «participación», que sorprendentemente aparecen únicamente en el preámbulo de la norma, sin llegar a desarrollarse de ningún modo. Si se desarrolla sin embargo en profundidad, el sistema de financiación y control de la red, que a la postre solo pretende afianzar el sistema de «clientelismo institucional» . Con este «nuevo modelo» muy parecido al «viejo modelo» de Red de Teatros, las distintas administraciones locales puedan estar contentas con tener financiacion para llevar famosos de vez en cuando a sus teatros, y con la ventaja de que ahora tendrán la posibilidad de poder estrechar más los vinculos inter-institucionales, sin interferencia ni de los creadores, ni de los productores, ni del público, y ni mucho menos de la ciudadanía. Nueva victoria del PSOE regional que podrá administrar favores y mamandurrias institucionales, por supuesto para su bien público.

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