Corazones abiertos a la luz de la Navidad

Fermín Gassol Peco. Director de Cáritas Diocesana de Ciudad Real.- Sumergidos en el mundo de las cosas excesivas y en la escasez de relaciones verdaderamente personales; embebidos en la dinámica de un consumismo donde a decir del sociólogo Zygmunt Bauman, “todas las ideas sobre la felicidad acaban en una tienda”; embarullados en una hipérbole de ansiedad por querer tener muchas opinionmás cosas y poder disfrutarlas cuanto antes para acabar tirándolas también con la misma rapidez; en una sociedad cegada por las luces de neón, esa pequeña y nítida Luz que nos señala el Norte no parece ya necesario ni buscarla.

Pero todos sabemos que existen momentos en la vida donde esa monótona y vertiginosa dinámica se ve alterada por acontecimientos que sobrevienen de una manera inesperada, nos hacen parar en seco, nos invitan a reflexionar y hemos de dar respuesta.

Ante una catástrofe o desgracia nuestro corazón queda como encogido, compungido, encerrado, herido, huérfano en su intimidad por el dolor que adivinamos o sufrimos. Otros hechos por desconocidos, nos producen extrañeza, recelo o quizá indiferencia, son aquellos que resbalan en nuestros corazones, bien por no entenderlos o resultarnos demasiado ajenos. Sin embargo existen otros acontecimientos que se encargan de aportarnos luz, optimismo, felicidad y nuestro corazón se ensancha y abre para acoger, para recibir de manera generosa aquello que de gratificante viene dado.

La Navidad, el Nacimiento del Hijo de Dios en un pesebre allá en Belén, resulta ser el acontecimiento histórico más trascendente, determinante y gratificante para la historia de la humanidad. En Belén un niño recién nacido se convierte en Luz del mundo, una luz Nueva que viene de lo Alto capaz de iluminar de una manera desconocida, hasta ese día, a todo el género humano.

La Estrella de Belén resultó tener un brillo e intensidad tan inusualmente atrayente que unos Magos, estudiosos de la astrología la siguieron sin pestañear. Una Estrella que esa noche de Navidad iluminó con su fuerza el interior de los corazones de unos pastores que velaban su ganado y que hoy sigue siendo Norte y Camino de Salvación para los mansos y humildes de corazón. Una Luz tan fuerte, profunda y clarificadora que nunca ha resultado indiferente para ningún ser humano que la conociera, una Luz tan verdaderamente humana que produce una verdadera convulsión y conversión en los corazones, una Luz que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, una Luz que besa con delicadeza los corazones de quienes se abren a Ella.

Pero esa Luz que vino de un pesebre, que permanece encendida desde hace dos mil diez y seis años para indicarnos la única salida esperanzada de la Humanidad, esa gratificante realidad, resulta ser hoy de manera inexplicable, demasiado extraña para quienes en la noche o a plena luz del día se afanan en iluminar sus vidas con otras potentes luces artificiales de muy corta duración. Será que la desconocida claridad que esa Luz procura, nos invita a descubrir, aunque sea a regañadientes, en nuestros corazones abiertos, si existe un lugar para acogerla, o al contrario por tenerlos atestados con un montón de cosas, imposibilitamos que penetre en ellos.

Si todos los hombres y mujeres desviáramos por un momento las miradas hacia el portal de Belén, seguro que nuestros corazones latirían a partir de ese momento mucho más acompasados, trasmitiendo más bondad, alegría y comprensión unos con otros. La Tierra sería entonces un lugar mucho más pacífico, justo y amable para quienes la habitamos.

¡¡¡Un Niño sigue naciendo hoy en nuestros corazones, dejémoslo crecer!!!

FELIZ NAVIDAD

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