Letras perdidas, letras muertas

José RiveroEntre Nocturnal animals (Tom Ford, 2016), Genius (Michael Grandage, 2016) y Paterson (Jim Jarmush, 2016) pueden encontrarse algunas coincidencias, por más que las separen otras muchas cosas; tantas como los marcos espaciales de la primera película: Texas y New York más o menos actuales; la segunda ciudad en los años treinta en la asegunda cinta; y la ciudad del estado de New Jersey, Paterson, de la tercera de las películas.
Una carrera establecida, asentada y rupturista en Jim Jarmusch, quien aúna cine y música desde hace ya tiempo. Otra carrera, la de Grandage, que procede del teatro y de la ópera, donde ha desempeñado la dirección del Donmar Warehouse entre 2002 y 2012, como sucesor de Sam Mendes.  Mientras que Ford nos presenta su segunda película, tras Single man y tras su recorrido exitoso por el mundo de la moda y de la costura. Como si todos ellos hubieran abandonado éxitos precedentes, ya música, ya teatro, ya moda.

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animales-nocturnosUna fragilidad de la escritura, derivada tanto desde sus características físicas (papel y lápiz) como desde sus propiedades electrónicas y digitales que permiten otras formas de extinción. Capaces, por tanto, de desaparecer por variadas razones físicas, electrónicas o psicológicas. Incluso, capaz de desaparecer por razones culturales.

Si Paterson compone una suerte de poeta anónimo y libre, que bebe de William Carlos Williams y de Frank O`hara, y que aprovecha los paréntesis de su trabajo como conductor de autobús en la ciudad de Paterson, para enhebrar anotaciones vitales, amorosas y profundas sobre el cuerpo de una libreta escolar y un ligero bolígrafo como bisturí de las emociones; otra cosa distinta podremos decir de Edward Shefield que da a leer el manuscrito acabado de su primera novela a su ex esposa, quien queda atrapada y casi hundida en la historia personal y dramática que relata Shefield. Una escritura en primera persona que trama una venganza y una pérdida y un desvarío. Y que deja conmocionada a Susan Morrow, la lectora cualificada y la primera lectora. Como puede que ocurra con otras  lecturas sobrecogedoras: la conmoción del lector y el peso de las páginas.

devcslszMientras que Genius, entre nosotros presentada como El editor de libros, da cuenta de los tormentos de la edición de las dos primeras novelas de Thomas Wolfe (Jude Law), por cuenta del primer lector de la editorial neoyorquina Charles Scribner’s Soons, Maxwell Perkins (Colint Firth). Donde a través del proceso de reducción del caudal de papel garabateado por Wolfe, hace surgir dos preguntas básicas. La primera sobre el ajuste de la autoría: ¿dónde acaba el escritor y donde empieza el editor? En la medida en que antes de editar a Wolfe, Perkins ya lo había hecho con Scott Fiztgerald, con John Steinbeck y con Hemingway. Y la segunda, con relación a los textos sobrantes, objeto de la poda editorial realizada por Perkins: ¿qué son esas palabras mutiladas y qué representan en relación con las supervivientes?fotos-pelicula-animales-nocturnos-2

Anotaciones y versos sueltos del Paterson viajero urbano, que luego leerá a su mujer antes de la cena vespertina y que será como Susan Morrow y como Max Perkins, la primera lectora de esos poemas. Quien, admirada por el talento de su marido y su sencillez en el empleo de las palabras, le animará a su publicación y difusión. ¡Aunque sean unas pobres fotocopias! Advirtiendo, de manera anticipada, de un posible extravío o de una posible pérdida. Como finalmente, acabará ocurriendo. Un despiste indeseable, un perro (un bulldog inglés, llamado Martin), acabará con las libretas de Paterson y con sus poemas anotados pacientemente. No tiene tanta memoria Paterson como para recuperar las anotaciones, que ya da por perdidas.pelicula-el-editor-de-libros-imagen-01-750x422

Y cuando se pierde la escritura, lo anotado, lo guardado, ¿qué es lo que ocurre? Y ¿qué hacer? ¿Volver al comienzo? Y ¿Dónde, dónde queda esa escritura perdida y sepultada? Sabiendo, además, que es imposible reescribir lo escrito, porque ya sería algo de otra naturaleza de lo perdido.

La perplejidad de Edward Shefield como protagonista del texto que conocemos desde la lectura de Susan Morrow, su ex esposa, es la perplejidad atónita del superviviente. Al que sólo le queda como exorcismo de lo vivido, contarlo como forma de venganza. Todo ello, un asunto de pesadilla encadenada en el relato mismo, con un cruce de temporalidades, el pasado común de ambos en New York y Texas, el tiempo del relato vivido en un viaje familiar fatal por Edward, el tiempo de la lectura de Susan y el instante de la desaparición final por incomparecencia de aquel.

Ford se ha apoyado en la novela de Austin Wright Tony and Susan para componer el relato de una desaparición vital que toma forma escrita, de la misma forma que Jarmusch, desde su propio escritura del guión, ha reescrito las anotaciones del Paterson conductor. Quien al final, en un encuentro con un poeta japonés igualmente anónimo, recibe una libreta en blanco como compendio de todas las escrituras perdidas.

Y ese desvarío de las escrituras perdidas aletea, permanentemente, en la vida literaria de Thomas Wolfe, incapaz para la concisión y partidario del gran texto o del texto largo. En la medida en que, él mismo era incapaz de paralizar, porque veía la escritura como una prolongación de la vida, de la cual uno no puede bajarse y pararse. Y ese era el papel contradictorio de su editor Perkins, resolver el exceso de la escritura y generar su pérdida.

Ahora el exceso de escritura de todo el año 2016, se resuelve con la perdida de lo que desaparece, y con los largos adioses repentinos. Pese a todo y pese a ello, Feliz 2017. Si es posible tal deseo.

Periferia sentimental
José Rivero

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