Miénteme (la capacidad seductora de la posverdad)

 Carlos Sanz.- Vivimos inmersos en una época disruptiva, donde acontecimientos inesperados se suceden a velocidad de vértigo, donde el relato de los mismos y la manera de exponerlos ante la opinión pública ha cambiado a peor. Decía Foucault que «nuestra dificultad para encontrar las formas de lucha adecuadas, ¿no proviene de que ignoramos todavía en qué consiste el poder?». Actualmente, ese poder encarna su dinámica de transmutación en un concepto que en los últimos meses estamos escuchando por doquier: posverdad.
trump
Se emplea de forma machacona, se escucha hasta la saciedad en las tertulias televisivas, se lee en las columnas de opinión de los diarios más influyentes. Nos han plantado un nuevo término cuyo alcance aún no terminamos de comprender. La posverdad vendría a ser una confianza ciega en afirmaciones que se sienten verdad pero no se apoyan en la realidad. Algo parecido a una distorsión perceptiva pero que cada vez provoca un mayor calado en el espectro poblacional.

¿Quiero esto decir que son tiempos impostados donde la mentira es la verdad? No del todo; más bien se trataría de cómo se desatan procesos hermeneúticos (claramente orquestados mediante la perversión del lenguaje) para que lo que a priori es una mentira acabe aceptándose paulatinamente como verdad.

Fijaos en el desenlace de ciertos acontecimientos significativos que han provocado shocks a los expertos en opinión pública. Nos repitieron una y otra vez que Reino Unido no iba a abandonar la Unión Europea y terminó ganando el Brexit (cómo será el asunto que hasta el diccionario de Oxford ha designado el neologismo como palabreja del año). Nos perjuraron que un tipo como Donald Trump jamás ganaría las elecciones presidenciales en Estados Unidos y ha ocurrido. Nos aseguraron que Renzi mantendría el tipo y otro que acabó siendo desalojado de la presidencia italiana.

Por tanto ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué nada sale según lo previsto? Estos virajes de guión establecido tienen su explicación en un fenómeno que ya se ha desatado y de consecuencias imprevisibles. La posverdad circula a su antojo, va por libre, al parecer ya nada es cierto o falso, mentira o verdad, ahora existe una nueva categoría que se siente cómoda entre lo vendría a ser una verdad revelada de una verdad sentida. Es decir, buena parte de la población hace acomodo en su campo de creencias para la posverdad. Concretamente, en el afianzamiento de una mentira que se sabe que es tal pero que parte del tejido social transforma en una creencia tan fuerte que se convierte en una «verdad» que ya es compartida.

Y es en el campo de la política donde se están obteniendo resultados impensables hasta hace bien poco. Lo sucedido en Reino Unido o Estados Unidos claramente demuestra la magnitud amplificadora que ha desatado la posverdad; se está utilizando la mentira de forma intensa y con más poder de influencia que nunca. Es una táctica muy efectiva como se está viendo. Se niegan los hechos, se desprecian los datos objetivos, se tiran al traste las pruebas o evidencias. Es lo que David Roberts, en la revista Grist, vino a definir como «un cambio preocupante en la manera en que la gente decide su voto: se elige tribu, se adoptan los principios de esa tribu y por último se seleccionan los datos que sostienen esas posiciones y se descarta el resto».

La posverdad se retroalimenta de tal forma que va ganando en volumen, difusión y alcance. Campa a sus anchas por las redes sociales con la permanente aparición de noticias falsas, bulos, bombas informacionales que se viralizan y expanden sin control alguno gracias a una legión de «trolls».

¿Quién o quiénes generan esas noticias falsas? Algunos estrategas hablan de que los propios gobiernos, grupos con intereses económicos o políticos en juego. Como siempre, las estructuras de poder van afinando en su metodología persuasiva para ir logrando sus propósitos. Quizás el caso más relevante sea el de Rusia. Un artículo de Peter Pomeransetv, publicado en The Guardian, describe cómo el gobierno de Vladimir Putin ha adoptado el método de difundir noticias e imágenes falsas a saco por todas las redes sociales. Incluso existe un manual llamado “Operaciones de guerra psicológica y de información: breve enciclopedia y guía de referencia” que sirve de base para que los servicios de inteligencia y el ejército ruso desarrollen acciones de guerra no física.

Con la expansión de la posverdad, los probables escenarios que se avecinan ponen los pelos de punta. No hay nada como suministrar a la población información preparada especialmente para inclinar su voluntad a tomar la decisión predeterminada que desea quien puso en marcha la acción. O como el propio Pomerantsev refleja en uno de sus artículos al señalar que «la nueva desinformación es barata, crasa e instantánea: se genera en segundos y se vuelca a internet. El objetivo parece ser menos el de establecer verdades alternativas que el de sembrar confusión sobre el estatus de la verdad”.

Así se redefine el nuevo campo de operaciones en la era de la posverdad. Una época guiada por la macabra convicción de que imponer un relato ganador es más importante que la veracidad de los hechos. Asusta y mucho.

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19 COMENTARIOS

  1. El artículo no es claro.

    Se impone el análisis propio, la libertad de elección, y el sentido crítico anárquico. Un instrumento formidable hace el resto, el voto secreto hace el resto.

    Dirigir la voluntad del votante se hace grande a cualquiera. Una nube de sospecha sobre la opinión correcta, hace que hoy triunfe lo incorrecto.

    Wilde decia, que lo popular siempre es incorrecto.

    Hoy se impone lo popular y espontáneo. Imperativo emocional pero con fundamento racional.

    Maduramos.

  2. Neolenguaje del progresismo para transpolar a otros la desinformación de los medios y tácticas utilizadas para crear corrientes de opinión. Como se les va de la mano la soberanía popular y el control, con sus noticias hechas a medida para la dirección social basado en lo políticamente correcto, así como mintiendo descaradamente para sus intereses, ponen etiquetas a quienes no creen las «versiones oficiales».

    Han mentido tanto que ya nadie cree en los grandes medios de información, ya nadie sabe que puede ser verdad o falsedad, da igual Putin que el Lanza o La Tribuna, han engañado al pueblo y ahora recogen sus frutos.

    Una verdad construida en falsedades, reacciona con una posverdad para salir de la matrix.

  3. El primer caso de postverdad, entendiendo tal neologismo como «época en la que la verdad no es el factor fundamental para tomar decisiones políticas, primando más los sentimientos», no es el Brexit, es Syriza en Grecia, que a base de apelaciones sentimentales y mentiras encubiertas, ganó unas elecciones a sabiendas que ninguna de sus promesas se iban a cumplir, tal y como ha sido, básicamente porque era imposible cumplir con su programa basado en torcer la voluntad de sus acreedores.

    En España tenemos el ejemplo de Podemos con sus «conquistar los cielos» » la gente» «la Casta» ect. son apelaciones sentimentales que esconden un vacío de gestión; o la apelación constante a los recortes, como mantra político, cuando la realidad indicaba la quiebra de las arcas públicas, como si tal hecho no se hubiera producido.

    Yo no creo que la postverdad exista como concepto, creo que lo que existe es un estado de opinión público que ni prensa ni políticos realmente sabe testar y claro, pasan sorpresas. En cualquier caso hay que apelar, siempre, a la honradez que va intrínsecamente a la verdad.

  4. «Posverdad» es un término que viene a mostrar el descrédito de la política en medio mundo. Es algo así como un subterfugio para no decir «mentira».
    Ya sabemos que, hoy en día, una «mentira» dicha sólo una vez pero amplificada muchas veces en las redes sociales se convierte en una «posverdad».
    Con este término se alimenta el miedo y se empuja a la gente a ser intuitiva, pero no racional.
    Tal vez debamos pedir a nuestros líderes una actitud más humilde y exigir más severidad a la hora de penalizar en su reputación a los que mientan.
    Quizás debamos solicitar a los medios que, para generar conocimiento, los datos han de estar dentro de narrativas. Los ciudadanos sabemos apreciar las informaciones bien trabajadas.
    Como decía D. Miguel de Cervantes: «la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua»…

    • En resumen, los electos deben temer el pensamiento propio de los electores, y subordinarse a los intereses de éstos, los reales y mayoritarios.

      Si la globalización ha empobrecido a la clase media occidental, entonces se revisa y se recula. Si ha elevado la renta del tercer mundo, es hora de pedir competencia leal. Sueldos mas altos y derechos sociales para sus trabajadores. Y si no, bienvenido proteccionismo. Pais que no compita lealmente, pais gravado con aranceles prohibitivos.

      Rousseau ha muerto, viva Montesquieu.

      Libertad y justicia para todos o no jugamos, haciendo trampas nos retiramos de la partida.

      • El empobrecimiento de la clase media occidental por los desequilibrios de la globalización, es lo que esta detrás de la elección del Zanahorio americano y el ultranacionalismo británico.

  5. Lo más gracioso es que van y ponen una foto de Trump para ilustrar la epístola. Trump, la mayor y más reciente víctima de la manipulación informativa. Luego, habla de Putin como si fuera el diablo, y es el tipo más lúcido de Occidente, además de otras cosas.

    Un ejemplo de posverdad podría ser la selección de la gerente de la EMUSER, libremente elegida por nuestros políticos en un proceso que no era de libre elección; otro ejemplo de posverdad sería la Ley de Memoria Histórica, la imposición por ley de una verdad histórica manipulando y falseando la historia. En fin, hay muchos ejemplos de posverdad. No olvidemos que vivimos en un mundo donde el noventa y nueve por ciento de los medios de comunicación son de izquierdas bien por credo o por interés o temor, y en un país donde el mayor y más poderoso partido de la izquierda es el PP, otra posverdad.

    • Yo creo que el articulista aún está en estado de shock. Ni se lo explica ni sabe explicarlo.

      Y es muy sencillo, no basta con poder, hay que querer, por incorrección no por convicción.

      • No lo sé, Ángel. Lo que sí es verdad es que a pesar de la enorme difusión que el autor manifiesta del uso del vocablo «posverdad», yo no recuerdo haberlo oído o leído en mi vida. Y juro que leo prensa y escucho tertulias políticas. En fin.

        • Pienso lo mismo, es la primera vez que lo escucho y también he leído y escuchado finos análisis.

          Yo creo que es el schock, confunde, nubla las ideas.

        • No os hace caso ni el tato, pero aún así seguís simulando hablar en los comentarios, lo que podríais hablar perfectamente cara a cara (como colegas que sois), a ver si pica algún incauto que pase por aquí y se une a vuestro circulo de bacines a comentar lo malvados que son los rojos.

          Muy gracioso todo.

        • A los podemitas sí que ya no se os hace ni fruto caso.

          Sois ya viejos, y por supuesto tan insolventes como desde el principio.

          Paseate por los foros de otros medios. Sois una cagarruta marcada para la opinión pública real.

        • Me esperaba por lo menos dos enlaces. Al ser una palabra que «se escucha hasta la saciedad en las tertulias televisivas, (y) se lee en las columnas de opinión de los diarios (todos) más influyentes»…

  6. Malo, malo, os han dejado solos en los comentarios, eso es que ya no enerváis espíritus progresistas. Como representantes de la vida a la contra, lo que no es muy reconfortante, os alegráis, o lo parece, de algo que a todas luces (quien las tenga) es muy peligroso. Como esto enerva y atemoriza a los progres bienpensantes, lo dais por bueno, pero solo por ese efecto, que es colateral, pues las consecuencias de lo que está ocurriendo serán más graves y, sobre todo, nos afectarán a todos.

    Esto de la postverdad, que el propio nacimiento y uso el término ya es en sí una postverdad, no es sino el reflejo de varias consecuencias de la globalizacion: el exceso de informaciones para unos individuos incapaces de escrutarlas y corroborarlas; la enorme apertura social de las redes que ha devenido en que el individuo esté más aislado que nunca (solo lee, comparte, se relaciona con aquello que complementa su visión del mundo, sin necesidad de escuchar otras opiniones, como, por ejemplo, ocurre/ocurría en los bares, pues en la red, a diferencia de en la realidad social «física», si los argumentos de alguien no te gustan, no hace falta rebatirlos, solo romper la relación o la conexion con ese internauta de una forma anónimo y nada traumática); y el triunfo del anonimato y de la desinformación en la sociedad de la información.

    La consecuencia de todo esto, por mucho que creamos que el mundo ha cambiado, es parecida a lo ocurrido en el siglo XIX. Entonces, el liberalismo, para cambiar la sociedad y acabar con el Antiguo Régimen, se tuvo que aliar con el nacionalismo, lo cual devino en un proteccionismo económico, hijo del nacionalismo, y un desarrollo industrial, hijo del liberalismo, totalmente incompatibles, y que llevó a Europa (entonces el mundo, prácticamente) a dos guerras mundiales. Hoy, como entonces, el desarrollo tecnológico se ha echado en brazos de un neonacionalismo que lo usa no para aumentar el conocimiento de la realidad, su verdadero potencial, sino para hacer del mundo algo más pequeño, simple y, sobre todo, frustrante. Y aquí tenemos hoy a la postverdad, que no es otra cosa que los cotilleos, rumores y bulos de portera de toda la vida agigantados en cuanto a su difusión, que no en cuanto a su esencia y fundamento, unido a la machacona y estupida idea de que es más importante la libertad de pensamiento que el pensamiento mismo. Por supuesto que las élites, o como se quieran llamar siempre han manipulado y usado, y lo siguen haciendo, la información y la formación para controlar, disciplinar, adocenar y domesticar al pueblo, pero por venir de donde venía, este uso tenía cierto grado de sofisticación que contribuía a mantener el orden sin renunciar, al menos virtualmente, al deseo de libertad individual, pero eso es una cosa y otra, como ocurre en la actualidad, es considerar el dislate un derecho humano. Y Trump, Podemos, Farage, el Putin 2.0 (lúcido, sí, amoral y peligroso, también), el nuevo independentismo catalán, el animalismo, el fascismo de lo políticamente correcto, la CUP, Ada Colau o el FN de Marine (no el de su padre, que era otra cosa) son los hijos e hijas de la dictadura de del pajarito de los 120 caracteres y el conjunto de covachas-búnker malolientes diseñadas por Zuckerberg. Todo esto, junto a los ajustes de cuentas no saldadas que aún muchos mantienen y los atávicos deseos de putearnos unos a otros, forman un explosivo cocktail del que no sabemos cómo saldremos. Pero buen, ¿alguna vez lo hemos sabido?

    Para finalizar, obviando Trumps, brexits, etc., la verdadera postverdad, y lo que verdaderamente aterra más allá de las filias y fobias de cada uno y sus obsesiones anti-lo-que-sea, es que si corre una foto tuya por whattsapp diciendo que secuestras niños, es que eres un secuestrador de niños, y punto. Eso es la postverdad.

  7. Amigo coincido en tu análisis histórico, no pienso sin embargo que sea extrapolable. El liberalismo en tanto que utiliza la globalización para expandirse a costa de la clase media occidental y no de la masificada obra de mano rural emigrante a la ciudad, está quemandose por la voluntad política de los electores.

    Hay además un resurgimiento del nacionalismo pero no frente a órganos supranacionales a los que se ha cedido soberanía (en España hay que recordar que ha sido un Tribunal europeo el que ha ilegalizado las cláusulas suelo), sino frente a una presión demográfica venida de fuera que ha desestabilizado el Estado de Bienestar. El fenómeno británico es partícular como particular es su cosmovisión.

    Escarmentaremos los españoles en experiencia ajena, lo cual es positivo.

    Imperara el eurorealismo no el euroescepticismo.

    Para mí la historia no es cíclica, es dinámica, transformadora.

    Las redes sociales posibilitan la formación plural de la opinión pública, su democratización.

    Tenemos que confiar en los mecanismos de contrapoderes en nuestras democracias, y eso es real y positivo.

    Los abusos, manipulaciones y agresiones en las redes sociales no enturbian la fuerza imparable de cuestionar la imposición de lo politicamente correcto.

    Tan peligrosa es la desinformacion como la ignorancia informativa, o lo que es igual, la indiferencia como condescendencia respecto de la información dirigida, que es utilizada como instrumento de ingeniería social, y que es intolerable.

    Ni los progres son tan progres ni los reaccionarios somos tan antiprogresistas como se nos pinta.

    El debate es difícil de mantener con quienes elevan su visión del mundo desde los dogmas ideológicos, pues no recurren a la dialectica y desprecian la realidad.

    La Historia se mueve, Rousseau esta tan tocado como Hegel. Es la hora de expandir a Montesquieu y de recuperar el realismo filosófico.

    El siglo XXI se dirige a hacer agonizar definitivamente las ideologías, a imponer el realismo en el observador, y a reaccionar frente a las imposiciones exteriores desde el escepticismo, la espiritualidad evasiva, o un Humanismo evolucionado, menos dogmático y más pragmático, contestario.

    El único conflicto que atisbo es el que ya existe, Occidente y Oriente.

  8. La posverdad no es más que un eufemismo de REALIDAD, la que los hegelianos desean dominar como beneficiarios de una opulencia que ni es real ni está tan extendida como pensaban.

    La realidad perturba tanto a los autosatisfechos como a los reaccionarios, pero en sentido inverso. Pero se impone denunciando las miserias de unaa sociedad otrora satisfecha hoy desencantada.

    No existe laa posverdad, la realidad estuvo siempre ahi pero se evitaba.

    La crisis trajo consigo el miedo paralizante, los años el discernimiento sobre las causas y hoy el ajuste de cuentas frente a los que la ocasionaron manteniendo su posición privilegiada.

    Ni Trump ni Putin me parecen una amenaza, más bien son hábiles oportunistas que han sabido aprovechar el contexto, porque no menospreciaron la realidad.

    Por ahora ambos sí pararan la guerra en Siria.

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