Amores difíciles, amores urgentes

José RiveroEl reciente pase por el programa de la 2, Historia del cine español, de sendas películas de los primeros sesenta nos permite establecer similitudes y referencias comunes entre ambas películas y con otras próximas en el tiempo. Y nos permite, al mismo tiempo,  un alto contraste con el cine que se produciría una década más tarde, ya en los setenta, bajo el membrete expresivo del cine del Destape. Un cripto-erotismo de uso propio y muy celtibérico.

En esos años, tan difíciles como los de los amores citados, José Luis Dibildos trató de poner en pie la llamada, urgentemente, como Tercera Vía del cine español. Una alternativa entre el cine de calidad que defendían directores minoritarios de las Conversaciones de Salamanca y el llamado Cine de masas, sin ningún interés formal salvo el de llenar  las salas y las cuentas de taquilla.

amador (1)Hay que decir que desde 1961 que salen a la calle las primeras promociones de titulados de la Escuela Oficial de Cine, va a producirse un salto cualitativo importante en la maduración cinematográfica española. Salto que tiene coincidencias cronológicas con todo el desarrollo del Nuevo Cine que se está realizando en Europa en esos mismos años: desde la Nouvelle Vague en Francia, al Free Cinema en el Reino Unido. Claro que el llamado Nuevo Cine español, estaba acogotado por la firme censura cinematográfica imperante, razón por la que determinados temas eran de tratamiento difícil o imposible, ya fueran asuntos políticos, ya cuestiones sexuales. Y eso que en esos años, con la Dirección General de Cinematografía en manos de García Escudero, hubo cierta relajación censora coincidiendo con la liviana ‘libertad de Prensa’ enunciada por Fraga en 1964 desde el Ministerio de Información y Turismo.

Las primeras realizaciones de directores como Francisco Regueiro, Manuel Summers, Carlos Saura, Miguel Picazo, Mario Camus y Basilio Martín Patino dan buena cuenta de lo que venimos afirmando: un interés por aumentar los cauces expresivos y por abordar asuntos actuales, bajo un tratamiento discursivo desinhibido y puesto en valor por una fotografía muy cuidada. Una doble apertura, formal y temática es la que esbozan estos jóvenes directores.

Bastaría para ello comentar las dos películas citadas al comienzo de este texto, El buen amor de Regueiro (1963) y El juego de la oca, de Summers (1965) componen una mirada crítica sobre la sociedad del momento y sobre sus estrecheces morales y sexuales. Una pareja de estudiantes universitarios madrileños, que deciden pasar un día, solos en Toledo, lejos de las miradas del entorno próximo, dan pie para muchos apuntes sobre una sociedad gris y adormecida, es el sumario de la película de Regueiro. Y un asunto de un adulterio imposible en la España de 1965, pese a la incipiente motorización, los bikinis en las playas y los primeros ecos de la música Pop, es el esquema propuesto por Summers.

Algo parecido podríamos afirmar de otras películas próximas en el tiempo, como serían Amador (1964), del mismo Regueiro y La tía Tula (1964) de Miguel Picazo. Ambas obras vuelven a plantear esos problemas de una sociedad tutelada y de moral estrecha y esquinada, que dificulta las relaciones personales normalizadas y que conduce a finales conflictivos. Lo más sorprendente de todo ello, es que tales esquemas narrativos del Nuevo Cine español, se fueran agotando, o que pasaron a engrosar esa forma de resistencia blanda de la ya citada Tercera Vía.

TULAPor no hablar del más vergonzante salto que experimentaría la cinematografía española con ese subproducto llamado y conocido como Destape que no se si inauguró la popular cinta No desearás al vecino del quinto (1970), obra de Tito Fernández, y que aguantó 31 años como la película más taquillera del cine español, hasta que Torrente/Segura la desbancara. Modelo cinematográfico y visual el del Destape, explotado desde las constantes de la represión sexual del macho ibérico, donde se dan la mano obsesiones viejas con cuerpos satinados nuevos.

Donde la lenta relajación censora, permitió la exhibición de desnudos parciales e integrales ya, con La Trastienda (1975) de Jorge Grau y el visionado integral de María José Cantudo. Y ello pese a que Grau procedente de la llamada Escuela de Barcelona, venía de hacer películas tan meritorias como fuera Noche de verano (1962). Una película ésta con muchas coincidencias formales y temáticas con las películas que venimos comentando. Ese mismo año se produciría el final formal del franquismo con la muerte de Franco en el Pardo, al mismo tiempo que el desnudo de Marisol en la revista Interviú establecía el comienzo de un tiempo nuevo. Pero ese ya es otro cine.

Periferia sentimental
José Rivero

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2 COMENTARIOS

  1. El cine de los años 60 fue un escaparate de cambio.
    Para algunos, fue García Escudero el ‘padre’ del ‘nuevo cine español’, que hablaba de dos tendencias: la de Madrid, social y celtibérica, en torno a la Escuela Oficial de Cinematografía y la de Barcelona, la célebre ‘escola’.
    Las condiciones del nacimiento de este ‘nuevo cine español’ quizás expliquen lo que sucedió después. Tal vez por culpa de unos jóvenes a los que se les puso fácil el primer paso y que, después, no supieron dar por su cuenta los pasos sucesivos. O, tal vez, se les retiró la confianza indispensable.
    Sea como fuere, lo que debemos reconocer es que el ‘nuevo cine español’ ha dejado tras de sí algunas películas importantes, ha incorporado nombres a la profesión y ha elevado el nivel general de la producción.
    Al fin y al cabo, el cine es un viejo caballero caprichoso, imprevisible y lunático.
    Y como a todo anciano, que tantas pasiones, aventuras y romances ha disfrutado, cada vez le cuesta más y más levantarse.
    Se suele refugiar en lo que ha funcionado y tiene una tendencia a repetir, incansablemente, su dieta.
    Pero, como gran vividor que es, de repente, necesita aire fresco, moverse y volver a recuperar la ilusión que tanto ha creado y compartido…

    • Otros la paternidad del ‘Nuevo cine’ la colocan en productores con visión y talento. Casos como Matas, Fraile, Muñoz Suay y sobre todo Querejeta. Quizás sea todo una conjunción de factores diversos los que posibilitaron ese brillo efímero.

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