Himnos sin pasión

ReymondeNadie, ni nosotros mismos, podría explicar a ciencia cierta por qué de entre las muchas músicas que nos gustan, algunas de ellas nos emocionan de manera especial y profunda, incluso desde la primera escucha. A veces, nos retrotraen a momentos concretos, otras veces es el valor de la letra más que de la propia música… en el fondo da lo mismo el contexto: por una u otra causa, hay músicas que remueven el alma.

No siempre se debe a una comunicación directa entre la obra y el oyente. En esa reacción pueden pesar otras razones, aunque más bien diría otras pasiones. Seguramente para eso nacieron los himnos, para representar y reforzar pasiones colectivas. Y en mi opinión, ése debería ser el criterio último del valor de un himno. Pero en la práctica no es así. Para ilustrar mis argumentos, les invito a pinchar en los hipervínculos que aparecerán en el texto.

La principal cualidad de un himno debería ser su capacidad de ser cantado por un colectivo amplio. En caso contrario (sea por la letra, por el ritmo de la melodía o por cualquier otro aspecto) ya no sería un himno, sería algo distinto: una oda, una mera marca, una bella canción o cualquier otra cosa… Tampoco nos confundamos con la reacción individual de quien no se emociona con un himno – oficial o de cualquier índole – o que sintiendo emoción sea incapaz de cantar: no me refiero a la reacción particular, sino al potencialque contiene la música de un himnopara desatar ese tipo de emoción colectiva.

La designación de los himnos, los temas musicales que representan a colectivos determinados – sean por encargo o por tradición – no se eligen por consulta, ni surgen como las leyendas urbanas, o como las expresiones coloquiales que se instalan en el imaginario colectivo, que no se sabe de dónde provienen, que simplemente nos identificamos con ellas (y a toda una generación) y las ponemos en nuestra boca. No. Los himnos los escogen o los encargan personas que representan o deciden sobre los colectivos, presidentes o asesores de la entidad en cuestión. Y las decisiones que toman me hacen dudar mucho de la capacidad de estas personas al respecto.

Para desatar la pasión por la identidad, el empuje colectivo y las ganas de marchar sobre el adversario, hay una extraña asociación de ideas por la que un himno debería tener cierto carácter épico, con cierto aire a marcha militar. Tan recurrente como falso: para mi gusto, en general, los mejores himnos precisamente están alejados de la épica, y conectan con el colectivo por otras vías mucho más sutiles y eficaces. Y si rápidamente hubiéramos de pensar en algún himno (da igual que nos identifique, que nos apasione, o que no) encontraremos que no hay muchos himnos conocidos. Cabría decir por descarte, que lo que no nos ha venido a la mente es porque es malo o porque no conseguiría apasionarnos. Porque, por el lado contrario ¿cuántos himnos buenos desconocemos? ¿Conocen el Himno de Dinamarca? Es una preciosidad, para mi gusto.

El caso de los himnos de los clubes de fútbol es muy ilustrativo. Un himno debería escogerse con cuidado, porque no debería responder a la moda de un momento, sino tener la cualidad de ser imperecedero; porque por definición, un himno es un símbolo “sagrado”, y resulta enormemente patético adorar un dios de barro simplemente por el capricho de aquellos que lo encumbraron. Y si no vean los pitos  de la afición del C.D. Tenerife ante la nueva versión del Himno del Tenerife. Es que nosotros no somos como los estadounidenses, que tienen una larga tradición en hacer versiones de su himno nacional.

Muchos de los himnos oficiales son cantados por una eminente voz solista bien timbrada, lo que de entrada me parece un error, porque el coro nunca puede ser un gran conjunto de solistas. El Himno del Real Madrid, pasodoble en la copla / marcha en el estribillo, con una letra lamentablemente rancia (“las mocitas madrileñas van alergres y risueñas porque juega su Madrid”…), por más veces que se emita, no podría ser cantado por un estadio sin cierta mofa. La mayoría de himnos de otros clubes son más oficiales que sentidos por la afición: los gallegos prefieren cantar el Himno de Galicia en el estadio, antes que el de su propio club. Por no hablar de himnos de mercado o para escuchar en el sofá (como los que canta Plácido Domingo para el nuevo Himno oficial del Real Madrid o el de su Centenario; o el interminable Himno del Centenario del Atlético de Madrid, un himno construido a base de tercetosa la mayor gloria de su autor, Joaquín Sabina). En cambio, cuando uno escucha la versión oficial del  Himno del Liverpool (una balada tipo slow rock de los años sesenta) se le caen todos los prejuicios de golpe: si este himno es la envidia de muchos equipos de todo el mundo, es precisamente porque el estadio entero lo canta, como una danza maorí. En esa línea, en el fútbol español hay dos himnos ejemplares, el Himno del Centenario del Sevilla– con ritmo de bulería – y sobre todo el Himno del Barcelona – cortito, sencillo, con sus palmadas y sus gritos, que lo pueden cantar (mientras sea en lengua catalana) hasta los niños del Norte y del Sur.

El actual Himno de España (con tempo de marcha real, sin letra) es el símbolo oficial de España. Sin embargo, me resulta enormemente bochornoso ver sistemáticamente en los estadios (en acontecimientos internacionales) a muchos españoles que cantan la segunda parte del Himno sin esperar a que termine la repetición de la primera parte (que está sonando a la vez por megafonía): la emoción no está reñida con la cultura, pero algunos no lo ven así. El Himno de España del régimen franquista (tempo de marcha militar) recogía la letra que Primo de Rivera encargó en 1928 a José María Pemán, solo que Franco prefirió alzar el brazo antes que la frente: “Viva España, alzad los brazos, hijos del pueblo español…”. Entre unos y otros, creo que lo menos problemático sea tener un himno sin letra. Es como el minuto de silencio en los estadios: ya no existe, ni dura un minuto, ni hay silencio, pues en su lugar se escucha algo parecido a una elegía (lo cual me parece también otro síntoma lamentable de los tiempos actuales).

En la elección de himnos de nacionalidades y regiones, hay elecciones acertadas – como los emocionantes Himno de Galicia (a tempo moderato), o Himno de la Comunidad  Valenciana (instrumentado para banda). En cambio, hay otros tristes ejemplos, como el Himno de Aragón que se prefirió encargar su composición al turolense Antón García Abril, una obra sin arraigo popular, a diferencia de la propuesta de elección del “Canto a la libertad”, del zaragozano José Antonio Labordeta. Como éste último, hay muchos himnos que también interpelan a la libertad y a la tierra, como el Himno de Andalucía. Y porque incluso hay canciones, de origen popular o no, cantadas a coro, que podrían convertirse perfectamente en himnos, como el escogido con gran acierto – en mi opinión – para el Himno del Principado de Asturias (“Asturias patria querida”) que emociona hasta a los mismos reyes de España.

Llegados a este punto, probablemente sientan curiosidad por conocer el Himno de Castilla – La Mancha (en este enlace se escucha la música utilizada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en todos sus actos oficiales – y menos mal que no lleva ningún párrafo de la mítica obra de Cervantes). A este respecto la página web del Gobierno regional dice: “A pesar de que el artículo 5º del Estatuto de Autonomía indica que la región tendrá un himno propio, en la actualidad tras más de 25 años de aprobación de dicho estatuto no se ha llegado a un acuerdo sobre un himno apropiado para la región. Se han presentado varias propuestas entre las que cabe destacar la de usar la «Canción del Sembrador» de la zarzuela «La rosa del azafrán» de Jacinto Guerrero, el «Canto a la Mancha» de Tomás Barrera y alguna otra propuesta como la presentada por un grupo de ciudadanos de Villarrobledo con el título de «Patria sin fin». Francamente, no sé qué es peor: si intentarlo aunque salga mal, o no hacer nada. En mi opinión, y cuando menos, el desinterés absoluto que nuestros representantes políticos (y ya los hemos tenido de distinto signo) han mostrado por el himno, está en consonancia – valga la expresión – con el valor que se otorga a la música desde las instituciones: obras son amores.

Por último, quiero fijarme en los himnos de los partidos políticos españoles. No son himnos para ser cantados, sino marcas con sonidos de ordenador (algunos de ellos horrorosos sin paliativos, como el Himno de Izquierda Unida) para ser reproducidos por megafonía en actos electorales o como cabeceras de espacios en los medios de comunicación. El Himno del PP, musicalmente, me parece extraordinario y estimulante como ningún otro. Francamente, con un tema tan bueno, no entiendo la obsesión de financiarse ilegalmente para hacer inútiles versiones latinas o alternativas (que hasta los periodistas abandonan la sala entre risas antes de que termine la música el día de su presentación). En el otro extremo, un himno que no dice nada, pero nada de nada, que ni tiene melodía: el Himno de Ciudadanos (me abstendré en este caso de comentar nada de nada). De Podemos no puedo opinar mucho, porque he encontrado tantos temas que no sé si son de utilidad limitada o qué. Por último, el tema del Himno del PSOE de 1982 basado en el célebre tema de la película Carros de Fuego (1981), se ha mantenido hasta hoy. Pero los cambios de tempo, de sonidos, de ritmo… no lo han mejorado. No es de extrañar que Pedro Sánchez haya recurrido al Himno de la Internacional para la finalización de sus mítines de campaña de elección del Secretario General. Ahora que se pretende abrir un tiempo nuevo, no estaría de más que se replanteasen cual va a ser el nuevo símbolo musical del nuevo PSOE, porque el viejo tema está completamente amortizado.

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde

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12 COMENTARIOS

  1. El Himno español tiene un origen muy misterioso. Ya cuenta con tres siglos de vida a sus espaldas en los que se ha mantenido ligado a nuestro país de forma irremediable.
    Todo comenzó cuando Fernando VI decidió, en 1749, unificar y reglamentar los ‘toques de guerra’.
    Sus antecedentes son misteriosos. Los expertos no se ponen de acuerdo.
    ¿Tal vez la Cántiga número 42 de Alfonso X El Sabio, quizás un regalo del rey Federico II de Prusia a Carlos III, o una pavana de Enrique de Valderrábano?
    El 3 de febrero de 1815, la ‘Marcha de Granaderos’ pasó a ‘Marcha Real’ y el 8 de enero de 1871, la ‘Marcha Real’ pasó a ‘Marcha Nacional’ española por decisión de Amadeo I de Saboya.
    Ahora bien, la pregunta es: ¿qué siente usted cuando pitan el Himno nacional?
    Mi respuesta es clara y elegante a la vez: ¿qué opina usted si abuchean o pitan a su madre?
    Al fin y al cabo, como decía el escritor islandés Halldór K. Laxness, «los himnos nunca parecen tan largos como en la niñez y nunca es su mundo y su lenguaje tan ajeno al alma. Lo contrario ocurre en la vejez: las horas son entonces demasiado cortas para los himnos»…

  2. Interesante artículo. Personalmente me gustaría que el himno de España tuviera letra, y la de Peman me parece buena. Pero se escogió no polemizar, y claro, ni tan siquiera cambiando el alzad los brazos, encontramos un término medio. Lo desechamos todo.

    En España es imposible consensuar nada, porque no faltan los impositores de su idea de España, y consensuar tan siquiera una letra para el himno, es tarea imposible. Tenemos el himno de nuestro carácter, un fuerte carácter de mínimos.

  3. Para que un himno tenga letra primero tendría que haber poesía, y para que hubiera poesía tendría que haber un sentimiento; el sentimiento fue destruido por completo por la derecha española, siempre levantada contra cualquier cosa parecida a lo que llamamos «pueblo» a lo largo de la historia, y por eso no hemos tenido ni nunca tendremos himno nacional. La derecha nos ha quitado al pueblo y con él nos ha quitado el orgullo de ser españoles.

    Precioso, el himno de Dinamarca.

    • D. «Á.R.», converjo con usted.
      España, junto con San Marino y Bosnia-Herzegovina, son los tres países del mundo cuyos Himnos nacionales carecen de letra.
      Los políticos de la Transición, en 1975, hartos de cantar el ‘Cara al Sol’, le quitaron la letra a la ‘Marcha Real’.
      Nuestro Himno no tiene letra porque, después de 81 años, se sigue viendo como una rémora del franquismo.
      El patriotismo, como sentimiento de amor a un país, requiere una historia común, unas experiencias pasadas compartidas y entendidas del mismo modo.
      Esto resulta incompatible con que en España se enseñen en los colegios diecisiete historias distintas, y algunas incluso enfrentadas…

      • Por cierto, para mí, el himno nacional más bello del mundo es ‘La Marseillaise’ (himno de Francia), tanto por su significado como por su belleza musical y lírica…

        • Si el himno de España tuviera ese origen y ese significado, otro gallo cantaría. Tanto el himno de España, como la bandera están lo suficientemente contaminados por la dictadura, como para que la inmensa mayoría de los españoles no los considere como algo que ensalzar.

          Estos mamarrachos de la ultraderecha aún no entienden que para querer a España no hace falta llevar una pulserita en el collar del perro con la bandera de España, en el retrovisor o en la muñeca.

          Querer a España es respetar a sus ciudadanos, a sus instituciones, a sus investigadores, a sus funcionarios, a sus empresas, a sus ancianos…todo aquello que, día a día, destruye este Gobierno de España.

          Hoy leo que Maíllo del PP ha dicho que «no se puede hacer una causa general contra el PP», pero el PP si puede tener cientos de imputados, juzgados, sentenciados y demás causas pendientes por robar a camiones…Ellos, los patriotas, los que aman a España.

          Pues miren, señores del PP, para amar, lo primero que hay que hacer es NO PONER LOS CUERNOS. Y ustedes le han puesto los cuernos a España, mientras le decían que la amaban con locura.

    • El mayor defecto del himno español no es su falta de letra sino su música: es mala, pésima, no transmite emoción. No vamos a pedir que se parezca a La Marsellesa, pero al menos sí que se acercase al mínimo de calidad de los himnos ruso y americano.
      De acuerdo con Antonio en la calificación del himno del Sevilla y en desacuerdo con las loas al del Barcelona, simplón y sonrojante donde los haya. Creo que un club de la entidad del Barcelona se merece un himno de mayor empaque y musicalidad. Coincido en que el himno clásico del Madrid posee una letra trasnochada, pero son preciosos el del centenario y, sobre todo, el de la décima, lleno de pasión y sentimiento y con estribillo susceptible de ser cantado por cualquiera de los refractarios a memorizar letras:

      Ya corre la saeta/ ya ataca mi Madrid/ Soy lucha, soy belleza / y el grito que aprendí.

      Ya salen las estrellas/ mi viejo Chamartín/ de lejos y de cerca / nos traes hasta aquí/ LLevo tu camiseta pegada al corazón…

      Madrid, Madrid, Madrid
      Hala Madrid y nada más
      Y nada más
      Hala Madrid.

      • Buen comentario, comparto tus opininones en que la música del himno de España no destaca por sobresaliente; el himno de placido domingo y el de la décima son buenisimos.

        En el articulo falta referencia a la letra que hizo Joaquín Sabina al himno de España.

  4. La música en si no precisa de letra, la voz es un instrumento más…no me importa que no se cante nuestro himno, eso es lo que lo hace diferente y especial.

  5. En España lo primero que tiene que suceder es que mencionemos la palabra «España» con orgullo y sin complejos: ESPAÑA,ESPAÑA, ESPAÑA, y no esa tartufada de «Estado español» «Estado» a secas, la roja de fútbol, las guerreras de balonmano femenino, los hispanos del balonmano masculino, todo para no decir ni España ni españoles, no sea se ofenda algún memo.Si nos da vergüenza decir España delante de alguien, porque algún botarate nos puede tildar de fachas ¿cómo vamos a ser capaces de consensuar una letra para el himno?

    • En España tenemos mucha morralla.

      Cunde el mal ejemplo. Servirse de lo público es lo más extendido a izquierda y a derecha.

      Ni España es simplemente unos servicios públicos que prestar con eficiencia ni es simplemente un conjunto de símbolos y una certeza deseable por la inmensa mayoría de los españoles.

      Tenemos mucha gentuza política en las instituciones. Y se ha politizado todo para encubrir la basura que son capaces de generar.

      Acostumbrarse a la corrupción y admitir la mediocridad en nuestros dirigentes porque sea lo «democrático», hace daño a España o lo que es lo mismo, hace daño a los españoles.

      Lo verdaderamente democrático es esperar de cada uno lo suyo. De los políticos la defensa del Bien Común, de los funcionarios su sujeción a la legalidad, de las personas en general honradez y nobleza de carácter.

      Porque España se hizo con el esfuerzo y nobleza de muchas generaciones que confiaron en la integridad de sus élites.

      La decadencia de España comienza cuando esa certeza empezó a resquebrajarse, ya desde el siglo XVII, cuando la corrupción empezó a extenderse entre las élites y el pueblo llano.

      Hay que cribar a validos y pícaros.

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