Ruido blanco

La música es un mundo dentro de sí mismo, un lenguaje que todos comprendemos, que nos ofrece igualdad de oportunidades a todos para que cantemos, bailemos o demos palmas. La música es, y será siempre, una de las cosas que no vamos a dejar de lado en la vida. Se puede sentir en todo, se puede sentir en toda la gente.

ruido-blancoEl texto anterior no es mío, es una traducción al español del tema de Stevie Wonder Sir Duke, que viene a contar lo que todos ya sabemos: que la música es una necesidad, como el comer. Que sea ciertamente una forma de comunicación, un lenguaje más o menos universal, o no, es un tema de discusión que de momento quisiera obviar; simplemente aceptaré esta fórmula por cuanto de provecho me pueda servir.

El ritmo está en el acento de la prosodia, en el latido del corazón, al caminar, al golpear… La altura está en la inflexión de la voz, en el habla de las comarcas… Las asociaciones de acontecimientos a ideas musicales – en intensidad, velocidad, sonoridad… – son instintivas y permanentes: el susto, la risa, la tensión, la paz… Se crean códigos; por tanto, comunica. O sea, más allá de esta relación fisiológica, la música es humanidad: la música es expresión, pero sobre todo es idea y argumento, y no necesita un soporte extraño, sea texto o imagen, por más que puedan combinarse. Los grillos, las ranas, los pájaros… no cantan: somos nosotros con nuestro pensamiento, con nuestro raciocinio, los que dotamos a sus ruidos de cualidades musicales.

En la medida que entendemos la música y sus argumentos internos, entendemos que la comunicación se ha logrado, aunque luego nos guste más o menos. Sin embargo, la falta de comprensión de una propuesta musical nos produce un rechazo incontrolable, mucho mayor que una experiencia visual. No es fisiológico, es cultural. Aunque estemos dispuestos a nuevas experiencias sensoriales, el público en general siente aversión por propuestas de cánones poco habituales. No hay mayor miedo para un músico que el rechazo del público a una propuesta musical diferente. Supongo que miedo a ser etiquetado negativamente, y que esto pueda afectar a un futuro. Por eso, es muy frecuente que un músico seleccione su repertorio “para-que-le-guste-a-la-gente”. Esto significa simplificar el rango, y combinar “cosas conocidas”, con cosas menos conocidas pero similares, para “agradar” al público. El éxito de la propuesta se basa en la complicidad previa del músico con un tipo de público comodón, para quien la música es puro entretenimiento, para tararear y marcar con el pie. O sea, recurrir a estereotipos, el peor de los círculos viciosos.

Aún hay más: entre los músicos, hay dos categorías principales: los que buscan la fidelidad de la nota, y los que buscan la fidelidad de la música. Es como un actor bueno y un actor malo: se reconoce enseguida… siempre que el receptor esté dispuesto a apreciarlo y valorarlo como factor necesario para el disfrute. Es cultural, pero también es fisiológico. Quien se contenta con el estereotipo, poco valor le da a los matices. En consecuencia, cuanto más se potencie la música estereotipada, menor será la presencia de una música rica en matices. La música es infinita, pero a su vez se limita su variedad como consecuencia de estos prejuicios previos, de esta forma de entender la comunicación (sea por el propio mensaje o por el emisor – el intérprete).

La música, como fenómeno cultural, es también un valor de cohesión social, y por eso quiero seguir citando al tema de Sir Duke: “algunos de los pioneros de la música: Basie, Miller, Satchmo, y el rey de todos, Sir Duke. Y oyendo una voz como la de Ella (Fitzgerald) no hay forma de que una banda se pueda perder”. Stevie Wonder está reivindicando su legado cultural ¿Cuidamos así del nuestro?

Si la arquitectura de una zona se relaciona con el clima y las materias primas de la zona, en cierto modo podríamos pensar que con la música ocurre tres cuartos de lo mismo. Las grandes ciudades son paisajes artificiales, celdas que albergan a gente muy diversa, a la vez que configuran espacios homogéneos. La cultura, y por tanto la música, podría decirse que “va por barrios”: hay para todos los gustos. Por eso, en las grandes ciudades hay recursos para realizar propuestas musicales en consonancia conforme a los gustos de la población.

En Castilla-La Mancha – o si se prefiere, en la provincia de Ciudad Real – no hay grandes ciudades. Frente al bosque, en sentido real y figurado, nuestro paisaje es la llanura. Y ése parece ser el valor que nuestra sociedad le otorga a la música: un valor plano y delimitado. Podremos presumir de talento, pero ni de oportunidades, ni de variedad. Como generalización, esta afirmación podría parecer contradictoria, ya que hay poblaciones donde la actividad musical conserva un importante arraigo social: la cantidad es un factor necesario para que germine la calidad, y gracias a eso contamos con muy buenos músicos. Y viceversa, la falta de oportunidades dificulta el progreso. Será por esto que hay tan pocos buenos músicos de cuerda en relación con músicos de viento. Será por esto que donde se escucha música en directo se mantiene, se fomenta, se demanda su presencia.

Con este artículo quiero abrir en miciudadreal.es una nueva columna (de igual nombre) para dar cabida a músicas de un espectro amplio (contribuyendo en la medida de lo posible a su comprensión) y reflejar mi punto de vista sobre experiencias propias o ajenas: Ruido, se llama al sonido sin una altura definida, por contener su espectro muchísimos parciales – ondas de distintas frecuencias/altura y amplitud/intensidad – sin un orden claro. El espectro del llamado ruido blanco contiene parciales de todas las frecuencias con la misma intensidad y de ahí su nombre, ya que la luz blanca también contiene todos los colores o frecuencias visibles (Núñez, Adolfo: Informática y Electrónica musical. Madrid, ed. Paraninfo, 1993).

Antonio Fernández Reymonde
Ruido Blanco

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7 COMENTARIOS

  1. La música es la más universal de todas las ramas del arte, sin duda. No hace falta distinguir un allegro de un andante ni tener la más mínima idea de solfeo para disfrutar con la melodía que nos regala. Conozco a gente con una cultura muy básica que se emociona con las arias y oberturas de Verdi y a otra, más preparada y culta, que asiste habitulamente al Teatro Real como quien consume objetos de arte sin valorarlos. Sensibilidad es lo que hace falta para disfrutar, reir de felicidad y llorar, si se tercia, con la buena música. Si cuando escuchas por primera vez la obertura de El barbero de Sevilla, no se te ponen los pelos como escarpias, podrás matricularte en el Conservatorio y aprender a tocar la viola , pero nunca conseguirás emocionarte con la buena música.

  2. Y de la música como bendición a la tortura de algunos sonidos. Y es que falta poco para que en los supermercados tengamos como música de fondo, machacoonamente, los villancicos de esas voces blancas, es decir , cantados por niños de manera monocorde y sin modulación. Durante casi dos meses, cajeros, pescaderos, carniceros y demás personal deben aguantar ese ruido cansino de fondo. Que alguien ponga fin a ese potro de tortura porque algunos terminarán por convertirse en asesinos en serie.

  3. Enhorabuena, Sr. Fernández Reymonde por esta buena iniciativa. Estaremos atentos, sin duda.
    Es verdad que, en la inmediatez con la que vivimos, la Música ha pasado de ser una creación a ser un producto de consumo. El concepto imperante es ‘music is money’.
    Por eso, hacen falta artículos como éste…..

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