No es milagro, sino industria: La victoria del último paladín de Alcudia

Felipe Ferreiro tiene el discurso ardiente de un caballero medieval, quizá por fuerza de vivir en estas soledades de Alcudia, al pie de los abismos de Sierra Madrona que asistieron a las locuras de amor de Don Quijote. «No es milagro, sino industria», dirían los personajes de Cervantes, lo que ha acaecido en la Venta de la Inés. Esta semana se suceden aquí las visitas para celebrar la llegada del agua tras treinta años de pleitos de un anciano sin apenas otro patrimonio que sus sueños de justicia contra el «poderoso» terrateniente, como gusta de decir Ferreiro.
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Este viernes, los miembros de la Asociación de Amigos de la Venta de Inés han acompañado a Felipe, a su mujer y a sus hijos, para celebrar la victoria del último Quijote, capaz de plantar cara a un monstruo más temible que el de las quimeras artúricas: la avaricia y la incomprensión humanas. Y precisamente como las historias de hechicerías y pendencias mágicas ha acabado el singular duelo de este anciano. El encantamiento se ha roto, y el embrujo disipado como la niebla al mediodía: las antiguas cañerías de cerámica que el poderoso arrasó para expulsar a Felipe han vuelto a surtir merced al sortilegio del agua.

El encuentro ha servido, además, para unir a los paladines de la dignidad, celebrar que no todo en la vida es sombra, invocar el valor de la amistad e inmortalizar en un placa, colgada en la fachada de la casa, que una vez se hizo justicia con un buen hombre.

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