La mujer del Valle (12)

El poli Wen contaba los desconchones de la habitación donde se hospedaba. Se entretuvo en una mariposa que revoloteaba en torno a una bombilla de la lámpara, la única que lucía, como si quisiera fundirse en su incandescencia. Fumaba. Lo había dejado pero había vuelto a fumar cuando se hizo cargo del caso y porque fue incapaz de rehusarle un cigarrillo al viejo Abdón.
relatovalero

La mujer del Valle

Manuel Valero

Capítulo 12

La cosa era gorda. Una simple gragea era lo que se podía sacar combinando los elementos químicos y sintetizándolos en su justa proporción en el laboratorio. Una simple gragea que fabricada en masa acababa con cualquier mal que torciera la salud. Adiós hospitales, adiós médicos, adiós a la Medicina como ciencia… todo maravilloso, miles de millones de recursos ahorrados en la sanidad, adiós a la sanidad como promesa electoral, una mundo feliz para quienes pudieran fabricarla, para los gobiernos que se hicieran con la fórmula, unos Estados poderosos con un población sana y saludable que podían derivar cantidades ingentes de recursos en otros menesteres, por ejemplo armamento. El resto del mundo, es decir, el mundo marginal, los barrios planetarios de pobreza que son los países indigentes de la Tierra verían a sus pueblos diezmarse a cada lustro mientras en el mundo de posibles… ni un simple resfriado. Joder, esto es… demasiado, no es posible. Al poli Wen lo sobrecogió un presentimiento. De repente todo podría trastocarse, la geopolítica global experimentaría un nuevo orden. Ya no era el petróleo, las energías renovables, ni siquiera el poderío nuclear. Ahora era una simple pastilla la que ponía todo patas arriba. Y, según el ministro, los gobiernos andaban detrás de una fórmula que había sido transmitida al mundo por televisión. La fórmula estaba ahora al alcance de cualquier país, pero la policía tenía el deber de encontrar al asesino o a los asesinos de la muchacha en cuyo bolso se encontró el dichoso jeroglífico de la salud perpetua. La sucesión de imágenes que cebaban los pensamientos del poli lo exasperó. No puede ser, esto es un sueño. Se golpeó la cabeza, metió la cabeza en el lavabo, se puso desnudo bajo la ducha. Llamaré al viejo, sí, eso haré. Ese hombre tiene el don de la calma. Y eso hizo, ya andaba montada la Feria de Mayo, ya se olía en el aire la sugerencia dulzona de los turrones y los sonrosados algodones, las mesas se extendían por la plaza, como en un anticipo del verano. Se sentaron. Aún quedaban restos de perplejidad en el rostro de Wen Sil. Abdón en cambio parecía más abúlico que de costumbre. Pero sólo fue al principio. ¿Y qué me dice, señor, de la formulita? Pues nada más que eso, una receta de cocina mágica… El gobierno ha dado orden de que el contenido del pen no se emita por la tele ni se publique en los medios… A buenas horas, dijo Abdón, ¿sabe lo que exaspera de este tiempo? Dígamelo usted, le respondió Wen. El vértigo, la rapidez, la velocidad de las horas y las cosas, y la superficialidad de las relaciones humanas, y la trivialización de las ideas y lo acontecimientos. Mucha tecnología, el mundo es hoy un baldosín. Todo a la vez. Y para colmo… ¿Aun hay más? Le interrogó el poli …Sí, que el invento ese que ha tirado una malla sobre la Tierra y la ha enredado y convertido en una corrala nos deja impresos para siempre, con nuestra personal baba de caracol. Es verdad que hay gente que necesita televisarse a sí misma ante los demás, que usa las redes como una vía de escape para su incontrolable exhibicionismo… pero también los hay que reivindican la desaparición del mundo virtual, que no quede ni rastro. Pero es imposible, amigo Abdón. Ya lo sé, amigo Wen. A ver quién es capaz ahora de detener la cascada cósmica de reproducciones, estampaciones, copias y pegas… que se han hecho de esa fórmula. Es como si la red fuera la eternidad, susurró el viejo. Quien no está en ellas no existe, quien está lo hará mientras exista la especie. ¿Una gragea que garantiza una existencia a salvo de cualquier tipo de enfermedad? Eso es inconcebible ¿Y qué? Uno va para los noventa y cinco y lo ha hecho sin pastillas, y viviendo la vida según venía el guion, si privaciones, privaciones, si abundancia, abundancia, que uno no ha sido un santo, mujeres, vino, parrandas ¿Cómo no va a caber eso en casi un siglo de vida? Al menos ahora serán todas las personas que la tomen las que morirán de natural más allá de los cien años sin enterrar a nadie… ¡Santo Dios! ¿Sabe lo que significa eso? No. El caos. La salud perpetua es el caos. El caos más absoluto. Estaban los dos sentados a la mesa. El viejo Abdón andaba un poco exaltado, como si a su formidable estado de salud le hubiera salido un competidor. Ahora todo el mundo se lanzará a fabricarla, incluso, los más atrevidos lo harán en el garaje de sus casas. No corra tanto, hay un detalle, precisó Wen. No podía ser de otro modo. ¿Cómo no iba a ver un detalle para hacer todavía más intrincado este caso que parece dispuesto a voltearlo todo? Bien, ¿y qué detalle?. Pues que por más que abunde por las redes la copia de la formula, es imposible fabricarla. ¿Por qué? Hay un componente absolutamente secreto, sin el cual la formula no es más que un modo de hacer pastillas de leche de burra… Venga le diré el componente. Solo lo sabe la seguridad del Estado, nosotros, dijo refiriéndose al Cuerpo de investigadores, y ahora, usted. ¿Y no lo saben los americanos, ni los rusos, ni los chinos? No. Hable ya. Mercurio.

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2 COMENTARIOS

  1. Bueno, las alquimias occidentales siempre tuvieron su punto esencial en la elaboración de preparados para alargar la vida en la transmutación de los metales. Y uno de los principales ingredientes de los remedios era el mercurio junto algunos extractos vegetales, sobre todo de la planta denominada ‘efedra’.
    Aunque, según la Ciencia, una cerveza diaria tras salir del trabajo, alarga la vida y rejuvenece.
    Bromas aparte, seguimos muy atentos…..

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