Crónica de la ruta senderista Ermita Virgen de la Sierra-Zuheros

Manuel Mohedano Herrero. Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia.- El domingo 19 de mayo, Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia ha realizado una ruta senderista en las Sierras Subbéticas, concretamente desde la ermita de la Virgen de la Sierra (Cabra) hasta la localidad de Zuheros.

Las rutas senderistas en la zona de Zuheros (Córdoba) han sido desde hace años una de esas espinitas clavadas, que nos hacían recordar por un lado la belleza del pueblo y de su entorno, especialmente el cañón del río Bailón, y por otro lado las adversidades climatológicas que hemos tenido que soportar cada vez que queríamos realizar una ruta en el lugar: lluvia, tormentas, nieve, granizo, se han conjurado contra nuestros propósitos en las dos ocasiones que organizamos allí una ruta. Y frecuentemente hablábamos con nuestros habituales compañeros de rutas de la necesidad de volver a insistir en aquel espacio, para poder disfrutar de sus encantos, hasta que, por fin, este domingo hemos podido recrearnos con el paisaje sin las molestias meteorológicas que en otras ocasiones nos han acompañado; al contrario, la jornada fue soleada y fresquita, ideal para el senderismo (aunque en más de una mochila se podían apreciar paraguas e impermeables: nuestros amigos, que son de lo más precavido).

Después de cumplir con nuestro ritual acostumbrado de desayuno y preparación para la ruta en una venta a pie de carretera, el autobús nos llevó hasta una pequeña explanada a los pies de la Ermita de la Virgen de la Sierra, que se asienta en lo alto de uno de los montes de mayor altitud de la zona, conocido como El Picacho (1216 m.), desde el que se puede contemplar gran parte del valle del Guadalquivir, Sierra Morena en la lejanía e incluso las nevadas cumbres del Mulhacén y del Veleta, en Sierra Nevada. Tras unos minutos para andorrear por los miradores admirándonos con las vistas que desde aquí se pueden apreciar o por el interior de la ermita, subimos de nuevo al autobús para que nos lleve al lugar donde comienza la ruta: preparamos mochilas, bastones y demás aditamentos y, tras breve información, comenzamos la marcha. Ante nosotros se presenta el poljé de La Nava, una amplia y verde llanura rodeada de montañas, que es en realidad un depósito de materiales arcillosos que forman un suelo impermeable, por lo que en época de lluvias permanece encharcado y cuando no llueve, como ahora, presenta un color verde intenso, todo cubierto de hierbas salpicadas de florecillas, aunque a lo largo del camino no dejan de aparecer hermosos ejemplares de espino albar o majuelo y de rosales silvestres.

Cuando llevamos poco espacio recorrido, cruzamos por primera vez el cauce del río Bailón, aquí muy cerca de su nacimiento y un regato apenas perceptible y sin agua, más o menos como nos lo encontraremos varias veces a lo largo del camino; pasamos cerca de un rebaño de ovejas plácidamente tumbadas en la hierba y de un par de cortijos, llegamos a uno de los bordes del poljé y nos acercamos a unos hermosos ejemplares de encinas y quejigos, muchos de ellos de gran porte. El camino sigue cerca del cauce del Bailón y, antes de cruzar un puentecillo sobre sus aguas, abandonamos el camino que traíamos y tomamos un senda, la vereda Marchiniega, que nos lleva, a través de espacio ejemplo de bosque mediterráneo (encinas, quejigos, arces, cornicabras, lentiscos, coscojas peonías,…), a la fuente de la Fuenfría, después de atravesar terrenos antiguamente cultivados y ahora abandonados, pero en los aún se conservan ejemplares de olivos, almendros y álamos: esta fuente es el lugar ideal para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas con los alimentos que llevamos en las mochilas y que generosamente se comparten.

Acabada la comida y el descanso, nos ponemos de nuevo en marcha para descender hacia el cañón del río Bailón y ya iremos todo el tiempo junto a su cauce, naturalmente seco, entre altísimas pareces de roca caliza y un gran despliegue de plantas que apenas dejan ver el seco y pedregoso lecho del río: hiniestas, majuelos, higueras, cornicabras, retamas, zarzas, bocas de dragón, rosales silvestres, esparragueras, madreselvas…, aún en plena floración, lo que hace más agradable este último tramo de la ruta. Un breve descanso en el delicioso rincón de la fuente de la Mora y continuamos el descenso por el cañón, contemplando las numerosas cuevas que la erosión ha provocado a lo largo del tiempo en la roca caliza; después de vadear el cauce del río varias veces, el camino llanea entre enormes farallones rocosos, a través de los cuales llegamos a divisar el pueblo de Zuheros. Más adelante, tras una ligera subida, llegamos a un mirador natural desde el que tenemos unas magníficas vistas del pueblo, con su blanco caserío y los restos del castillo musulmán y del palacio renacentista, y de los amplios paisajes que le rodean. Dejamos un tiempo para hacer las fotos que nos sirvan para recordar este espectacular cuadro, y comenzamos a bajar por un camino empedrado hasta que alcanzamos el puente sobre el río Bailón y las primeras casas del pueblo. Dejamos un tiempo para reponer de nuevo líquidos y fuerzas y recorrer algunas calles del lugar, antes de tomar el autobús de vuelta a Puertollano, después de otro extraordinario día de senderismo con los amigos. Sólo una pega cabría ponerle a esta jornada: la ausencia de agua en el cauce del río Bailón, que hubiera supuesto la culminación de la ruta; pero ese puede ser el acicate que nos anime a organizar otro recorrido en Zuheros y su entorno.

Puertollano, 30 de mayo de 2019

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