El cantil del diablo (10)

Un relato de Manuel Valero.- Pero duró poco su alegría. Apenas se hubieron alejado del lugar y penetrado unos metros en la selva, uno de los guardias apartó la cortina de la choza para inspeccionar,  descubrió la fuga y disparó al aire al tiempo que daba la voz de alerta.

-Por aquí, rápido- dijo el hombre que los liberó.

Corrían como podían en medio de la maraña. Los secuaces del extraño hombre blanco le siguieron de inmediato ayudados por un par de rastreadores. Otro soltó un perro negro como la noche que se lanzó a la carrera con los ojos inyectados en sangre.

Diana cayó al suelo y se torció un pie, el tiempo perdido en su rescate fue tiempo regalado a sus perseguidores y el perro. Cuando Pino se echó al hombro a Diana, el animal dio un salto de ataque pero fue abatido de un disparo por el libertador. El sonido del disparo facilitó el trabajo de los rastreadores, pero el hombre de la cara pintada de barro llegó hasta un árbol marcado, y de debajo de la maleza alzó una escotilla. Los tres se introdujeron en ella y desaparecieron como por ensalmo.

Cuando los perseguidores llegaron hasta allí no encontraron a nadie. Tan solo el perro malherido. Los dos rastreadores no hacían nada más que escudriñar el lugar porque era allí mismo donde se perdía el rastro. Uno de ellos estaba justo encima de la escotilla cubierta de maleza…

Pino, Diana y su rescatador siguieron por un sinuoso túnel que daba a una cueva enorme. Caminaron por ayudados de antorchas unos dos kilómetros hasta que llegaron a la bóveda de roca con un diminuto penacho de vegetación en la cúspide. El mar que entraba por otra abertura a la que se accedía buceando se amansaba en la cueva con una lámina de agua azul, casi fosforescente por la luz que llegaba desde el fondo al penetrar por el orificio del exterior. Diana se extrañó al ver una rudimentaria jaula de madera con dos palomas en su interior.

-Bueno, amigos, antes que nada he de deciros que sois unos estúpidos irresponsables¡ ¿Cómo se os ha ocurrido venir a este sitio?

Diana le contó la primera parte de su historia, su captura, su fuga del barco, el hallazgo de su cuerpo exhausto por el farero que prosiguió con el relato de aquella fantástica peripecia.

-¿Pero quién eres tú?

El libertador se lavó la cara y les dijo.

-Me llamo, Daniel y soy un agente al servicio del Gobernador de la región.

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3 COMENTARIOS

  1. Ya queda menos. Tres capítulos, creo. El valor de este relato es que lo guionice con los rest dientes del centro de transeúntes Virgen de Gracia de Puertollano a quienes he impartido un taller de lectura y escritura. La experiencia ha sido inenarrable. Gracias

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