Cuando el sistema se convierte en régimen

Daniel Escribano Violero.- Los que tenemos la suerte de haber alcanzado cierta edad, tuvimos la mala fortuna de haber conocido el régimen anterior.

El sistema por el que actualmente nos regimos, esta monarquía parlamentaria, es la heredara de ese régimen, dictatorial y autoritario. También recordamos aquellos días de la Transición, ese incipiente sistema democrático que en su día, fue capaz de generar ilusión, compromiso social y participación ciudadana.

Pero hoy, cuando han transcurrido algo más de cuatro décadas, se puede decir que este sistema democrático, tan deseado entonces, se ha convertido (o lo han convertido) en un Régimen de Partidos, en una Partitocracia turnista.

La enésima versión del clásico sistema de alternancia borbónica que, como ya sucedió antes, da muestras de agotamiento. Al fin y al cabo, a los Borbones se les podría aplicar aquella definición de locura, esa que dice hay que hacer lo mismo, una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes.

De aquel compromiso social cada día queda menos. Y aquella participación ciudadana se ha visto reducida a fiestas, festejos, carnavales y verbenas. Un país de pandereta, para nuestra desgracia.

A día de hoy, de toda aquella ilusión, esfuerzo, esperanzas y trabajo, solo queda un ejército de estómagos agradecidos, tanto en el PSOE como en el PP, que cada uno en su tiempo, se han ocupado de alimentar mediante el uso de prácticas caciquiles, repartiendo lisonjas o golosinas en forma de empleos.

En muchos casos unas precarias ocupaciones aunque mucho mejores que la precariedad e inestabilidad en la que viven aquellos ciudadanos que no maman de la generosa teta de estos partidos clientelares. Y este sistema les funciona, les da buenos réditos.

En estos días, cuando el PSOE se prepara para gobernar en solitario pero sin los apoyos suficientes, promete, miente y, al final, acabará acatando lo que le indique el IBEX y los poderes fácticos y financieros del Estado, ignorando la recomendación que sus votantes le exigieron el día de las elecciones, aquel “con Rivera no”. Pero Sánchez prefiere ignorar ese mandato que relegaba a la derecha a la oposición y prefiere jugar la difícil carta de una repetición electoral. Actitud que debería ser castigada en las urnas pero que el pueblo, siempre desmemorizado, temo que cometerá el error de otorgar el poder a aquella derecha, sin recordar los años de recortes, corrupción, latrocinio y volveremos a más, mucho más de lo mismo.

Otra vuelta de tuerca, forzando aun más la máquina del estado para volver de nuevo al punto de partida. Otra vuelta de tuerca que forzará aun más el hartazgo popular, recortando o eliminando servicios tan esenciales como ayudas para el estudio o plazas hospitalarias… En definitiva, el objetivo no es otro que dinamitar los pilares básicos de una sociedad moderna y de progreso con el objetivo de sustituirla por otra más inculta, más desatendida y, en definitiva, más dócil.

Ante tanto recorte, el pueblo hace escasos meses decidió que volviera a gobernar la izquierda. Y he aquí el error: ¿quién es capaz, a estas alturas, de seguir considerando al partido socialista como un partido de izquierda si al señor Sánchez le sigue resultando incómoda cualquier alianza con partidos situados a su izquierda? Empecinamiento que no se es capaz de comprender si no es bajo la premisa de seguir manteniendo el régimen. Y esa es, en definitiva, la tesitura en la que se encuentra Sánchez: por un lado la izquierda le resulta demasiado exigente y pactar con Ciudadanos o PP se le antoja de un descaro que, todavía, no procede.

No olvidemos que seguimos pagando como si el Parlamento estuviese a pleno rendimiento. Y mientras tanto, allí donde los resultados les han otorgado la mayoría absoluta, siguen mintiendo. Hablan de generosidad y consenso para después aplicar su rodillo totalitario.

Situémonos en nuestro propio pueblo, Alcázar de San Juan, sin ir más lejos, para hablar de estos estómagos agradecidos. ¿Hace falta que se diga algo? Yo creo que no. Estoy convencido de que a cada uno de los lectores de este humilde artículo se le ocurrirá algún nombre, algún ejemplo.

Seguro que se le viene a la cabeza algún vecino que ahora ronda al PSOE o a alguno de sus miembros más destacados a la espera de que le caiga alguna migaja. O se le vendrá a la cabeza algún ciudadano que tenga plaza sacada en alguna bolsa pero a quien nunca se le llama porque siempre sale alguna plaza de forma un tanto irregular. Y lo mismo podría decirse del rodillo totalitarista de la mayoría absoluta: tampoco hay que irse muy lejos.

Entre otros puntos, en el último pleno municipal, el del mes de julio, pudimos ver otra muestra de la actitud que desde aquí se critica. Fue cuando el equipo de gobierno, en respuesta a la pregunta de uno de los partidos de la oposición, contestó: “que a juicio de este equipo de gobierno, no se ha subvencionado ningún evento en el que se maltrate animales”.

Pues menos mal que el señor concejal de asuntos taurinos y festejos dice que no ha subvencionado nada donde se maltraten animales. ¿O no es subvención la promoción de este tipo de eventos? Que una corrida de toros, sea espectáculo, sea tradición, sea cultura, o lo que sea que en ella se vea, es más que discutible. Lo que no resulta discutible de ninguna manera es que al Bos Taurus se le maltrata. ¿O acaso no es maltrato que, después de alejarlo de su hábitat, se le maree, se le pique, se le claven seis arpones (pues eso son las banderillas, que no otra cosa) y, finalmente, se le clave un estoque que, entre vítores o pitos, le de muerte? Y si los y las ediles del equipo de gobierno del Excmo. Ayuntamiento de Alcázar de San Juan no son capaces de ver en ello maltrato, yo, con todo mi respeto, si lo veo.

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