La puertollanense María Julia Aranda presentará su novela «Los hombres de las corbatas» el 11 de octubre

La puertollanense María Julia Aranda presentará su novela «Los hombres de las corbatas» el viernes, 11 de octubre, a las 19.00 horas, en el Museo Cristina García Rodero de la ciudad minera.

El libro de Julia Aranda, editado por Círculo Rojo Grupo Editorial, va dirigido a todo aquel que ame leer. “Se trata de una historia de latente actualidad, con momentos divertidos, algunos de intriga y misterio y otros tantos de sorpresa, ternura y crítica social”, comenta la escritora.

CÍRCULO ROJO.- Inspirada en una voz que escuchó en una emisora de radio de una joven de 18 años llamada Roxana, Julia Aranda publica “Los hombres de las corbatas” con Círculo  Rojo Grupo Editorial. La autora, que lleva escribiendo desde los 7 años, destaca el encanto de su nuevo trabajo “por la diversidad de personajes que la habitan, una reflexión acerca del mal empleo de las redes sociales repleta de anécdotas curiosas y con un argumento ágil e intrigante”, explica Aranda, amante de la música en todas sus variedades, pianista y componente de varias agrupaciones como guitarrista y con tres premios literarios en su haber.

El libro, que sorprenderá al lector por los valores humanos que aporta, es también una forma de denunciar y crear conciencia sobre la pederastia en nuestra sociedad.

SINOPSIS:

La pequeña extremeña Lucía, las tarraconenses hermanas Martí, Nuria y Montse, la ranillera, Jaiza y la rapaciña Lúa, chicas en plena ebullición adolescente van siendo raptadas por el jefe de una panda de señoritingos adinerados, cuyas aviesas mentes los conducen a crear una red de pederastia en la que van ingresando las jovencitas, guiadas por la ambiciosa y calenturienta sesera de este oscuro personaje. La trama transcurre antes, durante y posteriormente al secuestro de cada muchacha.

AUTOR:

Mi nombre es María Julia Aranda López. Nací en Puertollano, provincia de Ciudad Real, el treinta de agosto de 1965. A las diez de la noche de esta fecha, cuando Mercurio gobernaba el firmamento puertollanense, mi buena madre me parió en una casita con patio blanco, tan blanco como era el color de mis ojos. Sí, vine a esta vida con un glaucoma congénito, herencia recibida de un bisabuelo de mamá que me provocó una ceguera durante toda mi existencia, hecho que jamás me ha limitado a la hora de lograr mis sueños.

Mi infancia transcurrió entre oftalmólogos y juegos divertidos, especialmente, en el pueblecito de mi madre, lar en el que disfrutaba como un cervatillo en plena naturaleza. Era muy feliz.
A los siete años me enviaron a un colegio de la ONCE en Sevilla, donde aprendí el braille y gocé por primera vez del placer de la lectura, el cual, nunca he dejado.

Al siguiente curso, me trasladaron a otro colegio de la misma entidad, pero en Madrid. Allí gané mi primer premio literario por un relato que compuse sobre cómo imaginaba un día en el zoo. Las personas que regían el centro educativo lo elogiaron y me regalaron un reloj con puntitos que me pareció un primor. Solo tenía once años.

Al finalizar la EGB, propuse a mis padres el incorporarme incorporarme a un centro en Leganés, para pasar más tiempo con ellos. Su respuesta fue afirmativa, por lo que hube de ingeniarme un método para avanzar en mi formación académica: yo daba hojas de calca a mis amigas, quienes copiaban sus apuntes a la vez que los míos y, al llegar a casa, o los copiaba en braille, dictados por mi padre, o bien él me los grababa en cinta de casete que yo memorizaba. Con este proceso, estudié Filología Inglesa, Hispánicas y, ayudada por libros en braille y mucha fuerza de voluntad, concluí uno de mis sueños, la Licenciatura en Piano en el Conservatorio de Ópera.

Obtuve las oposiciones para ejercer como maestra de inglés en la Comunidad de Castilla-La Mancha en 1991, concretamente en un Colegio de Puertollano en el que permanecí hasta que entró en vigor la ESO, momento en el que formé parte del claustro de un instituto, El Virgen de Gracia por doce años. Luego, decidí marcharme a enseñar inglés a los pequeñitos, esos locos bajitos, como los denomina mi admirado Serrat, con los que disfrutaba sin parangón. Sin embargo, ellos concluyeron con mis pobres y machacadas cuerdas vocales. Hube de padecer una operación de nódulos que me impediría el tornar a trabajar en la enseñanza.

Durante mi época como docente, compuse miles de piezas de teatro que interpretaba con mis alumnos y cuentos para motivar las clases. Recibí un Premio del Ayuntamiento de Puertollano por una Carta de Bienvenida al Mundo que dediqué a mi sobrina Celia.

Antes, había iniciado la escritura de Los hombres de las corbatas, mi primer proyecto a gran escala.

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