Cultura y política

No es inhabitual establecer relaciones entre la Cultura y la Política, por más que ambas realidades ocupen parcelas diferenciadas. Siendo ello cierto, no es menos cierta la facilidad con la que las barreras que las separan, tienden a disolverse, buscando un raro agrupamiento y una bella superposición. Que ello no es nada nuevo, baste recordarlo con el memorable número de Los Suplementos de Cuadernos para el Diálogo de 1971. Donde con motivo de unas reflexiones sobre el Realismo literario, se denominaba el contenido de la revista como Literatura y Política.

En la medida en que toda Política aspira a contar con su propio apoyo cultural y aparato de difusión cultural, que a veces algunos confunden con la simple y mera Propaganda, que es cosa diferente y menos elaborada; y en la medida en que toda Cultura nacida desde cierta orfandad material necesita del apoyo institucional y político para su simple existencia, podremos hablar de esa simbiosis y de ese raro agrupamiento. Agrupamiento no siempre admitido por los protagonistas, por más que ciertas realidades culturales precisen obligatoriamente y necesariamente del abrazo de la Política. Desde el universo de los Museos al mundo de cine (con harta frecuencia subvencionado o coproducido); desde la subvención del papel prensa de los periódicos físicos a la nómina de Premios públicos habituales (dotados con su correspondiente pago en metálico); desde la acción cultural exterior (Marca España, Instituto Cervantes) a las Ferias internacionales del Arte o del Libro; son muestras inequívocas de ese matrimonio de conveniencia o de necesidad.

Pero pese a todo ello, pese a esa viaje de ida vuelta entre Cultura y Política, conviene diferenciar ambos campos, por más veleidades que aniden en el alma del político deseoso de dotarse  de un perfil de intelectual o de humanista, y por más necesidades funcionales que exija el cuerpo del gestor cultural precisado de coberturas materiales, gestor que no siempre es un creador comme-il-faut, sino una suerte de intermediario y conseguidor entre el Político y el Artista. Piénsese en el bloque de las becas, estancias exteriores, intercambios culturales, subvenciones variadas y de premios diversos que con origen político-institucional llegan a engordar el funcionamiento habitual de la Cultura.

De aquí que como manifestación límite, se hable de Cultura subvencionada, cuando buena parte de las producciones y de los gestos culturales creativos nacen ya con esa mácula que señala a su potencial independencia y a su cuestionada autonomía. Por lo que la pregunta posible sería ¿pero hay alguna cultura no subvencionada? Y de aquí a la siguiente interpelación sobre la independencia cultural: ¿Es posible hoy ese estatuto del artista-creador independiente y autónomo? Siempre habrá dudas sobre la voluntad de los mecenas (sea cual sea su naturaleza física o jurídicas), siempre habrá sospechas sobre los sponsor mercantiles. Instituciones financieras, corporaciones industriales y entidades tecnológicas, juegan ya a  ese movimiento de Acción cultural, suplantando en buena medida a los tradicionales promotores institucionales públicos. Todo ello sin necesidad de haber articulado la Ley del mecenazgo.

Reconocido todo ello y sabedores de esas imprecisas fronteras, no debe de confundirse la Política cultural con la Cultura política, pese al esfuerzo de algunos por confundirse y confundirnos. En este territorio escurridizo es donde se produce el debate de la necesidad/innecesariedad de las administraciones culturales; por lo que hemos podido escuchar que el mejor Ministerio de Cultura es el que no existe sobre el papel. Por más que queden muchas cuestiones pendientes.

Viene todo ello a cuento por diversos acontecimientos que se solapan recientemente y con distinta escala de visibilidad pública y puede que con distintas lecturas interpretativas. El primero tiene que ver con el discurso de ingreso de José María Barreda en el Instituto de Estudios Manchegos el pasado día 16 de noviembre, en su condición de Doctor en Historia y de profesor de la materia, a la cual ha vuelto tras un paréntesis de treinta y cinco años de desempeño de cometidos políticos diversos y de todos conocidos. Acto y gesto, que debiendo ser de índole estrictamente académica en principio, pasó a tener un indudable peso político como pudo cotejarse por la nómina de gran parte de sus asistentes, incluso por la composición de la mesa presidencial. Se me objetará que la condición del consejero electo, tiene un indudable pasado político como hemos citado, que no puede ser borrado de un plumazo, por lo que se quiera o no, a la institución llegaron los ecos nítidos de ese pasado. Pero más allá de todo ello, lo que sí parece cierto es la ambigüedad de la interpretación qe sobrfe el acto puede producirse. Como muestra la fotografía a plena página y en portada de La Tribuna del día 17, con el titular equívoco Abrazo a la cultura manchega. Donde aparte del Consejero electo, José María Barreda, y del presidente del IEM, Alfonso Caballero Klink, observamos al Presidente regional Emiliano García Page, al Presidente de la Diputación José Manuel Caballero y a la Alcaldesa de Ciudad Real Pilara Zamora. Sin dejar claro si el abrazo cultural es el proporcionado por García Page a Barreda, o es por el contrario el abrazo simbólico que a la cultura manchega pueda proporcionar el consejero recién incorporado.

La otra de las cuestiones que han venido a revisar el estatuto paralelo de Cultura y Política, ha sido el cierre de los grandes premios literarios otorgados por el Ministerio de Cultura y que han tenido el jalón final con el Premio Cervantes proporcionado al poeta catalán y bilingüe Joan Margarit, de alma dividida no sólo en lo lingüístico, premio cuya naturaleza Luis Antonio de Villena reconoce como Premio Político el día 16. Premio que en su notificación pública, y por parte de la premiada el año 2018, la poeta uruguaya Ida Vitale, dejó ver que sus preferencias y las de otros miembros del jurado iban en otra dirección. Razón por la que Vitale, fue amonestada por el ministro Girao al desvelar algún aspecto no desvelable de las deliberaciones del jurado. Más allá de los meritos de los premiados en sus respectivos campos, se ha filtrado la percepción de una orientación determinada en la línea de los premiados: otorgados indirectanmente por el gobierno según de Villena, de ahí su conceptualización como Premios Políticos. Y no sólo por el caso de Cristina Morales, Premio Nacional de Narrativa 2019, que se ha descolgado con unas declaraciones más que incomprensibles sobre la realidad del orden público en las calles catalanas, o de Bernardo Atxaga Premio Nacional de las Letras, de alma bilingüe y binacional. De la misma manera que han sido estentóreas las declaraciones sobre el nacionalismo de todos del premiado con el Nacional de Ensayo, Xose Manoel Nuñez Seixas. De forma que el diario ABC publicaba el día 15 un trabajo de Luis Ventoso denominado El talento liberal no existe, y El País ha reconocido el día 16 de mano de Ferrán Bono tal panoplia de premios como una excepcionalidad ¿excepcional? Temporada de premios (pluri)nacionales, de rara actualidad equívoca. Abriendo con todo ello, una vez más, el debate de la intención política de los Premios Nacionales. Y abriendo las dudas y las sospechas de las fronteras transgredidas.

Periferia sentimental
José Rivero

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11 COMENTARIOS

  1. No se entienden la una sin la otra. No se entiende la Cultura en manos de las políticas ultras que la matan y la rematan. No se entiende la Cultura si la política no defiende primero la educación.

    Por cierto, la cultura, cuanto más al Noroeste de España, más interesante y vanguardista. Tomemos nota por la zona Sur.

    Política educativa=Política cultural.

  2. Hobbes, no te equivoques con el Norte, ni desprecies al Sur. Las cosas culturales son más complejas y se mueven. Fíjate en el otro Norte como es el Noroeste, del esplendor de los cosmopolitas setenta han pasado al ombliguismo pujolista, puigdemonista y torriano.

    • ¿Han pasado a…? o ya eran…quizás solo cambia el contexto, porque ya eran bastante creiditos… y buenos. Seamos francos.

      Disculpa si he dado la impresión de despreciar al Sur, pero NO, NUNCA. Es mi tierra (hasta el punto de ser chovinista). Y menos siendo la tierra de Cervantes…nosotros, o más abajo la tierra de Lorca o Alberti, o Velázquez…

      Quizás me refería, eso sí, a la cultura de los años de la Democracia, donde aquí hemos andado un poco más a rastras, mientras el Norte y el Noroeste han estado en la vanguardia cultural internacional.

      Siempre he tenido a Madrid por más rancia que Barcelona en ese sentido. Barcelona ha sido la casa de los grandes editores literarios, de grandes pintores, de autores teatrales…y aquí, bueno, lo que poquillo que nos traía Bono…

        • Cuestión de gustos.

          Acomplejado? por nada que no sea poder saber un poco más de todo. Ni me acompleja ser de izquierdas, ni haber aprovechado para formarme un poco cuando pude, ni trabajar para poder vivir como me apetece. Esos tópicos sobre la izquierda son tan viejos como los postulados ultras que nos toca soportar ahora.

          Tengo la suerte de haber podido vivir y disfrutar en las dos ciudades y donde esté una ciudad con mar y montaña, que se quite otra en el centro de la Meseta. La pátina que dejó la burguesía catalana en Barcelona, nada tiene que ver con El Pardo, el Palacio Real o La Almudena…puaj. Ves? No tengo inconveniente en reconocer de quién parte la belleza de Barcelona. Si, la Burguesía catalana de derechas y nacionalista desde mediados de 1800.

        • Te doy la razón.

          Conozco ambas ciudades.

          Barcelona que era cosmopolita se ha vuelto provinciana por nazionalista que es asfixiante. La cultura se subvenciona sobretodo si tiene ese mensaje.

          Y Madrid que era provinciana se ha vuelto cosmopolita. Aquí nadie te pregunta de donde eres.

          Sí en Barcelona eres castellano parlante y sin acento catalán ya es otra cosa.

          Y es eso lo que ha hecho estallar la sociedad.

          Estaba latente.

          En Madrid existe conciencia de ser parte de Europa y del mundo. En Barcelona de ser el centro de Europa, del mundo y del universo porque hasta Colón y Cristo eran catalanes….no es coña.

          No pensaba cuando vivía en Barcelona que eran tan gañanes.

          Y esa mezcla con el anarquismo y el bolchevismo…les hace tan rancios!!!

          No hay más que pasarse por el Museo de Arte de Cataluña y compararlo con las exposiciones del Prado y del Thyssen.

          Madrid está en el mundo, Cataluña en su planeta.

  3. Y es que, desde que Platón expulsara a los poetas de su República ideal, las relaciones entre cultura y política nunca han sido fáciles….. 

  4. La cultura encuentra difícil definición.

    Lo que es indefinible es mito.

    No pertenece a la cultura algo que está perfectamente definido: la PROPAGANDA.

    LA PROPAGANDA NO ES CULTURA.

    A la política, especialmente a la izquierda, le interesa no la cultura, sino la propaganda.

    Es la idea que Gramsci tenía de expandir la revolución marxista, convertir la cultura en propaganda.

    La experiencia histórica de la revolución marxista se asemeja a la destrucción y la destrucción no es ni arte ni cultura.

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