Crisis

Al comienzo de toda crisis del tipo que sea, y ello por problemas insondables, tenemos la sensación de asistir a una recreación cinematográfica más que ser testigosde acontecimientos reales, todo como consecuencia de los hábitos educativos adquiridos y del potencial imaginativo de lo cotidiano.

Algo parecido a lo que ocurre al comienzo de las revoluciones, como Tayllerand dijera de la Revolución francesa y de la dulzura de vivir que queda arrasada por esa violencia imprescindible en los eventos revolucionarios.Al comienzo de toda crisis del tipo que sea, y ello por problemas insondables, pensamos que todo es un mal sueño o una pesadilla, que al despertar se desvanecerá.

La voladura de las Torres Gemelas –la segunda de ellas en directo por televisión desde el Lower Manhattan– el 11 de septiembre de 2001, introdujo en nuestra vidas el pasmo delo fílmico, como un taladro de la realidad. Y es que todo lo visualizado en el monitor de televisión parecía un fragmento de cualquier película protagonizada por Bruce Willis, como si de La Jungla de cristal se tratara. De igual forma los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, tuvieron en sus momentos iniciales algo de ficción cinematográfica a la manera de La Chica del tambor, por más estruendo de dinamita que se propagara por Atocha y Alcalá de Henares. En ambos casos, tuvimos que esperar confirmaciones oficiales para comenzar a dar estatuto de realidad a los acontecimientos vividos y sostenidos durante horas en el limbo de la ficción.

Ahora en 2020, con la crisis del COVID-19 ha ocurrido algo parecido en los primeros momentos: una lejana película del terror viral en el Oriente milenario de la gigantesca China no podría llegar a Occidente. La distancia de las primeras imágenes de Wuhan, con cordones sanitarios militarizados, trabajadores enmascarados, calles vacías, comercios clausurados, hospitales que se levantan en 14 días y un decretado estado de sitio de la provincia origen del contagio, contaban con ese halo que otorga la ciencia ficción y lo inverosímil.

Han bastado dos meses (los que han transcurrido entre la suspensión mal entendida del Barcelona Mobile World Congres y el día de hoy) para convencernos de la realidad de esas imágenes y de su proximidad contagiosa, para dejar a un lado la ficción cinematográfica y no confundirla con la realidad encrespada. No sólo ha cambiado el escenario que los expertos epidemiólogos pronosticaron a finales de febrero, cuando en Italia surgían problemas evidentes, sino que el pueblo alarmado ha bajado en zapatillas a las calles con la intención de aprovisionarse de lo inimaginable; quizá con la pretensión de resistir un largo asedio desconocido, a la manera del narrado por Buzatti en El desierto de los tártaros.

Todo ello mientras las determinaciones políticas, de control, respuesta y contención, se han demorado en exceso en la creencia de la lejanía de la epidemia, en un raro ejercicio de optimismo muy cuestionado y cuestionable. Y dando pie a concentraciones equívocas, contra los consejos de las autoridades europeas. Lo mismo las concentraciones del 8 de marzo, como el congreso de Vox en Vistalegre o algunos eventos deportivos masivos, deberían de haberse pospuesto. Sólo al final de las alertas se han impuesto las medidas de cierre de centros educativos, centros de mayores, algunos destinos aéreos y locales públicos de aforo elevado, en evitación de la propagación del contagio que ha crecido desbocadamente en la última semana.

Mientras las colas de aprovisionamiento en tiendas de alimentación y supermercados crecen imparables y sujetas a un comportamiento desatado por una histeria ventajista, la bolsa marca mínimos históricos que apuntan y señalan a una nueva recesión similar a la de 2008, en momentos de incertidumbre generalizada.  Incertidumbre que se amplía con la prevista declaración de Estado de Alarma, mañana en el Consejo de Ministros extraordinario. Por todo ello, ya he oído decir que la crisis del Coronavirus 2020 tendrá un antes y un después, de efectos complejos de evaluar en el momento presente y por ahora desconocidos.

Periferia sentimental
José Rivero

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5 COMENTARIOS

  1. He tenido esa conversación con un compañero de trabajo a cinco metros de distancia…

    Qué bien se escucha a esa distancia.

    La conciliación laboral y familiar, el teletrabajo y el autoabastecimiento están para quedarse.

    La globalización y la posverdad que es esa manera de pensar que puedo vivir en una realidad virtual donde todo es agradable y mega guay…muy progresista…

    Se van a hacer puñetas.

    Y efectivamente, hay un árbol, o varios que han caído.

    Uno políticamente es esa posverdad llamada progresismo, que encubre en realidad ineptitud y vileza.

    • Y no habrá eso que es una pantomima para manipular a la gente…colectivos.

      Habrán personas, familias, y Estados Nación.

      Porque toda esta crisis nos va a ayudar a valorar lo realmente importante porque cohesiona y es real.

      El que defienda el anterior modelo de relativismo, hedonismo e individualismo dese por población en riesgo.

  2. Es que las crisis gestionadas por cobardes,acomplejados e ineptos, volcados por cuestiones trasnochadas…son más crisis. A ver si esta crisis sirve para desenmascarar el buenismo de cuna en que está instalada esta izquierda…

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