Cuaderno de pandemia (17)

Manuel Valero.El día de su cumpleaños M. se levantó con la urgencia de encontrar algo. No sabía exactamente qué. Ni siquiera había soñado con algo que lo incitara a ello. Se levantó, se rascó el pelo sin dueño y ordenó a la cama que se hiciera.

El piso estaba digitalizado hasta los rincones insondables de la casa. Fue al baño y un agua tibia ensopó su cuerpo cuando la ducha detectó su presencia. Después desconectó la realidad virtual con que se entretuvo la tarde anterior y se preparó el desayuno que le hizo una cafetera programada. Fue entonces que se le aclaró todo. Ordenó a la pared del salón que se apartara y luego de un leve chasquido el muro corredero de metal dejó a la vista una biblioteca tradicional. Al ver los libros físicos perfectamente colocados y sin una mácula de polvo, se fijó en el lomo de uno de ellos. Lo cogió y lo abrió: A M. un regalo de la municipalidad por haber nacido en el año 2020, en el espanto de una pandemia.

He comenzado de esta manera porque me ha inspirado una iniciativa del Ayuntamiento de mi ciudad. Una bella promesa de futuro y un estímulo para las generaciones que vendrán.  Lo ha dicho la alcaldesa, Isabel Rodríguez, que ha anunciado también su particular pelea y victoria contra la insignificante y odiosa pelotilla trompetera. Mis paisanitos del futuro no nacerán con un pan debajo del brazo sino con un libro. Ya saben, esa cosa que no sirve nada más que para espantar la ignorancia, enriquecer el criterio, hacernos soñar, pensar, ampliar nuestra visión del mundo y hacernos más libres. Nada.

Seremos muy pocos los que a dos  o tres décadas vista sobreviviremos para experimentar el emotivo recuerdo que originó lo que será un hito en la historia local con esa evocación de hermosa iniciativa y la carga sentimental por cuanto ocurrió. ¡Quien pudiera regresar al cálido y húmedo vientre de la madre para asomar la cabeza al mundo cualquier día de este 2020 y revivir el pasado, luego de treinta años con el libro que fijó el primer mojón de su andadura por este valle de lágrimas. Y de sonrisas. Que hay de todo.

Ni siquiera tenemos idea de cómo será el mundo, si estará todo a la orden del dedo índice o de la simple voz, si un invisible (como el bicho) laberinto informático caminará con nosotros a cada paso,  o si las aceras serán mecánicas como en las pelis, si estaremos rodeados por imágenes digitales que nos informen de nuestra temperatura corporal al instante o mandemos al clon de servicio a las tareas que sean menester. Quién lo sabe. Pero tener en tu biblioteca un libro personal que te señale como objeto de gratitud por haber nacido no tiene precio. Nacer en medio del pasmo, el dolor y la muerte, como una victoria de la vida. Demasiado.

Son las cosas sorprendentes que florecen sobre esta ciénaga sobrevenida. A pesar de las sacudidas de la incertidumbre, uno siempre creyó que en tiempos de mal presente, la gente saca lo mejor de sí. La mayoría. Porque la otra derivada sería la cara antipática de una descontrolada y abominable entropía social.

Hoy, además, es el Día del Libro. Un día raro y extraño que no pierde la sustancia, a pesar de todo.El Saber,  todo, está en los libros, en el soporte que la ciencia mande. Y algunos maravillosamente insoportables (para el Poder)  como siempre han sido. La escritura fue el peldaño que afianzó la evolución humana. El hombre aprendió primero a gruñir, luego a imitar los sonidos de la naturaleza con una música intuitiva, y después a pintar. Cuando comenzó a escribir agarró el hilo de la existencia como especie.

Sin embargo detecto en ocasiones cierta hipocresía en la exaltación social de los libros, como si todos los libros estuvieran bendecidos por ser hijos del pensamiento humano.  Hay libros aborrecibles, aburridos, aunque todos respetables por el mero hecho de ser libro y no espada. Pero todos, de algún modo, son  aleccionadores. Supongo que a más de uno le gustaría hacer una pira con los ejemplares existentes  de Mein Kampf de Adolfo Hitler por ser obra  que incitaba a la espada, pero mejor que perviva, siquiera para recordar hasta dónde es capaz de llegar una persona perversamente iluminada.  

Por los libros y por las circunstancias me he acordado también de otro alcalde que nos ha dejado: el tomellosero Ramón González Martínez. ¡Cuanta muerte diaria estos días de cruel contabilidad sin rostro! Lo conocí cuando gobernaba la ciudad de Plinio y tuvimos una conversación telefónica a raíz de un pequeño incidente con motivo de un concurso de narrativa que llevaba el nombre de  García Pavón.  Él estuvo ajeno a las inevitables maniobras concursales y en aquella llamada quedó todo claro. La Cultura tampoco está a salvo de la trampería ni de la condición humana. En este mundillo, la competencia, la figuración, las envidias, los codazos, el engallamiento tampoco estén ausentes. Vanitas vanitatum, omnia vanitas. No es la primera vez que escribo que la pantomima concursal debería ser sometida a un escrutinio moral, empezando por el Planeta.

Pero la mejor cara es la que prevalece. Y hoy es un momento para celebrar el invento más prodigioso que ha parido el hombre desde que pudo poner en cera, papiro, pergamino o papel, lo que pensaba, imaginaba, estudiaba e investigaba. Sea en la calle como debería ser, plagando las ferias de toda España o desde casa en la soledad de este arresto voluntario. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero hace falta mucho talento para reflejar una imagen con el nervio riguroso de la narrativa.

Hoy, día 23 de abril de 2020, jueves, se ha abierto la veda y de algún modo mis paisanos chicos  nacerán más ricos (todos los son, de ricura no de riqueza) si un libro los espera a la salida del paraíso de la entraña  materna para ayudarle de mayores por el agreste desfiladero de la vida. ¡Quién estuviera en el futuro para contarlo!

Seguimos resistiendo. Salud y saludos.     

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2 COMENTARIOS

  1. Me encanta regalar libros, me hace casi tanta como recibirlos yo, esperando que a quién lo lea, le transmita lo mismo que me hizo a mí.
    Pese a la situación, he querido mantener la costumbre y gracias a las nuevas tecnologías, he hecho un par de envíos con libros.
    La biblia de neón, de J. K. Toole.
    El Dorado, de Fernando Sánchez Dragó.
    El invierno de aquel año, de Yi Mun-Yol.

  2. No hay mejor regalo que un libro. Obviamente, tiene sus riesgos, como cualquier otro regalo, pero sus beneficios son múltiples…..

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