Reflexiones desde SOLMAN

Gustavo González Díaz y Junta Directiva de SOLMAN.– Son ya muchos los días y muchos los ratos que llevamos recluidos, tanto que hemos tenido tiempo casi para todo: leer, escribir, escuchar música, ver series y películas, contactar con la familia y amigos, cocinar y, por supuesto, también reflexionar.

Desde SOLMAN nos unimos de manera solidaria al dolor y sufrimiento de tantas personas y familias que en estos días lo están pasando mal y, al mismo tiempo, trasladar a todos un mensaje de aliento y esperanza.

La primera reflexión que nos llega es constatar que dentro de nuestro mundo, de ese planeta, que tanta veces invocamos, los humanos somos, no sé si el eslabón más frágil, pero sí al menos, uno de los más frágiles y vulnerables. Un simple virus ha tenido la fuerza de pararnos, de doblegarnos, de sumirnos en la incertidumbre, de inocularnos el miedo, de reírse de nuestros aires de grandeza y de poder y ha sido capaz de enfrentarnos a nuestras miserias, al dolor, al sufrimiento y a la muerte. El planeta, por el contrario, nos ha dado lecciones de vida, de fortaleza, de ecuanimidad, de belleza y de armonía.

Otra de las reflexiones que se ha mostrado muy patente ha sido el concepto de globalidad, de universalidad. Prácticamente ningún rincón del planeta se ha librado de esta dichosa pandemia, lo que demuestra que un punto cero puede llegar por igual a cualquier punto de la circunferencia, sea de África, América, Asia, Europa u Oceanía. Es decir, el malestar o bienestar de cualquier ser humano en cualquier parte del mundo es –o debe ser- el malestar o el bienestar de todos los seres humanos en  cualquier lugar del mundo que se encuentren.

El punto anterior sugiere que, ciertamente, el virus ha sido global, pero sin embargo, la forma y los medios de enfrentarlo e intentar combatirlo ha sido muy desigual. Hay países con sistemas de protección social bastante avanzados y con un sistema sanitario público muy bien dotado –siempre mejorable-,  y a pesar de eso se contarán por cientos los miles de muertos; mientras que hay otros muchos países donde no existe esa protección y ni siquiera lo elementos básicos, como, por ejemplo, agua potable ni medios para acceder a una simple pastilla de jabón, para realizar las medidas higiénicas que tanto nos aconsejan. Posiblemente mueran menos personas por el coronavirus, pero cada día son miles los que mueren de hambre, de diarreas, de malaria, de abandono. He ahí los grandes problemas de la desigualdad y la pobreza.

Derivada también de lo anterior surge otra reflexión sobre los efectos de la globalización. La desigualdad y la pobreza no surgen solas, ni por generación espontánea, sino que son el fruto de un sistema basado en la usura, la avaricia y el infinito afán de poder. Seguramente lo habrá, pero no es fácil encontrar algún país que, disponiendo de sus recursos, sea tan pobre que no pueda proporcionar y mantener a su población con los estándares mínimos de dignidad.

Y por último, la reflexión que nos hacemos todos, ¿continuará todo igual, cómo va a ser el después? Con mucha facilidad, casi todos decimos que no va a ser lo mismo, que va a cambiar todo. Podemos estar de acuerdo en que en el ámbito de las relaciones personales y sociales cambiarán muchas cosas, los besos, los abrazos, las charlas en torno a la barra de un bar, los conciertos, el deporte, el ocio y la cultura y muchas cosas más, pero, en lo que nosotros consideramos principal, desgraciadamente, deberemos pasar otras muchas pandemias para que cambie lo esencial: un planeta habitable para todos.

No creemos que vayan a cambiar los grandes problemas porque, nuevamente nos centraremos en las consecuencias y no en las causas. Seguiremos fabricando armas, en vez de investigar e invertir en ciencia y tecnología para el bienestar y la salud de todos, reforzaremos los muros y las barreras mortales para que no vengan los refugiados e inmigrantes en vez de invertir en cooperación con sus países para que no tengan la necesidad de salir, las grandes corporaciones van a seguir contaminando el planeta, eliminando la biodiversidad y envenenando la tierra. Y podríamos seguir relatando hechos que nos hacen pensar que no van a cambiar mucho la cosa; porque los besos, abrazos, charlas y espectáculos volverán, pero ¿desaparecerán la desigualdad, la pobreza, la inmigración y el maltrato al planeta?.

A muchas personas de todas las latitudes y en concreto a las que trabajamos en el entorno de SOLMAN nos inquietan y nos abruman todos esos temas y ojalá que sí cambiara todo, pero, para mientras, tenemos la tarea concreta de seguir atendiendo las necesidades de desarrollo y, en estos momentos,  la emergencia de todas las personas y pueblos con los que habitualmente venimos colaborando y que forman parte de esas cantidades ingentes de seres humanos que no nos deben ser ajenas, como el propio virus nos está demostrando. Todo afecta a todos. Nos producen mucha tristeza las personas con mentes ruines y miserables que no alcanzan a ver más allá de sus pequeñas y estrechas fronteras. Tenemos que abrir las mentes  para que entren los otros. Debemos ser solidarios y no cortar los lazos que pudieran dejar caer a las personas. En la misma medida que solicitamos ayuda a quien nos la puede otorgar, debemos ofrecerla a quien nos pueda necesitar.

En el ADN de SOLMAN está muy presente ese concepto de globalidad que entendemos en doble dirección, de aquí para allá y de allá para aquí. Somos muy conscientes de la sociedad en que vivimos y sabemos muy bien que en el sur hay muchos nortes y en el norte hay muchos sures. Es el caso de nuestro país “desarrollado” donde hay una pobreza infantil de alrededor del 20% y donde las trabajadoras del hogar o de los hoteles están sobreexplotadas y los falsos autónomos del reparto a domicilio viven en una tremenda precariedad y, ahora en el tiempo de la pandemia, estamos viendo cómo, en ese extraordinario sistema de salud, los principales actores que son los trabajadores de todos los estamentos, quienes han demostrado un altísimo grado de compromiso, algunos han dejado su vida, ganan menos que muchos concejales, cuyo currículum se compone de no haber trabajado de manera productiva en su vida y sí haber estado siempre disfrutando de prebendas.

En la medida de nuestras posibilidades siempre hemos estado presentes en nuestra sociedad ofreciendo aquello que estaba a nuestro alcance, valores de convivencia, tolerancia, respeto a lo y al diferente, solidaridad; a través de exposiciones, talleres, charlas y otras actividades hemos estado prácticamente en todos los municipios de nuestra provincia y varios municipios de Castilla La Mancha, hemos ofrecido ciclos de cine solidario y alternativo todos los años de nuestra existencia, conseguimos que en la Universidad se tratara la Solidaridad como digna de crédito, desde hace más de ocho años hemos colaborado con alumnos desfavorecidos, inmigrantes, refugiados y también de nuestro entorno. Y en estos momentos de urgencia hemos colaborado en los programas de asistencia psicológica, en el banco del tiempo para ayudar a personas que, por sus circunstancias, no pueden salir de sus casas, hemos colaborado con otros ciudadanos donando material para la confección de viseras que se han entregado en hospitales y residencias de mayores y continuamos apoyando a los alumnos en sus tareas escolares y en el aprendizaje del idioma español en forma telemática.

Aprovechamos esta ocasión para agradecer al Ayuntamiento de Ciudad Real la sensibilidad que ha manifestado una vez más hacia las personas más desfavorecidas del mundo, ejecutando el presupuesto destinado a la cooperación y a las situaciones de emergencia se produzcan  donde se produzcan. Hacerlo, además, en este momento, en el que el egoísmo de algunos aflora de manera tan reduccionista, le otorga un plus de honestidad que, ojalá, se hiciera más extensivo.

Continuaremos también demandando a las instituciones públicas y privadas, así como a la sociedad en general que entendamos que el mundo es de todos y el planeta lo está reclamando. Que mantengan y amplíen los presupuestos destinados a la cooperación internacional al desarrollo, porque cuanta menos desigualdad haya y cuantos menos pobres existan y cuanto más trabajemos en beneficio del planeta, sin duda alguna, todos seremos un poco más felices. Cuidémonos cada uno para proteger y cuidar a los demás.

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