Don Casimiro

Manuel Valero.- Don Casimiro Sánchez Calderón se ha ido de la actividad pública como fue y como es: un hombre emocional, un político teórico y un utópico recalcitrante con una larga experiencia sobre sus hombros.

Ha dejado una huella imborrable en el socialismo local y en la Corporación a la que perteneció en dos etapas de la Historia de Puertollano y de su peripecia vital, una como alcalde, la máxima dignidad pública que puede ostentar un ciudadano – gobernar su ciudad- y otra como concejal de a pie por un partido, el IBER, que da fe de su coherencia y de las metas con que se ciñen los soñadores.

Y lo digo sin desdén alguno. ¿No es acaso la utopía el motivo para seguir caminando y los sueños, el equipaje necesario para el camino? Y sobre todo ha sido singular. Don Casimiro, una suerte de viejo profesor en nuestra vecindad a la manera de su admirado don Enrique Tierno Galván, tuvo la valentía de presentarse en las pasadas elecciones como cabeza de cartel de un partido que, aparte de las propuestas y los proyectos ajustados a la realidad municipal, teoriza y practica el objetivo de una Iberia unida en todo su contorno peninsular. El mismo José Saramago aplaudiría su descabellada misión, pues no le andaba muy lejos la misma idea de una ibericidad incluyente y  altiva en la Corte de una Europa donde lo no ibérico era y es  el hermano grande y rico, como dejó tratado en La balsa de piedra.

El día de su toma de posesión como el único concejal iberista –el escaño lo consiguió él- produjo una insólita situación en el escenario del Auditorio durante el acto protocolario de la formación de la Corporación. Sobre las tablas no estaban los alcaldes de rigor, en este caso alcaldesas, la saliente, Mayte Fernández y la entrante, Isabel Rodríguez, sino él, también, como un alcalde emérito, que regresaba al hemiciclo local sin los laureles de primer edil. Ese detalle, el de su regreso, fue una prueba más de la singularidad del viejo profesor, acentuada por las siglas iberistas por las que se presentó. Su decisión desajustó un poco el tablero, temerosos los socialistas de que el honorable edil pusiera en peligro la mayoría suficiente para la gobernación.  Pero las urnas dieron lo que dieron y eso, democráticamente, va a misa solemne, digan lo que digan los demás. Punto.

Ninguno sospechábamos hace un año lo que se avecinaba. Isabel Rodríguez, la alcaldesa que sorprendió traspasando el Rubicón de la mayoría absoluta en unos momentos críticos para su partido, sabía el sinuoso camino que la aguardaba y el estado anémico de las cuentas consistoriales, pero nada comparable a lo que nos llegó en marzo. Ha sido la pandemia la que ha llevado a don Casimiro a dejar su puesto de concejal a la segunda en la lista, María José Linde Romero. La edad y la incertidumbre han actuado de acicate. Ante los temores de un otoño insalubremente peligroso que dejara a su partido sin presencia activa en el Ayuntamiento por ser población de riesgo ha optado por retirarse con un emocionante discurso muy en sintonía con su manera de ser. A don Casimiro ya se le quería por lo que había sido y se le ha tenido la consideración que se le tiene a los viejos, por sabios.

Su modo de entender la política –obvio aquí detalles de su trayectoria que no vienen al caso- lo alejaban un poco del pragmatismo al uso. Claro que consiguió cosas en su etapa de alcalde pero don Casimiro parecía estar más en las alturas utópicas que en la prosaica realidad de los días. Destilaba cierto orgullo, bajo su pátina de sereno y conciliador bonhome y no soportaba demasiado bien las críticas de los medios de comunicación, pero a su modo representó como nadie su propio papel al estilo y manera de su personalidad. Era, y es un buen hombre, y como político, un modelo al que recurrir cuando el desafecto general  hacia los servidores públicos los mete a todos en el mismo saco. Es posible ser político y ser honrado; es más, es posible ser alcalde y ser honrado. Y no es el único. Puede que en la trastienda hacia el sitial edilicio que muchos pensaban le correspondía por derecho haya algún que otro girón. ¿Pero qué político está a salvo de los zarandeos internos?  

La coherencia lo ha investido hasta el final de su último canto del cisne, y esta vez definitivamente, ha abandonado la Casa Consistorial como miembro de la Corporación, con un discurso que descubre a un don Casimiro en estado puro. Cordial, contemporizador, desde su óptica humanista de la política por encima de las divisiones y las diferencias que en más ocasiones de las deseables se tornan en distancias insalvables en lo político y en lo personal.

Lo bueno, es que el bueno de don Casimiro sigue entre nosotros y si la política pierde a un representante,  la ciudadanía común gana un buen ciudadano. Qué buen puertollanero ha sido este almadenita que además ha dejado escritas un puñado de buenas novelas.

El sueño de una Península Unida que chocaba frontalmente con la antipática tensión de los nacionalismos periféricos lo llevó a abrazar el sueño de Saramago y a volver a la política de casta, que es la que se hace a pie de obra municipal. Una pandemia insospechada y maldita lo ha obligado a dimitir para dejar paso a los años más jóvenes de su sucesora. Sea como fuere, don Casimiro es ya un elemento insustituible del paisaje puertollanero y  un ciudadano merecedor de figurar entre los ilustres.

Salud y larga vida, don Casimiro.  

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8 COMENTARIOS

  1. Escribí esto en La Comarca de Puertollano, hace años, en 2005.
    CSC
    No es un acróstico de amor a la elástica azul del viejo, viejísimo y cansado, Calvo Sotelo del mítico Grupo XIV de la no menos mítica y vieja Tercera División de los últimos cincuenta. Como si fuera algo así como: Calvo Sotelo en el Corazón. No, no es eso. Es algo más reciente y actual.
    Las iniciales de Casimiro Sánchez Calderón nos hablan desde la severidad de un palíndromo de consonantes solas y sonoras; que si fueran una cifra diríamos, que CSC es, o ya mejor, era un político capicúa e irrepetible aunque se repitan algunas letras. Esto es, que puede ser leído igual de derecha a izquierda, que de izquierda a derecha. Que ya es mucho y bastante. Aunque quizá sea mejor decir, en bien de todo tipo de sensibilidades, que puede ser leído de arriba hacia abajo con el mismo interés que de abajo hacia arriba. El que estuvo arriba durante largos años, gestionando los intereses de Puertollano desde la Alcaldía, se va de pronto y se ve de súbito – aunque quizás, no tanto ni tan súbito – sentado y solo, abajo. Para mirar, ahora sí, desde abajo hacia la torreta que está arriba, donde antes estuvo el que mira ahora un poco sorprendido y otro poco confundido.
    Comienza a ser frecuente ya a estas alturas de la historia contemporánea, los ‘arreones’ políticos que mueven las entretelas de la Alcaldía de Puertollano: desde Manuel Juliá dimitido, a la fugaz presencia de Santiago Moreno, desde la memoria desmemoriada de Fernández Espinosa, al voluntario alejamiento de Casimiro Sánchez Calderón ya en 2003. Alejamiento solemne en olor de resultados electorales insuficientes, que ahora se plasman en una suerte de despedida insidiosa y molesta para más de uno y de dos. Y eso, que el que se va no es cualquiera, sino un ex – Alcalde, que lo fue durante diez años. Puesto con todo y con esa perfecta simetría de letras, Casimiro Sánchez Calderón dice adiós, desde un foro donde se ha movido durante más de diez años. Más allá de las razones personales que fuerzan a uno a un abandono, que ya se venía mascando desde hace dos años, desde 2003, que se celebraron las elecciones municipales; uno percibe la tremenda soledad – no ya de los muertos que cantara el poeta –, sino la tremenda soledad de los políticos desde el día siguiente de su abandono, de su cese, de su dimisión o de su simple y escueto adiós. Una soledad que es el envés del tejido de unanimidades precedentes y el haz de la vida como una mañana abierta a campo abierto. Sólo se entienden las despedidas memorables, justo cuando ya son irremediables. Sólo se entienden las despedidas memorables cuando uno se muere o cuando uno ya está muerto, como pasó con el Profesor Tierno Galván en Madrid.
    El adiós de CSC, no por posible y pensable, deja de ser inexplicable e inexplicado. Como tantas cosas y casos de la política que nos envuelve en un gesto desproporcionado y desafiante. Un gesto de apoyo a una moción de IU, en apoyo de una reivindicación de los trabajadores de EYSA determina y condiciona toda una trayectoria e inicia la ceremonia de los adioses. Pero ¿Qué adioses?

  2. Hay un error en el artículo, el PSOE no obtuvo la mayoría absoluta aunque la tuvo a mano. Saco 11 concejales. El pacto posterior de legislatura con Unidas Podemos la hizo posible, de algún modo al consolidar una mayoría de gobierno estable.

    • Qué injusto y esperpéntico es que una minoría dé la mayoría a los que no lo son. Siendo esa pequeña minoría la que, finalmente, influya sobre la gestión de todos.

  3. Corrigiendo, que es gerundio, a Manuel Valero:

    En efecto, y como aclara en su comentario, el PSOE no obtuvo mayoría absoluta en 2019. Pero vuelve a equivocarse : no consiguió 11 concejales, sino 10 de los 21 en liza. De hecho, si, como dice en su comentario, hubiera alcanzado los 11 ediles sí que tendría la mayoría absoluta.

    • Gracias. A veces los cables fallan, y en este caso dos veces. Lo siento. Confío en que el sentido del artículo no se vea afectado por eso. Gracias, insisto.

  4. Hizo muchas cosas D. Casimiro, pero hay una que nunca le agradeceremos suficientemente, el Carril Bici. Ha salvado mas puertollaneros que la penicilina.

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