La extinta judería de Ciudad Real (7)

Manuel Cabezas Velasco.- Tras el parón de estos meses en el que no pude proseguir con algunos relatos de los aspectos históricos, económicos, religiosos o sociales que caracterizaban a la judería de nuestra ciudad, a modo de recordatorio, os recuerdo en este artículo un pasaje donde se describe de forma somera el caldo de cultivo que precedió el principio del fin de aquel barrio judío que existía en Ciudad Real, la entonces Villa Real.

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La azarosa existencia de la estirpe judaica en la entonces Villa-Real vería girar su rumbo en sentido negativo incluso antes del conocido pogrom de 1391 cuyo foco inicial se había gestado en Sevilla. Serían los tiempos de los reyes Enrique II y Juan I quienes contemplasen cómo la judería villarrealense iniciaba su declive, antes incluso de otros acontecimientos posteriores que propiciarían su total extinción.

Una nueva dinastía había salido victoriosa en el Campo de Montiel y aquellos que seguían los preceptos de la ley mosaica veríanse en serias dificultades para mantener sus creencias a pesar de que al principio disfrutaran de cierto grado de confianza por la necesidad de estabilizar la hacienda y otras cuestiones monetarias que acuciaban al reino. Tal sería su situación que el mismísimo Luis Delgado Merchán señalaría que “en las dos largas décadas que se deslizan entre la muerte de D. Pedro el Cruel y la subida al trono del tercer Enrique, desarrollada en progresivo aumento las causas de la implacable y universal ojeriza contra los judíos, maduróse la catástrofe de 1391 sin que nada en lo humano bastara a detener los efectos del juramento de exterminio lanzado a todo viento por los odios populares” [1].

No sería Villa-Real la única población en la que su aljama se viese afectada por la política ejercida por el Conde de Trastámara sino que el cambio dinástico afectaría a la generalidad de las existentes en Castilla.

Por ello, Enrique II no tuvo como centro de atención de su reinado a nuestra entonces villa, ya que andaba demasiado ocupado del mal estado de las arcas castellanas, llegando incluso a imponer contra los judíos toledanos un Albalá que suponía la entrega de unas veinte mil doblas de oro, además de considerar en especie sus propios cuerpos si había resistencia ante tales exigencias.

En el caso de Villa-Real la política de sus conocidas mercedes enriqueñas no sería una excepción de la que saliéramos exentos, sino a que a ella se añadirían otros tributos y, por la lealtad del maestre calatravo don Pedro Muñiz de Godoy en la contienda contra Pedro I, Enrique II haría una concesión a la Orden de mil maravedís sobre las aljamas de los judíos que se encontraban en la extensión comprendida entre Guadalerza y el Puerto del Muradal. Aquel documento de 12 de noviembre de 1371 incluiría la mismísima aljama de Villa Real, instando a sus justicias que colaborasen con el maestre en el cobro de dicha cuantía [2]. Tal documento se vería confirmado bajo el reinado de Juan I en las Cortes de Burgos de 12 de agosto de 1379.

Así, la reafirmación de la anterior desidia hacia Villa Real por parte de los monarcas Trastámara provocaría cierto recelo entre los lugareños, aunque las quejas y los temores que los realengos plantearon al nuevo monarca sobre el futuro de su población se encontrarían con cierta benevolencia de Juan I, abriéndose así una puerta para futuras peticiones como ocurriría en las Cortes de Soria de 1380 en las que “logran la confirmación del privilegio que les concediera Fernando IV en octubre de 1303 sobre la elección de los alamines dentro del gremio de tejedores, que juzgasen sus problemas internos” [3].

Sin embargo, la tranquilidad de la que parecía haberse adueñado la villa al no existir conflictos con la Orden de Calatrava y gozar de saneados ingresos económicos, parecieron motivo suficiente para el monarca que realizaría en octubre de 1383 una cesión del señorío de la villa al rey de Armenia, León V, como pago de un rescate al Sultán babilonio, a condición de que, tras la muerte del nuevo señor, continuaría ligada a la corona sin ser dada a ninguna otra persona, y cuya duración se prolongaría hasta el reinado de Enrique III.

El rey Juan I había fallecido en 1390, y con anterioridad cedió el señorío de la villa a su esposa doña Beatriz. Este hecho conllevaría que con la cesión al rey de Armenia quedaría su tenencia en suspenso, regresando a la señora a la muerte de éste (1393).

El reinado de Enrique II y de Juan I vería la decadencia de la judería villarealense al mismo tiempo que la Orden de Calatrava manifestaba la prepotencia de su poder personalizada en el maestre don Pedro Muñiz y se había iniciado el cambio de señorío de la villa. Sin embargo, el titular de la Orden encontraría un hombre de su altura como procurador en Villa Real, Alvar Martínez. Este clima de enemistad latente propiciaría una enorme tempestad que se desataría sobre nuestra perseguida Aljama.

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[1] DELGADO MERCHÁN, Luis: Historia documentada de Ciudad Real… pp. 129-130.

[2] VILLEGAS DÍAZ, L. R.: Ciudad Real en la Edad Media…, pp. 193-194.

[3] VILLEGAS DÍAZ, L. R.: Op. Cit., p. 194.

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7 COMENTARIOS

  1. Una referencia detallada y minuciosa para conocer la historia y evolución social del barrio judío de Ciudad Real. Enhorabuena…..

    • Jajaja. Entras siempre al trapo. No has leído el artículo, el barrio judío solo aparece en el dibujo. El texto está referido al contexto histórico de la época.

  2. Buenos días.
    Espero que el que guarda celosamente su anonimato lea mejor mis artículos en posteriores ocasiones pues aquí va una muestra:
    «En el caso de Villa-Real la política de sus conocidas mercedes enriqueñas no sería una excepción de la que saliéramos exentos, sino a que a ella se añadirían otros tributos y, por la lealtad del maestre calatravo don Pedro Muñiz de Godoy en la contienda contra Pedro I, Enrique II haría una concesión a la Orden de mil maravedís sobre las aljamas de los judíos que se encontraban en la extensión comprendida entre Guadalerza y el Puerto del Muradal. Aquel documento de 12 de noviembre de 1371 incluiría la mismísima aljama de Villa Real, instando a sus justicias que colaborasen con el maestre en el cobro de dicha cuantía [2]. Tal documento se vería confirmado bajo el reinado de Juan I en las Cortes de Burgos de 12 de agosto de 1379.»

    Sin embargo, el artículo en sí, dado el parón existente por el covid y por motivos que me impidieron proseguir de forma continuada con las publicaciones como refiero al comienzo, sólo trata de volver a enganchar a los contenidos que atañen a esta microsección que se mostrarán en posteriores publicaciones.
    Gracias a todos por las alabanzas recibidas y por las críticas constructivas, pues lo demás no despierta demasiado interés para mi persona.
    El autor

    • Mire, señor Cabezas. El autor del artículo y de la serie de artículos, y del relato, ficticio a medias, que nos acompañó el pasado año, es usted.
      Usted es el especialista, usted la persona interesada o apasionada por el tema.
      Reconozco que el tema para mí tiene interés y su esfuerzo divulgativo es digno, pero comprenderá que en este digital no será fácil hallar especialistas en la materia que trata.
      En este digital el debate o es bronco o no existe. Devanarse la sesera no es lo habitual y el seguimiento de temas especiales menor, salvo que se tenga un interés personal.
      Entiendo que le guste que le digan que muy bien todo, al fin y al cabo es un reconocimiento (del tipo que sea) a su esfuerzo.
      Pero no hace bien, creo, desplazando de un manotazo cualquier comentario que no le cuadre. Quizá pierdan interés en comentar quienes, quizás, celebrarían más que de pie a una posible profundización, o matización, o a compartir su curiosidad.
      El sr. Charles, puede decir lo que quiera, claro está, y usted salir en defensa de lo que quiera, pero siendo cierta su precisión, no estaría de más que señalara a los legos en la materia que una aljama y una judería no son la misma cosa, por ejemplo.
      Ya sé que es muy difícil, con los datos a nuestro alcance, precisar la importancia de la comunidad hebrea en Ciudad Real en los siglos XIV y XV, más allá de aproximaciones indirectas.
      Las personas poco conocedoras de la vida diaria en las comunidades judías de aquella época no tienen referencias precisas, por ejemplo, si en el plano que usted acompaña aparece con el número 12 la sinagoga mayor, es posible que alguien piense que fuera un recinto de una dimensión parecida a las Iglesias que conocemos, y nada más alejado de la realidad.
      El número de sinagogas podía ser muy numeroso, ya que bastaría un mínimo de personas, Minyán, para que fuera posible. Y los recintos muy pequeños, a veces una simple habitación en una vivienda. La sinagoga en las comunidades sefardíes, al menos en las del norte de África, se conocían como beit tefilá (casa de oración), en las comunidades formadas en el imperio otomano, esnogá, etc La tefilá de Benhamu, la tefilá de Pinto, etc, y sí, podía existir una comunidad que se permitiera una sinagoga (término que proviene del griego y no del hebreo) de mayor dimensión. En todo caso lugares de reunión para la oración y en general pequeños recintos.
      Es loable su intento de recuperar una etapa y una población olvidadas de nuestra ciudad. Yo le sigo con interés, pero, hay otros enfoques también, no ya solo los provenientes de las fuentes oficiales que suele emplear (emplear bien, además).
      No estaría mal, y solo es una sugerencia, que ya que las redes son muy accesibles observara la forma de hablar de los judíos sefardíes actuales que han heredado y conservado el lenguaje de sus antepasados, la Haketia, el djudeo espanyol.
      En fin, sr. Cabezas, enhorabuena,pero podríamos hacer el tema más ameno participando más, porque no solo (o no pretendemos) entramos a molestar para luego ser espantados. No tendría sentido, verdad?

  3. Alabo sus conocimientos, mas no voy a entrar en ningún debate soterrado ni ningún fuego cruzado, pues todos aquellos que conocen mis publicaciones tanto de esta microsección como de otros así se lo hice saber.
    Agradezco sus palabras y su información pero el debate agrio no va conmigo aunque sea muy habitual en este diario, algo que no desconozco.
    Nada más me queda que desearle buenas noches y que siga interviniendo de forma acertada sin necesidad de calentar el ambiente innecesariamente como otros lo han hecho en el pasado, pues no encontrará en mí a nadie que recoja ese guante.
    Un saludo
    Manuel Cabezas Velasco

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