Relatos para contener a la pandemia

Nuestro modo de ser no se cimenta en la verdad (idea ya de por sí controvertida) sino en la veracidad que damos a los relatos.

En general, siempre tendemos a corroborar de antemano nuestras propias ideas en los relatos, a partir de la confianza que nos dan nuestros relatores, y que se refuerzan en las aplicaciones de redes sociales que cada uno moldea a su propia imagen y semejanza. Así, aquella propuesta de introducir un relator en el diálogo entre las administraciones central y catalana era demasiado peligrosa, por lo incierto de la elección del susodicho relator y sus conclusiones – de lo cual eran muy conscientes sus defensores y detractores. Superar ese estadio primario de veracidad y contrastar la información, supone una actitud y un esfuerzo, que la mayoría de nosotros no está dispuesto a hacer o a admitir. Si la veracidad del relato está contaminada por la falta de escrúpulos de quienes faltan a la verdad objetiva – maquillando datos, creando realidades paralelas o acusando al adversario de la deslealtad que ellos mismos profesan – la consecuencia inevitable será la ausencia de progreso y la crispación acrecentada por la gravedad del momento que vivimos. Porque esto del coronavirus no es una conspiración para controlar nuestros movimientos y nuestra libertad, como lo demuestra el hecho real de que cada vez se va estrechando más y más sobre nosotros el círculo de personas próximas que lo han vivido o lo están viviendo en primera persona.

Resulta enormemente difícil tanto estar completamente informado y superar ese esfuerzo (la saturación informativa es máxima), como sustraerse de la realidad de la pandemia; pero la realidad es tozuda y perentoria. Resulta difícilmente comprensible que no se dieran datos de incidencia del coronavirus por distritos sanitarios en los peores momentos de la pandemia, con la única excepción de Castilla y León; nada justifica pues que no se haya hecho antes; y nada justifica que los datos de evolución por municipios en Castilla-La Mancha no se publiquen sistemáticamente actualizados, sino con 2 semanas de retraso, sin remedio alguno. Es como si todo esto fuese cosa del pasado, como si el presente no tuviera ningún valor o necesidad. Tarde y mal. La estadística sobre la incidencia del coronavirus en ciudades españolas con más de 40.000 habitantes, en los últimos 14 días, tampoco deja bien parada a nuestra comunidad, donde Talavera de la Reina ocupa el 8º lugar, Guadalajara el 10º, y Ciudad Real el 21º de toda España (con 635 por cada 100k – o sea, aproximadamente 550 ciudadrealeños contagiados en los últimos 14 días); lo que, en mi opinión, no se puede achacar a la proximidad con la Comunidad de Madrid – por mucho que el foco principal de transmisión a nivel nacional en el invierno pasado saliera de aquí. En cuanto a la atención primaria, quien hace el esfuerzo no es la Consejería de Sanidad, sino los médicos de atención primaria que están sometidos a un sobreesfuerzo físico y mental diario que es inhumano que se permita y que hasta ahora no se haya hecho nada por remediarlo suficientemente.

A lo largo del verano, hemos visto cómo la pandemia en España evolucionaba de forma desigual. Mientras en otras comunidades se vivía con relativa tranquilidad, porque la incidencia estaba muy localizada y controlada, en Aragón o en su capital (por ejemplo), los datos obligaban a tomar medidas drásticas que han resultado difíciles para la población y exitosas para contener la propagación. No se ha superado la crisis por casualidad, o gracias solo a la colaboración ciudadana, sino a que se han puesto recursos humanos, en rastreo y atención primaria. Tarde o temprano tenía que llegar esta alarma a la Comunidad de Madrid: el tiempo jugó a su favor, pero no lo aprovecharon. Si los datos actuales de incidencia son alarmantes y escalofriantes, sin paliativos, es por un problema de mala gestión por parte de las mismas autoridades sanitarias madrileñas que reclamaban al Estado que se apartase de esta gestión, que ellos lo harían mejor. Lo confirman los datos de número de rastreadores, de refuerzo de los servicios públicos en transporte, atención primaria u hospitalarios. Según la estadística anterior, de los 20 primeros municipios españoles, 14 pertenecen a la Comunidad de Madrid. En la lista de incidencia del coronavirus en ciudades del mundo con más de 1 millón de habitantes, Madrid es la 1ª (con una incidencia de 776 por 100k habitantes), seguida de París (con 251 por 100k habitantes).

El Gobierno ha establecido tres parámetros para determinar medidas restrictivas que ayuden a detener la propagación del virus: actuar en localidades grandes con una incidencia acumulada de 500 casos por 100.000 habitantes, un 10% de tasa de positividad por PCR y una ocupación del 35% en las UCI. La Comunidad de Madrid ha emitido un comunicado, en el que explican su posición con respecto a las medidas propuestas por la Consejería de Sanidad, en la que (en pocas palabras) no se dan por aludidos. Es decir, relato contra relato, el relato de la Comunidad de Madrid resulta bochornoso y fantasioso ¿Alguien, en su sano juicio, puede creerse que la Comunidad de Madrid estaría en disposición de realizar un test a cada madrileño en estos momentos, o que en la propuesta del Ministerio de Sanidad no haya base científica y técnica que avale el nuevo criterio de los 500 contagios por cada 100.000 habitantes? Este relato demuestra la inmoralidad absoluta en la que se desenvuelven los responsables políticos del P.P. y Ciudadanos en el Gobierno de la Comunidad de Madrid, con respecto a la crisis sanitaria de su población.

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde

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