Kapital ¡

En 1867 Carlos Marx publicaba Das Kapital, texto nuclear llamado a revolucionar pensamientos y conciencias en occidente primero, y luego poco a poco en el resto del mundo, a través de ideas esenciales derivadas del peso central de la economía en la organización social.

Ideas esenciales como la lucha de clases y el protagonismo otorgado al proletariado, como clase social hegemónica, llamada a poner en valor la revolución comunista que proclama Das Kapital.

Años, por demás provistos del respaldo visible de la Primera Internacional como organización de los diversos movimientos obreros, nacida en 1846 y mutada en 1876.

Años convulsos de cambio que retoman la mecánica del siglo anterior en las transformaciones abiertas por la Revolución francesa.

Tanto es así que en 1871 tiene lugar la Comuna de París, y se publica por parte de Marx, Guerra civil en Francia.

Treinta y siete años después de la publicación de Das Kapital, tiene lugar la aparición de un extraño juego social reivindicativo, de manos de Elizabeth Magie Phillips, mujer comprometida con la causa feminista y con el bienestar de la sociedad.

Su padre, el político estadounidense James Magie, le inculcó sus ideas anticapitalistas y contrarias a la práctica del monopolio, lo que convirtió a Elizabeth en una persona comprometida contra los métodos con los que parte de la población se enriquecía a la vez que una mayor parte engrosaba las filas de la pobreza. 

Así inventó en 1904 el The Landlord’s Game (El Juego del Terrateniente), que fue la primera semilla de lo que más tarde conoceríamos como Monopoly.

La novedad de la invención de Elizabeth consistía en el tablero de juego con un circuito lleno de calles y enclaves monumentales a la venta de los jugadores.

Pero la auténtica revolución del Monopoly la supuso el doble reglamento para jugar.

El primer reglamento consistía en que, cada vez que un jugador adquiría una propiedad, todos los jugadores ganaban algo, y el juego concluía cuando el jugador que partía con menos fondos lograba duplicar su riqueza.

Esta versión del juego obedecía a la teoría que defendía Elizabeth de que la propiedad de la tierra debía compartirse, mediante el pago de impuestos que revirtiesen en el conjunto de la sociedad.

El segundo reglamento, establecía como prioritario acaparar el mayor número de propiedades y empobrecer a los demás jugadores cada vez que pasaban por ellas, mediante el pago de tasas.

El ganador era el jugador que acumulaba más riquezas y dejaba desplumados a los demás.

Entre nosotros la versión del Monopoly, dio lugar para conocer mejor el nomenclátor del callejero madrileño, según se ha reiterado por múltiples jugadores de los años sesenta.

Transformado en un juego de mesa y entretenimiento equivalente, finalmente, al parchís, tres en raya o a cualquiera de los contenidos en los cofres de los llamados Juegos Reunidos, de la casa Geyper.

Luego la electrónica y los videojuegos mataron a la estrella de la mesa de juegos.

Por eso llama mucho la atención la resurrección de un juego de mesa en 2020.

Juego, que los sociólogos franceses Monique y Michel Pinçon-Charlot han denominado, tranquilamente como Kapital ¡

Juego que pretende, además, ser el primero de la sociología crítica.

En un extraño salto mortal.

Más aún en el juego citado “a uno le toca ser dominador o dominado según el azar de los dados, y cuyo objetivo es acumular el máximo de riqueza y llegar al ansiado ‘paraíso fiscal’ que culmina el juego”.

La historia y el juego, como azar, no como ley determinada.

Donde se cruzan nociones de plusvalía, de trabajo alienado, de superestructura y de tarjetas alusivas a los cuatro capitales en juego y en litigio, según Pierre Bourdieu: capital económico, capital social, capital cultural y capital simbólico.

Caudal de capitales que excede de la lectura marxiana de la primacía de la economía.

Para concluir con la aseveración de los autores de que: “Queremos que la gente entienda, con una cierta alegría que en la fase neoliberal y financiera del capitalismo estamos en una guerra de clases que libran los mas ricos contra los pueblos”.

Más aún, afirman que “la lucha de clases se ha transformado en una verdadera guerra en la Francia de Macron”. Como en tantos otros sitios.

Donde los 10 multimillonarios franceses controlan el 90% de los medios de comunicación y el 80% del PIB.

Y por ello, controlan el relato de lo que sucede.

Ya los chalecos amarillos, ya los indignados, ya la desaparición de rigor de partidos tradicionales que fueron influidos por el discurso marxista: PSF y PCF.

Por ello y pese a ello, algunos medios ya han llamado al Kapital ¡ como el Monopoly anticapitalista.

Como si el Monopoly, por sí sólo, fuera comunista.

En la medida en que Kapital ¡pretende criticar las desigualdades sociales y la repetida lucha de clases.

Y esta critica a la lucha de clases, resulta sorprendente, por lo ya dicho.

Cuando para los seguidores del marxismo que inaugura Carlos Marx, es la piedra nuclear del movimiento comunista.

El juego, más bien, ensalza la lucha de clases antes que criticarla.

Las desigualdades sociales existentes, quedaban retratada en el mismo diario (El País, 8 de octubre) al informar que: “El virus acaba con dos décadas de reducción de la pobreza extrema en el mundo”.

Que hará que el número de personas por debajo del umbral de pobreza (porcentaje de población que sobrevive con 1,6 euros al día) pasará del 8,4% al 9,1%. Es decir, pasará de 643 millones a 729 millones.

Hasta aquí todo irrefutable.

Otra cosa será indagar en la experiencia final de aquellos países –paraísos proletarios o arcadias comunistas– en los que la Dictadura de Proletariado –defendida por los partidos comunistas–, ha funcionado de manera indiferente a esos parámetros, para superar la anatemizada lucha de clases.

Es decir, no ha habido progreso en la mejora de la desigualdad.

La paradoja es que en esos reinos de la igualdad social, surgieron las llamadas Nomenklaturas, como suerte de una aristocracia principesca emanada del bajo proletariado.

Casi igual que en el viejo Capital y en el nuevo Kapital ¡

Y es que los datos obtenidos sobre la igualdad real alcanzada dejan en evidencia múltiples aspectos del juego y de la teoría económica que lo precede.

Dejan en evidencia el monopolio ideológico en la lucha por la igualdad social, por más costras que porte el antagonista sociopolítico.

Periferia sentimental
José Rivero

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4 COMENTARIOS

  1. Lo cierto es que las guerras y las luchas son unos extraños juegos en que todos pierden.
    Sin embargo, cabe recordar lo que atinadamente señaló D.Eduardo
    Galeano: «en la lucha del ‘Bien’ contra el ‘Mal’, siempre es el pueblo quien pone los muertos»…..

  2. Del paraíso socialista tratan siempre, y siempre pasó, de huir millones de personas. No pasa lo mismo con los que quieren prosperar en economías socialistas y viven en economías capitalistas.

    La búsqueda de prosperidad a través del acceso a la propiedad fue, es y será siempre el motor del desarrollo de la civilización.

    Las sociedades esclavistas, socialistas e incluso capitalistas, nunca prosperan. Pasó en el Imperio Romano y pasó en la URSS.

    Lo llaman avaricia y en realidad es meritocracia. Lo llaman igualdad y en realidad es uniformidad.

    Hay una película realmente bella y humana que describe la huida de un niño búlgaro de un campo de concentración comunista.

    Si tienen Prime Amazon Video la recomiendo, I AM DAVID.

    El comunismo ha escrito una de las páginas más negras de la Historia de la Humanidad. Y sigue haciéndolo.

    Le felicito por el artículo, si bien creo que para hablar del comunismo en sentido crítico se necesita algo más que la fina ironía que usted maneja como un maestro.

    Sus crímenes han sido y siguen siendo espantosos.

  3. Hay otro asunto que a mi me ha llamado la atención en aquellos países y que llevaron a la práctica -praxis- las ideas marxistas: las revoluciones comunistas en su afán de crear una sociedad nueva, esto es, un hombre nuevo, clonaron a los individuos para divinizar solo a uno: el líder. Apartada la religión un solo hombre vino a ocupar el sitio de Dios, divinizado y superlativizado en un liderazgo astronómico y longevo. A falta de un Dios espiritual, inventaron el Dios terrenal, por la fuerza de las armas, la represión, la delación. El hombre, asi tomado de uno e uno, era solo una célula sin nombre del Gran Padre y su hijo el Estado unidos por el espíritu del trabajo colectivo. Los había con un poco de aureola, Fidel Castro, por lazos sentimentales y culturales ya que era el único líder comunista que hablaba español y los hay ridiculos como el de Corea del Norte que se hace bañar de unas masas automatizadas. Quizá el comunismo era mas una idea utópica del hombre igual, libre, sin propiedad y sin explotación, una filosofía, que su consecuencia política: un régimen de rebaño. Ambas chocan frontalmente con lo que es indomeñable, la condición humana. Esta solo se puede moldear por la razón de la represión. Luego está el extraño caso del capitalcomunismo chino, pero esto es otra historia. Y de ahora mismito.

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