La celebración del Día de los Difuntos, una tradición ancestral

Julián Plaza Sánchez. Etnólogo.– La muerte es lo único que unifica a todas las personas y desde la época prehistórica, el miedo a la muerte no ha sido nunca superado por el hombre. Por esto el cristianismo incorporó el culto a la muerte. La iglesia desde la Edad Media, trató de concienciar al individuo de que la vida era una mera transición hacia el otro mundo, un pasar hacia el más allá.

               En España no se ha perdido la celebración del día de los difuntos. Esto es una tradición prehispánica que ha perdurado hasta nuestros días y que se origina en la costumbre de guardar los cráneos de las personas fallecidas a modo de trofeo. Nos podemos preguntar por qué permanece en el tiempo, quizás sea porque nos hace sentir vivos. Respecto a esto Octavio Paz dice: que una civilización que niega a la muerte, acaba por negar a la vida. El papa Francisco reconoce que la Iglesia siempre ha exhortado a rezar por los difuntos, en particular ofreciendo por ellos la celebración eucarística.

            Es indudable que la muerte es una constante presente en la vida de cada persona, es el miedo que entraña perder la propia individualidad. La religión está en función de la muerte, esta amenaza al hombre religioso, en tanto que conlleva un problema de salvación. Por eso la muerte está presente en muchos ritos religiosos, sobre todo, la muerte de los otros. Pues son los muertos quienes están presentes como objeto de culto, de servicios rituales, de conmemoraciones o de encomiendo a los dioses. Todo esto ha sido constante preocupación del hombre de todos los tiempos. El sociólogo Spencer ve los orígenes de la religión en el culto a los muertos, puesto que “en la muerte se supone que el doble ánimo abandona el cuerpo. Los dioses serían, según él, figuras resultantes de la transformación de las representaciones de los antepasados”.

            El hombre para asumir la muerte interpone unos símbolos y realiza ceremonias procurando satisfacer las necesidades de ultratumba, con el objeto de regular las relaciones entre los vivos y los muertos. Haciendo esto puede seguir viviendo en paz. Con los ritos funerarios consigue una afirmación colectiva de la vida, de que esta continúa. Los rituales de la muerte suelen, a veces, ir acompañados por otras formas de indiferencia ente la muerte: fiestas, parodias y orgías, en las que se trata de reafirmar colectivamente el sentido de la vida y la voluntad de continuar viviendo como si no hubiera muerte, como si esta fuera simplemente un tránsito a la otra vida.

            A partir de este concepto, la muere está relacionada con la idea de “paso”, que conlleva la existencia de ritos de iniciación que implican una muerte simbólica: se muere en una concepción anterior para nacer en una nueva concepción. Ese paso a otra vida es la idea secundaria para resolver el problema de la muerte.

Algunas almas tienen que purgar algún tiempo para purificarse. El purgatorio fue instituido por decreto del papa Pio V en el Concilio de Trento, en el siglo XVI. Aquí las almas permanecían suspendidas hasta que pudiesen salir y corregir su propia purificación. Los vivos son los encargados de interceder por ellas. A partir de este siglo van apareciendo las “cofradías de ánimas”, destinadas a rezar por las almas sancionadas y ofrecerles misas para evitar su presencia en fechas señaladas. Desde el punto de vista teológico, la aparición de las almas purgantes, más conocidas como ánimas, se basaba en la creencia de que  los fieles de la tierra podían ayudar a que éstas lograran su liberación mediante sufragios y que Dios permitía que algunas de ellas vinieran a la tierra para buscar a sus familiares y decirles que recen por su alma. Respecto a esto hay opiniones divididas entre los teólogos.

En las sociedades tradicionales, está muy arraigada la creencia de que las almas del purgatorio pueden aparecerse a los vivos. Muchas de estas personas que creen en esto lo basan en la potestad divina. Dios  puede concederles el poder de hacerse visibles a nuestros ojos, ya sea uniéndose momentáneamente a un cuerpo que las represente o por medio de un ángel. En cuanto el juicio interpretativo de las visiones o revelaciones y según los teólogos, el hecho de las apariciones corresponde al historiador, este debe pasarlo por la criba histórica. Los teólogos opinan que la aparición de un alma del purgatorio, se produce en raras ocasiones. La Iglesia, por otra parte, no rechaza a priori las apariciones y han aprobado algunas de ellas, aunque las considera raras y extrañas.

Desde el uno de noviembre hasta los carnavales, pasando por la Navidad, estas cofradías realizan actividades para recoger dinero y pagar las misas. En la provincia de Ciudad Real aparecen bien documentadas un buen número de cofradías de ánimas. El objetivo de todas ellas es recoger dinero de una forma u otra, para pagar misas ofrecidas a las ánimas del purgatorio. Cada una tiene su particularidad. En Bolaños de Calatrava el animero mayor, con campanilla en mano, recaudaba dos o tres días antes del 1 de noviembre el dinero para la misa de ánimas y objetos para subastar con la misma finalidad. Los más viejos recuerdan que en el día de difuntos, las mujeres procesionaban rezando el rosario, desplazándose desde la iglesia hasta el cementerio. En Calzada de Calatrava se mantiene la tradición del Pecado Mortal, basado en la creencia de que murió una joven en pecado mortal y que todos los miércoles de ceniza volvía del más allá y recorría el pueblo tocando una campana para recordar que todos, antes o después tendrían que rendir cuentas por sus pecados. Durante los días de carnaval se manifiesta la cofradía de Ánimas de Herencia y Malagón. Sin embargo la de Almedina lo hace el 28 de diciembre.

Todas ellas tienen los mismos fundamentos, aquellos que comprometían a los fieles a cumplir la tradición de “liberar” desde la tierra a las almas en pena de los difuntos, a través de la limosna y la oración.

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