Literatura de viajes como hoja de ruta para descubrir el actual Valle de Alcudia: la huella de las ventas cervantinas

Carlos Sanz.- En 1962 dos avezados periodistas de Madrid –Fernando Fernández Sanz y Vicente Romano- emprendieron lo que iba a ser una auténtica odisea en aquellos tiempos: recorrer a pie el Valle de Alcudia para dejar testimonio de sus pueblos y cómo vivían sus gentes. Hasta ese momento la literatura de viajes por nuestra región tenía sus tótems en forma de “Viaje a La Alcarria” (Cela, 1948) o anteriormente con “La ruta de Don Quijote” (1905, Azorín). Pero en este poliedro que es La Mancha aún había territorios recónditos, lugares que seguían a remolque de ese desarrollismo que empezaba a coger velocidad de crucero en la España tardofranquista.

“El Valle de Alcudia” se publicó originalmente en la editorial Alfaguara en 1967 y hace un par de años fue reeditado por la Biblioteca de Autores Manchegos (BAM) gracias a una iniciativa de Ediciones Puertollano. Estamos ante una delicia narrativa, un libro de cabecera para todo aquél que tenga ahínco e interés por conocer este territorio. Romano y Sanz elaboraron un híbrido a camino entre el ensayo antropológico y la crónica periodística de viajes a lugares remotos.

No es exagerado emparentar el trabajo que realizaron, con el documental que en los años 30 rodara Buñuel en Las Hurdes. Los dos periodistas descubren una comarca olvidada, incluso ancestral por el modus vivendi de la mayoría de sus habitantes: gentes paupérrimas, la mayoría carente de estudios básicos, ancladas en creencias anacrónicas, sometidos a la presencia inmisericorde de la mentalidad cacique que está por doquier y condenados a una servidumbre que apenas les daba para malvivir.

Un viaje rocambolesco que inician en Puertollano para trasladarse a Mestanza y de ahí continuar el trayecto por sendas, trochas y caminos heredaros de las antiguas cañadas reales hasta llegar a Alamillo (localidad donde nació Vicente Romano). En total más de 1.400 kilómetros cuadrados que los dos intrépidos reporteros tardan en recorrer algo más de dos meses.

Una peregrinación sorprendente pues en aquella época la carencia de infraestructuras y la nula presencia de viajeros eran el santo y seña en el Valle de Alcudia. A lo largo de las páginas, Romano y Sanz relatan el estupor y desconfianza generalizada que causaban en todo aquél con el que se cruzaban. Por más que explicaran su oficio periodístico, la mayoría no les creía y casi todos especulaban con el hecho de que ambos eran inspectores del gobierno o peor aún dos fugitivos que andaban huyendo.

Esta obra es hoy en día un documento único e imprescindible. Aparecen protagonistas de oficios ya extinguidos como los carboneros del Valle de Alcudia, siempre itinerantes y viviendo en desvencijadas chozas, así como una terna de pastores trashumantes, gentes dedicadas al cuidado de las quinterías y grandes cortijos, los últimos venteros, etc.  Auténticas rarezas que los propios autores se encargaron de fotografiar, caso de las escuelas de La Bienvenida, labriegos, familias viviendo en condiciones miserables, restos de explotaciones mineras, etc. Así como aspectos más sórdidos, caso de la siniestra presencia de la Guardia Civil que llega a inquirir a los dos viajeros o el esperpéntico interrogatorio al que fueron sometidos por el alcalde de Cabezarrubias.

Casi 50 años después de su publicación, este libro es un visor por donde asomarse a cómo era el Valle de Alcudia tanto en paisaje natural como paisanaje humano. Un texto excepcional que aporta un valor enorme para comprobar la evolución de un territorio que hoy busca su hueco para posicionarse como destino turístico. Además, la actual reedición cuenta con una reproducción del plano originario que siguieron, así como un índice onomástico.

La importancia de las ventas

En dicho libro se narra el encuentro que los dos periodistas mantuvieron con venteros del Valle de Alcudia. Fueron construcciones ligadas históricamente a este lugar. Situadas en el Camino Real a Andalucía, algunas de ellas inspiraron a Cervantes episodios de “Rinconete y Cortadillo” o el propio Quijote. Las ventas cervantinas que se encuentran en Alcudia y que han podido ser localizadas son las de El Molinillo (que hoy se llama de La Inés) y la Venta Tejada, ya en plena sierra. El emplazamiento original de estas ventas está en ruinas o ha desaparecido. Sin embargo, a su lado se construyeron posteriormente otras ventas, caso de La Inés o quintos como Divina Pastora.

La Venta del Alcalde o de la Inés está situada en la finca La Cotofía, en el mismo Camino Real de la plata. Se compone de tres cuerpos, la venta en medio y corrales a los lados. Es de dos plantas. En la planta baja se abre la puerta de dos hojas con arco rebajado y una ventana a cada lado.  Su actual propietario es el longevo Felipe Ferreiro Alarcón, figura archiconocida en nuestra provincia por el pleito que desde hace décadas mantiene con la finca La Cotofía. Está declarada Bien de Interés Cultural y es visitable, si bien ante la actual crisis sanitaria que estamos viviendo se aconseja informarse previamente debido al avanzado estado de edad de su propietario.

La que fuera Venta del Molinillo, en palabras del propio Cervantes, “está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, según vamos de Castilla a Andalucía” y en ella estaba el oratorio de la Divina Pastora. De ahí que se la conociera también por este nombre. En esta venta se desarrolla la primera escena de “Rinconete y Cortadillo”.

En las cercanías de estas ventas se encuentran tres parajes citados en El Quijote: la fuente del Alcornoque, situada dentro de la finca La Cotofía y cuyo acceso público está vetado por dicha propiedad, aunque mediante disposición aprobada por el gobierno regional se logró en su día una suerte de acceso regulado en determinadas fechas del año. También, destacan otros como el arroyo de Batanes (en el término municipal de Fuencaliente), Val de Estacas y la fuente de Pizarra que se cita en “La ilustre fregona”.

Como se decía anteriormente, Felipe Ferreiro es memoria viva en todo lo relacionado con las ventas, el paisanaje y los oficios ya extinguidos en el Valle de Alcudia. Su testimonio oral es una auténtica joya para el patrimonio etnográfico y como muestra podéis ver estos dos fragmentos de una extensa entrevista que mantuve hace unos años con él y donde el anciano Felipe narra cómo era la vida en las ventas, qué oficios hubo en el valle, el día a día de los carboneros, pastores trashumantes y los mineros que trabajaron en El Horcajo.

Otra venta citada en el Quijote es la del Zarzoso, que en 1675 era propiedad de las religiosas franciscanas del convento de la Purísima Concepción de los Pedroches.  Como señalaba Gascón Bueno, “su situación junto a la vereda mayor de Alcudia hacía que la mayor parte de sus visitantes fuesen pastores o viajeros que iban o venían desde la zona cordobesa de Los Pedroches. Su nombre ha llegado intacto hasta la actualidad, así como el edificio de la misma reformado en varias ocasiones”.

Se trata de una venta de trashumancia, situada junto a la Cañada Real Segoviana. Se puede acceder a ella desde el sendero PR-CR 9 Puente de Alcudia-Puerto del Mochuelo, si bien está ubicada dentro de una finca privada. La Venta se había incendiado en 1714, destruyéndose la techumbre y quedando sólo en pie las paredes maestras. En 1742 la tenía arrendada Salvador Ramón. Por su alejada situación fue objeto de frecuentes asaltos por bandidos.

Recomendaciones bibliográficas

Para todos los que tengan interés en el Valle de Alcudia o para aquellos que os haya picado el gusanillo, y queráis descubrirlo, junto con el libro mencionado hay obras de otros autores que también debéis consultar para tener una visión de conjunto de este territorio. El primer estudio serio de esta comarca lo realizó el historiador Francisco Gascón Bueno en su libro «El Valle de Alcudia durante el siglo XVIII», que fue su tesis doctoral y un ejemplo de estudio pluridisciplinar de la zona.

Otro libro que narra un oficio ya desaparecido es «Los carboneros en el Valle de Alcudia» de Salvadora Moreno Castañeda. En él se relatan las múltiples y calamitosas precariedades de las personas que se dedicaron a esa dura profesión.

Finalmente, para los amantes de la botánica y el senderismo contamos con el libro «Flora silvestre y rutas por el Valle de Alcudia y Sierra Madrona» donde figuran un centenar y medio de láminas a color con las flores y especies botánicas de la zona, así como la descripción de nueves rutas senderistas por los espacios naturales más llamativos.


Carlos Sanz.– Durante más de 12 años me he dedicado al oficio de contar las cosas. En la universidad me convertí en historiador del arte, me metí en el proceloso mundo del turismo formándome como informador turístico y trabajando como técnico. De todo ese batiburrillo sale una devoción, la de comunicar, una pasión por el patrimonio, lo cultural y el arte. De eso va esto.

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