La psicología y su VAR del Clásico

José Manuel Campillo.- Dicen que nunca hay una segunda oportunidad para una primera impresión, y es posible que esta afirmación tenga la misma robusta validez que esa otra de Ronaldo Nazario, cuando decía que si metías goles eras el más grande y si no, eras un gordo.

Foto: Real Madrid CF

Mientras calentaba mis ánimos y ejercitaba mis expectativas, en la televisión una serie de fotogramas introdujeron en mí cierta sensación de desasosiego. El inconsciente me estaba mandando la información que dos hechos puntuales antes del partido le habían filtrado. El primero tenía que ver con la forma de relacionarse los jugadores en el túnel de vestuarios. Mientras que los del Barcelona lo hacían como si estuvieran en una clase de Educación Física de las de antes, en las que el profesor les ha dicho que tienen que saltar el potro, los del Madrid se ejercitaban en una suerte de saludos y abrazos que nos recordaban a esas parejas de ancianos que aún, haciéndoles la contraria al desgaste existencial, van cogidas de la mano. Y es más, el «papá» de todos ellos, Sergio Ramos, que sabe mucho de «neuronas espejo», les da un abrazo para que sientan que son queridos y respetados. Valores necesarios para pisar el césped con la irreverencia que necesita un partido que, en ocasiones, ve muertos.

Otro detalle que bamboleó mi inconsciente fue la presencia dispar de los dos entrenadores antes de comenzar. Zidane está en la banda, de pie, con esa pose chulesca disfrazada de respeto. Él ha visto El bueno, el feo y el malo y sabe eso de: «El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas». Se lo ha dicho, con los resultados, a muchos entrenadores. Por otro lado, vemos a Koeman sentado y con una mirada que oscila entre la resignación y la esperanza; pero esa que llevan a cuestas los maridos en segundas nupcias, cuando ya saben que el segundo matrimonio es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia.

Comienza el partido e intento tranquilizar mi inconsciente – sí, soy del Barça- con un monólogo en el que me repito veinte veces la palabra Messi. Pero he ahí que en estas, el Madrid saca de centro y sus jugadores se pasan el balón durante un minuto y dieciocho segundos. Tiempo suficiente para que Naranjito certifique que se van a llevar bien. ¿Quizá debería haber un estudio que indicara la importancia de sacar de centro en la primera parte en la incidencia de un partido? Algo así como ese que demuestra que los nacidos en enero tienen ventajas con respecto a los que han nacido en diciembre.

Minuto 10: ya han marcados dos goles.

Minuto 15: algo más sorprendente que lo anterior, Messi ha cometido dos faltas. El rosarino ha cambiado su baile habitual de cada partido. Cree que es más adecuado sustituir su particular ballet por reguetón. Y uno nunca debe desertar de sus virtudes. Es como si Montgomery Clift quisiera actuar mal, no sabría.

Otro detalle llamativo es la ausencia de Pedri. Jugó una especie de holograma de este fenomenal futbolista. Nadie lo preparó psicológicamente para un partido de esta transcendencia. Su lenguaje corporal mostraba siempre a ese jugador que ve la pelota como si fuera el gato de Schrödinger: se mueve y no se mueve a la vez.

En el 17´17” Casemiro falla y Zidane aplaude. Una nimiedad que es importante. Los refuerzos positivos siempre son necesarios. De hecho, unos minutos después, el brasileño le quita un balón a Messi en el área que es deudor de este refuerzo. Es posible que el atrevimiento con el que mete la pierna se lo haya prestado el entrenador con su aplauso.

En el 17´35” enfocan a la grada y vemos cómo Griezmann se incorpora al grupo. ¿De dónde viene? Solo se me ocurre una explicación plausible.

Minuto 18´10”. Falta de Nacho  a Messi que no pita Munuera. El defensa levanta las manos intentando mostrar su inocencia. ¿Cuándo van a entender los árbitros que el jugador que se justifica está asumiendo su culpa? Excusatio non petita, accusatio manifesta (excusa no pedida, acusación manifiesta).

Por cierto, Benzema y Kroos corroboran empíricamente algo que ya se sabe desde que eran infantiles: nunca eligen mal la jugada a realizar. Vinicius y Coutinho también lo corroboran: nunca eligen bien.

También es reseñable, casi digno de una tesis doctoral, la cantidad de paseos que se da Messi por el campo. Supongo que es porque ha leído Las ensoñaciones del paseante solitario de Rousseau y se mimetiza con el personaje. Su actitud en muchos minutos del partido nos recuerda a Batterbly el escribiente. Siempre que le pedían algo, respondía lacónico: «Preferiría no hacerlo». Esto es lo que le pasa a Messi con la presión defensiva.

27´18”. En este momento se produce la acción que señalábamos de Casemiro. ¡Qué confianza! Antes hemos escrito que se la había generado Zidane con su gesto. Ahora añadimos que el VAR también es participe de su acción. Me explico. Creo que este árbitro tecnológico ha ayudado a los buenos jugadores y, por ende, perjudicado a los malos. Es un delator nato, parece que trabaja para la Stasi. Casemiro se la juega porque sabe que lo va a hacer bien y el VAR lo va a confirmar. Si no, posiblemente, no se hubiera arriesgado de esa manera. Unos años antes, hubieran pitado penalti. Esa es una de las ventajas de este videoarbitraje. El bueno se la juega, como hacían los que se echaban la Brummel. Los malos quedan inmortalizados en una suerte de esencia que se escancia como mal recuerdo del pasado.

33´45”. Enfocan a Koeman y se nos muestra con los brazos cruzados. Ya saben que esto es señal de que uno se está protegiendo de algo. El holandés está comunicando, sin quererlo, cierta inseguridad.

·Termina la primera parte y los datos confirman que Messi ha leído a Rousseau. Benzema ha recorrido 5,1 kilómetros y el argentino, 4,2. Y eso que es el jugador que más veces toca el balón.

Me pregunto por qué Vinicius y Coutinho no trabajan de forma individual la elección de jugadas. Es muy llamativo que casi siempre elijan de la misma manera: mal. Son de esos jugadores que no nos deben llamar a engaño. Parafraseando un poco a Groucho, se les podría aplicar lo de «puede que parezca un mal jugador y que incluso se comporte como un mal jugador. Pero no deje que eso le engañe, realmente es un mal jugador». No han trabajado desde pequeños, de manera natural, la visualización. A veces, veo a niños moviendo los pies como si estuvieran golpeando a una pelota invisible. Son los que están creando en su mente jugadas posibles y conexiones neuronales que les vendrán bien en el futuro, esos que en las horas de no entrenamiento, están entrenando. A los que luego llaman, coloquialmente, jugadores inteligentes.

58¨45”. Lenglet hace el conato de levantar las manos en el penalti. Evidentemente, ya saben cuál es mi siguiente afirmación: es penalti.

La posición corporal de Sergio Ramos justo antes de lanzar, con las manos abiertas apoyadas en la cintura, muestra que tiene una enorme seguridad en sí mismo. Es la clásica que nos ofrece el que suelta con suficiencia en una situación complicada: «qué pasa, cabrones. Aquí mando yo».

Minuto 81. El entrenador realiza tres cambios. Y, zas, hace acto de presencia una de las leyes de Murphy: «No hay situación por mala que sea que no sea susceptible de empeorar». Cuando se hace una sustitución uno siempre debe tener presente el «efecto mariposa». Esa idea de la teoría del caos de que el aleteo de una mariposa en Texas puede producir un tornado en Río de Janeiro. Y ya si son tres las posibles mariposas, evidentemente, las modificaciones sobre el resultado son imprevisibles. ¿Acertó Koeman en los cambios? Partiendo de la base de que tenía que haber hecho el primero bastante antes, afirmamos que sí en la cantidad y no en la calidad. Lo aclaro. En ese minuto, 81, ya que hay que hacer bailar a las «mariposas» hasta El chiringuito, por lo que no quedaba más remedio que hacer los tres cambios. El problema es que el jugador que entra desde el banquillo debe ser un Lucas Vázquez, ese típico futbolista que es capaz de hacer un pacto con Mefistófeles por un puñado de minutos. El que sabe que no hay un mañana sino hay un hoy, y que también es conocedor de que en el fútbol, como en la vida, la actitud lo es todo. Griezmann entró al campo como un castigo, él se considera titular. Lucas lo hizo para reivindicar que debería jugar más. El primero caminaba por el césped como si estuviera viendo una película japonesa subtitulada en alemán, y el segundo lo pisó con la misma determinación con la que Pajares y Esteso buscaban el liguero mágico. A modo  de conclusión sobre los cambios, valga esta simpleza: en los equipos no deben faltar los jugadores «reservas».

89¨45. Gran gol de Modric. Aunque, aquí escribe el culé que llevo dentro, hay que tener en cuenta que no estaba cansado mentalmente y que su equipo ya ganaba, lo que permite que las frivolidades aparezcan en la imaginación.

Un equipo es, aparte de la suma de la calidad individual, el conjunto de las virtudes de los jugadores. Y Zidane, cual Aristóteles práctico, es capaz de extraer lo  mejor de cada uno y aplicar lo de Tom Wilson: «Muchos de nosotros somos más capaces que alguno de nosotros, pero ninguno de nosotros somos tan capaces como todos nosotros». Esa es la denominada «flor» del entrenador. Un eufemismo que oculta que es un extraordinario director de la exigente orquesta emocional que llamamos equipo.

José Manuel Campillo es autor de Los siete pecados capitales del fútbol.

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3 COMENTARIOS

  1. Lo cierto es que en el deporte, en lo físico y en lo táctico cada vez hay menos diferencias, de manera que factores como la propia psicología son los que muchas veces terminan inclinando la balanza del juego……

  2. Claro Charly. Vamos que, con un buen psicólogo, el Manchego le hace una «manita» al Bayern de Munich.
    ¡Eres más listo que el hambre! (sabes de tó)

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