Un recorrido imprescindible por el paisaje marciano de las minas de San Quintín

Carlos Sanz.- Por la carretera que une Almodóvar del Campo con Cabezarados, un par de kilómetros antes de llegar a esta localidad, emergen de repente unos montículos a modo de escombreras dando la sensación de que nos encontramos ante un paisaje lunar.

Restos del poblado minero

Se trata del complejo minero de las antiguas minas de San Quintín, que fueron explotadas por la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya entre los años 1884 y 1934, y constituyen una de las mejores muestras del patrimonio minero e industrial que tanta relevancia tuvo para la comarca del Valle de Alcudia. Fue tal la importancia que adquirieron las minas de San Quintín, que llegó a construirse un poblado que contó con más de 1.000 residentes a finales del siglo XIX.

Hace unos meses, el ayuntamiento de Villamayor de Calatrava –las minas están ubicadas en su término municipal- solicitó a la Dirección General de Medio Natural y Biodiversidad de la Consejería de Desarrollo Sostenible de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que inicie los trámites y procedimientos para lograr la declaración como Monumento Natural del Complejo Minero San Quintín. De lograrse tal figura de protección, se daría un paso importante para conservar, mantener y poner en valor un recurso turístico que se vincularía con el futuro geoparque Volcanes de Calatrava. Además, se posibilitaría la creación de georrutas, dada la cercanía que San Quintín tiene con el volcán más antiguo de la región, el Morrón de Villamayor que también ha sido declarado Monumento Natural, así como el futuro Monumento Natural del Carbonífero de Puertollano.

El aspecto lunar de las escombreras de San Quintín

¿Por qué proteger unas minas abandonadas?

Es la pregunta que más de uno podrá hacerse. Lo cierto es que, desde hace unos años, la conservación de elementos patrimoniales relacionados con la actividad minera está siendo un revulsivo para zonas industriales que se han visto abocadas al cierre de las explotaciones y a una incierta reconversión.

Respecto a San Quintín, tras el abandono de la explotación minera, la mayor parte del poblado desapareció y actualmente apenas se conservan restos derruidos de las viviendas y edificaciones. Pero sí podemos aún visitar los antiguos pozos de extracción, lavaderos, balsas y escombreras de un complejo minero donde se explotó plomo y zinc. Por dichos valores conforma un paisaje singular que podría encajar en el contenido del artículo 45 de la Ley 9/1999, de 26 de mayo, de Conservación de la Naturaleza, que al referirse a los monumentos naturales incluye aquellos espacios “que reúnan un interés especial por la singularidad o importancia de sus valores científicos, culturales o paisajísticos, que resulten representativas del dominio geomorfológico donde se ubican”.

Camino de entrada al pozo de extracción

¿Cuál fue la historia minera de San Quintín?

Situadas en el extremo norte de Cabezarados y del término de Villamayor de Calatrava, estas minas formaron parte del conjunto metalífero de Sierra Morena. En San Quintín se detectaron dos grandes filones, uno mayoritariamente de plomo y otro en menor medida de zinc. Fueron los minerales que se explotaron desde el inicio de la actividad extractiva.

Según las fuentes consultadas, la primera noticia de la importancia minera existente en San Quintín data de 1574 cuando se registró la llamada mina “El viejo”, propiedad de los condes Fúcares de Almagro y donde se extrajeron tanto plata como zinc. Pero fue a finales del XIX cuando irrumpió en escena la poderosa SMMP, de capital francés y que copó buena parte de la producción minera en Puertollano y el Valle de Alcudia.

Panorámica de San Quintín

Así, en 1887 la sociedad minera inicia la explotación que mantendrá de forma continuada hasta 1934, construyendo una línea férrea de vía estrecha que lo unía con Puertollano, inaugurada en 1899. El poblado minero de San Quintín no era un núcleo compacto, sino que se dividía en varios: cuarteles, peña del rayo, cavilas, chozos de Musa y las casas alineadas en torno a la carretera. El poblado minero estaba dotado de los servicios de enseñanza, un puesto sanitario (un médico y dos dependencias de farmacia), alumbrado público desde 1925, etc.

Este complejo minero se relaciona con una actividad extractiva que en la comarca del Valle de Alcudia se remonta a época prerromana con la extracción del cinabrio en Almadén. Así lo demuestran evidencias arqueológicas a través del yacimiento de Sisapo, “la sede de la gestión de las explotaciones de cinabrio más afamadas en tiempos romanos” (Zarzalejos, 2011). Durante la dominación romana, llegaron a explotarse el plomo, plata, galenas argentíferas, etc., creando un paisaje minero que dejó su huella con varios yacimientos y una red de establecimientos de funcionalidad minera y agropecuaria, como así señala Zarzalejos. A destacar, poblados como la fundición de Valderrepisa (Fuencaliente), la mina Diógenes (Solana del Pino), y rutas de transporte del mineral que enlazaban el centro con el sur peninsular: la vía Sisapo-Cástulo (de La Bienvenida a Linares) y la vía Sisapo-Córduba.

Vistas de los lavaderos que aún pueden visitarse

Pero será en el siglo XIX cuando las explotaciones mineras del Valle de Alcudia alcancen cierto pedigrí mediante la llegada de sociedades de inversión y la puesta en marcha de líneas de ferrocarril. Una actividad que entró en decadencia a partir de los años 30 del siglo XX con el abandono y desmantelamiento de las explotaciones, así como un proceso de pérdida de empleo y degradación ambiental de los pozos y poblados mineros.

Hay, por tanto, un destacable patrimonio industrial arraigado en el territorio que posee un valor histórico, social y tecnológico que debe ponerse adecuadamente en valor, convertirse en recurso turístico para la comarca y, si cabe, aglutinarse a través de una ruta específica de la minería para su aprovechamiento turístico. En ese sentido, hace ya unos desde la Asociación para el Desarrollo Sostenible del valle de Alcudia y Sierra Madrona se llevó a cabo un inventario de recursos mineros con mayor potencial de explotación turística, así como investigaciones relacionadas con las explotaciones históricas. El resultado fue la publicación “Patrimonio minero del Valle de Alcudia y Sierra Madrona” (Hevia, 2003); un notable trabajo de investigación que ya puso de relieve la necesidad de conservar estos elementos patrimoniales, sobre todo aquellos que aún pueden recuperarse en parte, caso de mina Diógenes, Pueblo Nuevo, San Quintín, castilletes como el de minas del Horcajo, junto con otros diseminados por el Valle de Alcudia como por ejemplo el pozo Dolores, la mina Las Pozas, etc.

Vista del yacimiento de Sisapo

En su día, la Asociación por el Desarrollo Sostenible del Valle de Alcudia y Sierra Madrona, creó la “Ruta de la minería”, una de las cinco rutas ecoturísticas ofertadas por esta entidad para dar a conocer el patrimonio natural y cultural de la comarca. Bajo la denominación “De La Bienvenida a Fundición El Robledo”, y trazada en relación con la Red Rocinante, recorre una distancia de 187 kilómetros que discurre por carreteras catalogadas como de “interés paisajístico” y 42 kilómetros de “itinerarios no motorizados” por caminos y vías pecuarias.

Ruta de la minería del Valle de Alcudia

Sin embargo, valorizar correctamente todo el patrimonio minero y ponerlo al servicio del turismo requiere de estrategias de desarrollo local en los municipios de toda la zona. Además, se ha de hacer una apuesta firme por la protección y mantenimiento de las instalaciones mineras existentes, dado su estado de abandono, y aprovechar sinergias para vincular toda esta red de recursos patrimoniales con productos más consolidados como el parque minero de Almadén o el museo de la minería de Puertollano. Todo ello redundará en un mayor desarrollo territorial, así como fortalecer una demanda turística que acudirá bajo el reclamo del futuro geoparque Volcanes de Calatrava.


Carlos Sanz.– Durante más de 12 años me he dedicado al oficio de contar las cosas. En la universidad me convertí en historiador del arte, me metí en el proceloso mundo del turismo formándome como informador turístico y trabajando como técnico. De todo ese batiburrillo sale una devoción, la de comunicar, una pasión por el patrimonio, lo cultural y el arte. De eso va esto.

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