Edgar Allan Poe: Narración de Arthur Gordon Pym

Considerado tras su cruenta desaparición del mundo de los vivos uno de los mejores escritores norteamericanos del siglo XIX, creador (junto con otros ilustres nombres como Chejov y Quiroga) del cuento moderno, inventor del género policíaco y del cuento sin planteamiento ni nudo (solo hay desenlace en El barril de amontillado), fue Edgar Allan Poe, además de un soñador de pesadillas rehogadas en alcohol, un  atormentado ciudadano de este lado del globo terrícola.

Nos referimos al lado norte de la Tierra, el que Poe habitó hasta su temprano deceso. Su extinción se produjo a causa, por cierto, de un palizón de los que le dejan a uno con fiebre. Poe murió en un hospital delirando a consecuencia del alcohol, los golpes recibidos en una oscura taberna de su época ubicada en Baltimore? y, sobre todo, falleció, finalmente, a causa de su tremendo talento nunca dirigido con acierto. Ese exceso de genialidad lo convirtió en un sufriente testigo de la comedia humana, un observador de una adolorida sociedad sobre la que no tenía, como es lógico en un escritor, el menor poder de influir para bien. Poe vivió una vida breve y desdichada, si es que la desdicha puede ser breve, Borges dixit.

Pero antes de pasar, en calidad de ocupa permanente, al jardín de los callados, Poe tuvo la idea de escribir una novela, una sola novela, que es la que nos distrae en este espacio. Poe destacó en cuento, se ha dicho, y también en poesía. La novela, sin embargo, no ejercía sobre él la menor fascinación. O eso parecía hasta que dio a la imprenta las oscuras y aun tenebrosas páginas que conforman La narración de Arthur Gordon Pym.

En este libro, que se puede ofrecer al paisanaje lector como una novela de viajes, una narración de aventuras o, si así lo prefieren, un fresco sobre la horrorosa naturaleza de la condición humana, en este libro, decimos, Poe no da respiro al consumidor de su obra. Desde el momento, casi en las primeras páginas, en que el protagonista queda atrapado en una especie de tumba prematura, pasando por los episodios de motines marítimos en los que se degüella, se estrangula y se acochina a tutiplén, y llegando, por fin, al enigmático e inquietante final en una tierra ignota, inexplorada y fantástica, Poe precipita a los que tengan el gusto de leerlo en una montaña rusa de emociones que escoran entre la intriga y el miedo.

Salvajes de culturas desconocidas, un viaje al entonces desconocido Polo Sur, reflexiones sobre qué comer cuando lo único que hay a mano es un náufrago recién muerto… conforman una novela nunca terminada que fue admirada por autores como Julio Verne y Howard Phillips Lovecraft. El francés escribió La esfinge de los hielos, y el norteamericano, discípulo de Poe, dio a la imprenta Las montañas de la locura. Estas dos novelas pretenden, y no consiguen, servir de colofón a La narración de Arthur Gordon Pym, la mejor novela inconclusa de la historia. Ahí queda eso.

Emilio Morote Esquivel

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