Stephen King: El umbral de la noche

Es el señor Stephen King, actualmente y desde hace décadas, una factoría con un nivel de ventas asegurado que le permite, Dios mediante, crear de cuando en cuando una novela de mediana calidad.

En los principios de su carrera, Stephen King cogía de aquí y de allá, como hacen todos los escritores principiantes. Copiaba por todo el morro, vamos, el señor Stephen King. Lo hizo en uno de los cuentos de esta, por otra parte y en su género, excelente recopilación de historias de terror, en las que se prefiguran, ya a principios de los años 70 cuando el señor Stephen King se ganaba la vida como podía, los universos paralelos que este escritor ha explotado y seguirá explotando por aquello de que a nadie amarga un dulce y poderoso caballero es don dinero. Aunque el nivel de sus ficciones en los últimos veinte años por lo menos ha ido cayendo de lo convencional hacia lo puramente ridículo y hasta mediocre hasta decir basta, justo es reconocer que el señor Stephen King goza de una imaginación de muchos bemoles y que, cuando se toma más de tres meses para escribir una novela, como decimos, de cuando en cuando, da en el clavo. Pero centrándonos, caramba, en este libro de su primera época, cabe destacar que los cuentos que en él se contienen entretienen a la par que hacen estremecer a aquellos lectores, suponemos que jóvenes o adolescentes como joven e incluso adolescente era el autor de estas confusas líneas cuando lo leyó.

El señor Stephen King toma, se ha dicho, de otros autores anteriores a él mismo: Bram Stoker (del que cogió por la jeta la idea para su segunda novela: El misterio de Salem’s Lot), Arthur Machen ( de cuyo cuento La novela del polvo blanco toma la idea para Un trago de despedida) y Lovecraft (cómo no, siempre Lovecrat, que los hados literarios lo tengan en su recuerdo). No es criticable tal técnica (la de robar ideas). Dijo el novelista Gonzalo Torrente Ballester que copiar es lo que hace todo autor cuando empieza, remedar las hazañas de aquellos escritores a los que admira el primerizo, escribir incluso novelas del oeste, como dijo el señor Torrente (Ballester) que hacía cuando quería aprender el solitario, mal pagado y hasta en ciertos ambientes condenable oficio de escritor. Carguen ustedes con el equipaje necesario para pasar una noche de miedo. Apaguen el televisor, manden a los suyos a dar una vuelta o a otra habitación, enciendan un flexo si todavía pagan el recibo de la luz, miren por la ventana a la calle si está lloviendo… y empiecen a leer este impresionante retablo de horrores que pergeñó el señor Stephen King cuando todavía no era millonario, cuando todavía era (solamente) escritor. Buenas noches y buena suerte.

Emilio Morote Esquivel.  

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