La conferencia sobre “Alfonso X y la fundación de Ciudad Real” muestra a un rey ambicioso e innovador

El Antiguo Casino de Ciudad Real acogía este martes la tercera conferencia, que se ha realizado con motivo de la conmemoración del VIII Centenario del nacimiento del rey Alfonso X el Sabio (1221-2021) y que irán acompañadas de un concierto el 23 de noviembre y una representación teatral el 24 de noviembre.

A la última conferencia del ciclo han asistido la alcaldesa de Ciudad Real, Eva María Masías, acompañada del concejal de Cultura, Nacho Sánchez, del presidente del Instituto de Estudios Manchegos, Alfonso Caballero Klink y miembros de la corporación municipal, y ha sido impartida por Francisco Ruiz Gómez sobre “Alfonso X y la fundación de Ciudad Real”. Masías ha destacado la “importante oferta cultural que ofrece la ciudad, gracias al excelente trabajo de la Concejalía de Cultura y que, como en este caso, tiene una máxima relevancia para conocer nuestra historia”. Un ciclo, añadía la primera edil, que ha contado con “figuras relevantes” que nos han acercado a la figura del rey.

Francisco Ruiz Gómez, doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense y catedrático de Historia medieval de la Universidad de Castilla-La Mancha ha hecho un extenso recorrido por la vida de Alfonso X el Sabio, desde su nacimiento en Toledo el 23 de noviembre de 1221 hasta su muerte en Sevilla, a los 63 años en 1284. Tuvo un reinado largo para la época, más de 30 años. Hijo de Fernando III de Castilla, que fue canonizado en 1671, y Beatriz de Suabia, descendiente de emperadores alemanes y bizantino-griegos que marcó notablemente a su hijo. La historia de Beatriz, que realmente se llamaba Isabel, y que adoptó el nombre de su hermana cuando fue asesinada por su marido, le sirvió al rey Alfonso, años más tarde, para reclamar los derechos del trono alemán, aunque esa pretensión arruinó al reino. La historia del rey Sabio ha sido ampliamente catalogada en libros como la crónica de Fernán Sánchez , el padre Mariana, Jerónimo Zurita, marqués de Mudéjar, o más recientemente por Antonio Ballesteros, J.O Callaghan, Horacio Salvador, Manuel González Jiménez o Julio Valdeón.

Según Ruiz Gómez se puede considerar que “el rey tuvo una vida plena” y se consideraba como “el vicario de Dios en la tierra”, por lo que quería conseguir la salvación de su pueblo en el aspecto terrenal y en el cielo. Alfonso X intentó aunar tres conceptos “el poder, el pueblo y el territorio”. Apoyó la construcción de las catedrales en una época en la que coincidía con el “gótico en su plenitud, con grandes muros, bóvedas infinitas que se funden con el cielo, vidrieras y la necesidad de arbotantes para sostener el peso”. Un rey que puede definirse como “repoblador”, ya que había que “amuchigar el reino”, es decir, que fueran “muchos más los ciudadanos que lo habitaran”. Precisamente en esa misión surge Villa Real, gracias a un privilegio expedido por Juan Pérez de Cuenca en Burgos en 1255. Alfonso X conocía Alarcos, un territorio difícilmente recuperable después de los avatares de las batallas de la conquista cristiana en 1147, la recuperación por parte de los almohades en 1195 en la batalla de Alarcos y la posterior conquista definitiva tras la batalla de las Navas de Tolosa. Por ello, el rey decidió trasladar la “Villa Real” al Pozuelo de Don Gil. La Carta Puebla puede considerarse bastante breve, para lo que solía ser tradicional, y el rey ofreció a los vecinos para su repoblación el foro de Cuenca, para los hidalgos el foro de los caballeros de Toledo y la exención de portazgo en todo el reino, salvo en Toledo, Sevilla y Murcia. El portazgo estaba relacionado prioritariamente con el el tránsito de ganados y permitía llevar los rebaños, de un sitio a otro, sin pagar peaje, excepto en las ciudades nombradas.

Al principio el rey se encontró con dificultades para el desarrollo inicial de la villa, a la que concedió un alfoz (término municipal) no muy extenso en aquella época, ya que tenía los límites de la poderosa Orden de Calatrava. La ciudad, que al principio no contaba ni con una gran muralla, se fue construyendo posteriormente al igual que las siete puertas, de las que se conserva la más emblemática la de Toledo, en torno a tres barrios directamente relacionados con las parroquias de Santa María, Santiago y San Pedro. Sería en 1263 cuando se dio un gran paso en el desarrollo de la ciudad, con la fundación del convento de San Francisco. “Una villa e bona” que se caracterizaba por su multiculturalidad y al que el rey concedió el derecho de un mercado semanal.

Uno de los grandes logros del rey, según Francisco Ruiz Gómez, es la fundación de la Mesta para desarrollar la ganadería y permitir el traslado del ganado por la geografía peninsular y aprovechar la tierra que no era cultivada. Terminaba la conferencia el profesor subrayando, que el final de sus días se caracterizó por un reinado convulso, con una revuelta mudéjar y una crisis nobiliaria, que frenaron sus aspiraciones a convertirse en emperador de Europa. Sus últimos días tuvo que batallar con la ingratitud de sus descendientes y familiares en las luchas por el trono, así como con una enfermedad que le llevó incluso a blasfemar sobre como hubiese hecho él la creación. Como legado más importante está su creación cultural, instaurando el castellano como lengua oficial frente al latín, y con grandes cobras como “Las Cantigas de Santa María”, la “General Estoria”, “Las 7 partidas” o “Las tablas Alfonsíes”.

Las últimas palabras han sido para citar al historiador Juan de Mariana, que define al rey como “persona de alto ingenio, pero poco recatado; sus orejas soberbias, su lengua desenfrenada, más a propósito para las letras que para el gobierno de los vasallos. Contemplaba el cielo y miraba las estrellas, más en el entretanto perdió la tierra y el reino”.

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