Los impuestos: Hoy, ayer, siempre fueron semejantes

Emilio Nieto López, primer decano de la Facultad de Educación  de Ciudad Real.- Siempre, sobre esta tierra que conocemos y sobre aquella otra que posiblemente conozcamos algún día, el más débil ha tenido que soportar el peso, en muchas ocasiones muy fuerte, del vasallaje impositivo sobre los bienes que trabajaba o disfrutaba si quería conservar la vida y seguir trabajando, de sol a sol, para poder alimentar a su familia.

Antes los impuestos se pagaban al rey, a los nobles y a la iglesia y si alguno se revelaba contra la imposición dictada, pagaba con su vida tal osadía. Hoy los impuestos se pagan al Estado, a las Autonomías y a los Entes Municipales (Diputación y ayuntamiento) y si alguien no los paga entonces se le embarga su casa, su sueldo y posiblemente da con sus huesos en la cárcel si es pobre y si no lo es, entonces nada de esto ocurre.

Pues bien, como acabo de indicar, siempre ha habido presión del poderoso sobre el débil para disfrutar de  una vida mucho más digna, más creativa, más humana y ante todo mucho más humillante para el pobre. Ahora los impuestos los han revestido de un halo de bienestar para todos pero todos sabemos que cuanto más impuestos cobra un estado más corrupto es. Querría presentar una muestra de los impuestos que tenían los vecinos de Ciudad Real hasta el siglo XV sabiendo que esta capital fue creada por el rey, para el rey y así minimizar la presión de las órdenes militares en la región, aunque los impuestos casi eran iguales para todo el reino castellano en el que se incluye nuestra ciudad, salvo en los periodos que la realeza eximía del pago, debido a la repoblación de la ciudad.

Parece evidente que, antes de la fundación de Ciudad Real por el Rey Alfonso X el Sabio, los habitantes del lugar contribuían con impuestos a sus nobles y a su rey castellano o árabe de tal manera que a ese conjunto de impuestos se les conoce con el nombre de INFURCION  y dentro de él nos encontramos con el impuesto llamado  Marzadga, palabra que procede del latín MARTTIATICUM de MARTIUS que significaba marzo. Este impuesto lo pagaban todos los vecinos, menos los nobles y los eclesiásticos, de la ciudad o poblado en el mes de marzo al rey por el uso de un solar, bien casa o campo y también el impuesto tenía una doble función de vasallaje y de sumisión a la autoridad real o nobleza.

Ya en tiempos de Alfonso X El Sabio se cobraba a los del lugar muchos de los impuestos, vigentes en las tierras castellanas, tales como la Martiniega, la Fonsadera, la Moneda Forera, las Alcabalas, la Vara, las Tercias Reales, el Yantar o la Cena, la Cabeza de Pecho, Servicio y Medio, el Almojarifazgo, las Sisas, los Diezmos, la Abadía o luctuosa, Banalidades, Alfarda, Herbaje, Montazgo, Cuatropea, Primicias, Portazgos etc.). La Martiniega, palabra procedente de Martín  y el sufijo  iega que significa  relación, pertenencia y origen, tributo o contribución que debían pagar los terrazgueros, el día 11 de noviembre festividad de San Martín, por el disfrute de los bienes  o tierras así como el reconocimiento de que esas tierras no eran suyas sino que pertenecían al rey o al señor. En el caso de los terrazgueros de Ciudad Real, como territorio realengo, este tributo  adquirió el carácter de impuesto real o público. Parece cierto que este impuesto también se cobraba con anterioridad a la fundación de la ciudad y que podía ser suprimido para la ciudad cuando ésta, por orden del rey, estuviera en lucha a las órdenes del monarca. Es muy probable que este impuesto tuviera vigencia durante toda la Edad Media y al final quedara fosilizado  en una cantidad fija alrededor de 12.000 maravedís que el concejo de la ciudad debía pagar al rey o señor de la población ya que Ciudad Real fue muchas veces donada como señorío a muy diferentes señoras y nobles con relevantes lazos de sangre de los respectivos monarcas castellanos.

Otro impuesto muy extendido en todo el reino castellano y por lo tanto en Ciudad Real fue el denominado Yantar o Cena que procede del verbo latino JENTARE con significado de almorzar y   consistía en la obligación que tenían los lugareños o súbditos de hospedar y dar la comida necesaria al monarca y a toda su comitiva cuando visitaba la ciudad. Si tenemos en consideración que la ciudad era un lugar de estancia y de paso de los monarcas castellanos, nos daremos cuenta que este impuesto tuvo cierta importancia  sobre todo para los ciudadanos más humildes por lo que en algunas ocasiones se tuvo que recurrir al gravamen de la sisa, palabra procedente del verbo hebreo sisah con significado de quitar o sustraer. Se usó mucho en el reino de Aragón especialmente en los productos de granos y carnes, después pasó a Castilla  empleándose en productos de menos necesidad para la población.

Sin lugar a dudas la mayor parte del tiempo  de la Edad Antigua o Medieval española la dedicaron los reyes a las luchas por el poder y para la expulsión de los árabes que en el año 711 entraron en España, venciendo a Don Rodrigo en la famosa batalla del río Guadalete o de  la Janda. Pues bien para desarrollar esta lucha, casi permanente, los reyes tuvieron que solicitar a los ciudadanos una contribución especial llamada Fonsadera, palabra que proviene de fonsado, trabajo que se hacía para construir el foso de las fortificaciones de los castillos y el sufijo ero que indicaba oficio, profesión. Este tributo  era obligado para todos de tal manera que los nobles si participaban en la lucha estaban exentos de contribuir pero en el caso de retirarse o no participar en la guerra tenían la obligación de contribuir conforme determinara el monarca. Parece evidente y así fue que algunas ciudades estuvieran exentas de pagar este gravamen siempre que el rey, debido a los servicios prestados, así lo determinara. En el Fuero Viejo se encuentra la fonsadera entre las regalías que como propias del señorío natural del reino se declaran inseparables del poder de la corona: Estas cuatro cosas, dice, son naturales del señorío de rey, que non las debe dar á ningún home, nin las partir de sí, ca pertenescen a él por razón del señorío natural, Justicia, Moneda, Fonsadera é suos Yantares.

En el año 1467 el rey castellano Alfonso XII crea en Ciudad Real la Casa de la Moneda y por lo tanto a partir de ese momento se establece en Ciudad Real el impuesto de la Moneda Forera que, en principio, correspondió a las Cortes de Castilla y León que pagaban al rey para que no devaluara la moneda, acuñando monedas de menor contenido en metal precioso. Pasando el tiempo este hecho se convirtió en un impuesto más que pagaban los vecinos pecheros que poseyeran un patrimonio mínimo de 120 maravedís. Este impuesto se cobraba en el primer y último año de cada periodo de siete años y se extinguió en 1724.

El Rey Sabio no solamente funda Ciudad Real, como ya hemos señalado,  sino que también modifica el sistema monetario castellano acuñando monedas de plata y reestructurando muchos impuestos de tal manera que casi es seguro que fue el monarca quien introdujo en la ciudad un nuevo impuesto llamado Alcabalas, palabra que procede del árabe al qabala que significa contrato, era un antiguo impuesto al vendedor de cualquier cosa. De esta palabra procede Alcabalatorio, libro donde estaban escritas las reglas de cómo repartir y cobrar las alcabalas. Es, sin lugar a dudas, el impuesto más importante del antiguo régimen que gravaba el comercio de bienes de todo tipo. En su origen era de ámbito municipal, posiblemente romano y que se mantuvo en  la época visigoda y funcionó como tal hasta que Alfonso XI obtuvo la alcabala para tres años  en las Cortes de Castilla, reunidas en la capital de Burgos, con el objetivo de poder hacer frente a los gastos del sitio de Algeciras y así fue fluctuando este impuesto entre la pertenencia al rey y al municipio hasta que en 1393 Enrique III consigue en la Cortes de Madrid que este impuesto de alcabalas sea cobrado permanentemente por la corona. El montante económico en principio fue del 5% y rápidamente fue subido al 10% aunque no se cobró siempre este porcentaje. En Ciudad Real en 1492 era arrendador de las alcabalas el judío D. Eca el cual tenía como recaudador a Diego de Torquemada.

Uno de los tributos más importantes y quizá más conocidos fue el de Diezmos y primicias que se abonaban a la iglesia para su mantenimiento. Pero este gravamen que se hacía al pueblo con el 10% de todos los bienes que producía el campo tiene unas raíces históricas que se adentran en el mundo romano en una doble vertiente: Diezmo civil impositivo que había que abonar al estado y Diezmo voluntario que se realizaba por personas privadas a la iglesia, pero al declarar el imperio romano como religión oficial al cristianismo, ambos tributos se confundieron o más bien se imbricaron en uno de carácter eclesial… En Castilla existían dos tipos de diezmos: Diezmo Mayor que grababa con el 10% los productos generales como cereales, vinos, aceites, vacas ovejas etc. y Diezmo menor que incidía en bienes específicos como aves de corral, legumbres, hortalizas, miel etc. Fernando III propuso al papa Inocencio IV que un tercio del diezmo eclesiástico que se dedicaba a la construcción de iglesias fuera a parar a la Hacienda Real y a partir del año 1494 esa parte del diezmo pasó definitivamente a la hacienda real con el nombre de Tercias Reales. En 1837 se acordó la supresión del tributo del Diezmo. El impuesto llamado de Primicias consistía en ofrecer a Dios, en época de los judíos,  la primera parte de los frutos  del campo y de los ganados en señal de reconocimiento. Este impuesto después pasó también a la Iglesia.

Por no hacer más extenso el trabajo, hablaremos aunque de una manera esquemática, como lo estamos haciendo, de un  impuesto llamado Almojarifazgo que quiere decir Recaudador de rentas del Rey y es una imposición monetaria que se hacía por el traslado de mercancías que ingresaban o salían del Reino de España por los puertos peninsulares o americanos. Fue creado por el rey Alfonso X en Castilla y Alfonso XI, en las Cortes de Alcalá 1348, sustituyó a los antiguos almojarifes hebraicos por tesoreros y administradores cristianos. Se suprimió en 1783 y se sustituyó por el impuesto llamado Aranceles... En otro lugar hablaremos de los impuestos a los judíos (Cabeza de pecho, servicio y medio)

En definitiva siempre ha habido impuestos y siempre los habrá lo importante es que éstos sirvan para el bienestar de los ciudadanos y para crear riqueza y prosperidad y no como ocurre en estos momentos para hacer más grande al estado y más pequeño al ciudadano.

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