Qué suerte que estuviste…

Es difícil asimilar la pérdida de una persona, y más, si cabe, cuando ha influido tanto en tu forma de ser, añadiendo esos asideros en los que has construido una personalidad.

En el momento en que llega a tus oídos su ausencia, te percatas de lo alargada que era su sombra, haciendo de prestidigitador para enseñar conductas de vida. Lo recuerdas con cariño y fe, pues con su trabajo ha dejado ese poso de amor que pocos son capaces de sellar en nuestro interior.

Resuenan en tu cabeza palabras llenas de amistad y confianza, reforzadas con hechos y gestos que te permiten ver la grandeza de su labor. Miras atrás y puedes descubrir a un hombre entregado a una filosofía de existencia, con destellos de futuro y que hacía su labor con pasión. Con esa virtud que poseen pocos para transmitir que ese era el camino correcto. Pues no solo se basan los sermones en pasajes de libros sagrados, deben ser fogonazos de una manera de actuar, y en este caso los hemos vivido junto a él.

Pedro fue capaz de hallar la respuesta a muchas de las dudas que teníamos los que tuvimos la suerte de conocerle. Fue una imagen, representada en carne y hueso, de un concepto de sencillez para caminar junto al prójimo. Construyó en nosotros unos pilares fuertes y robustos, gracias a los cuales hemos sabido la diferencia entre el confuso filo del bien y el mal.

Me dirijo a ti, con la misma cercanía que tú te encargaste de crear. Sin distancias, con esa particular manera de instaurar familia cristiana. Te debo un gracias, sincero y agradecido, por todo lo que fuiste capaz de concebir. Diste consejos y ejemplos para todo aquel que buscaba un aliento de ánimo, con tu mano siempre tendida.

Observo, con la distancia que da el tiempo, y descubro con total nitidez la semilla que sembraste antaño. Solo siento la tristeza de no poder haberte agradecido lo suficiente lo que hiciste por nosotros. Albergo pena de no poder mostrarte el resultado final, unos niños que han crecido con las ideas claras sobre cómo se debe vivir en paz y armonía.

¡Qué grande ha sido poder convivir contigo!, de disfrutar de un guía tan especial como tú. ¡Con qué ímpetu te percibo dentro! Tenemos suerte de que sigas brillando con tanta intensidad en nosotros, somos afortunados de poder seguir ese resplandor que ilumina el sendero hasta la felicidad. Y todos aquellos recuerdos están forrados de la palabra humildad. Un concepto tan frágil como complicado de acatar y que en ti se podía percibir con total naturalidad.

El corazón tiene una virtud, difícil de ocultar. Es capaz de llenarse de todo aquello que le fortalece y le hace avanzar, y para nosotros, los que tuvimos la maravillosa oportunidad de caminar a tu lado, aprendiendo valores inconfundibles, estamos plenos de tu empuje. Has dado tanto a tu comunidad que es complicado deslindar tantos lares, pero en todos y cada uno de ellos has creado afecto, dejando ese sello inconfundible, que jamás se borrará.

Mañana se abrirá un nuevo pasaje en nuestras vidas, ya que el mundo continúa girando sin descanso. Pero en cada acción y decisión que hagamos siempre estará esa vocecita que nos hará de norte, aconsejándonos. Las grandes personas permanecen por siempre en nosotros y tú fuiste, y serás, una de esas personas.

Pensaba despedirme, pero no te puedes despedir de alguien al que siempre llevarás a tu lado. Solo un saludo y nos vemos.

Dedicado a Pedro López de la Manzanara          DEP


JYDC

Sin palabras mudas


Relacionados

3 COMENTARIOS

  1. de las mejores personas que he tenido la suerte de conocer en mi vida, humilde, cercano, bueno…de estas personas que nunca mueren porque mientras haya un recuerdo permance y Don Pedro siempre tendrá el recuerdo de alguno de los que tuvimos la suerte de conocerlo.
    DEP

ESCRIBE UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img