Navidad en diciembre y la sombra profunda de los ausentes

Natividad Cepeda.- Es diciembre y las fechas de la Navidad es la sonrisa del invierno. Pero también es la crucifixión del frío para los sin techo, los vagabundos, los sin rostro, aunque pasemos a su lado en las aceras de las grandes ciudades y piden, sin voz, unos, y con lastimero sonido otros esa limosna callejera que les remedie la miseria en la que viven.

Ahora las luces de colores mostrando figuras encantadoras y bellísimas en las principales calles y plazas de la mayoría de los pueblos nos dejan la sensación de una tribu feliz que admira embelesada las guirnaldas eléctricas que nos dicen que es tiempo de alegría. Pero falta amor y calor para combatir el frío y calmar el hambre de millones de personas. Las luces eléctricas tan costosas e  inútiles no dan calor ni cobijo.

Estamos en diciembre y en las tiendas se venden abetos de plástico, verdes unos y blancos de falsa nieve, bolas brillantes, espumillones de oro y plata,  campalillas, gorros rojos, estrellas, belenes, camellos, ovejas, portales de corcho con su niño chiquito desnudo y echado en paja ficticia nacido en Belén, al que en un belén de España, unos valientes ateos agnósticos  le han cortado su cabeza de barro y  un brazo…También en mi pueblo les han cortado las cabezas a los tres Reyes Magos… Las figuras instaladas  en la Plaza de España de tamaño natural amanecieron decapitadas: de ese triste vandálico suceso se lamentaron la alcaldesa y el concejal de festejos. Se han restaurado, y de nuevo los tres Reyes Magos pueden verse jumo al portal del Belén, delante del ayuntamiento. Me pregunto ¿por qué asusta la fe de los que creemos en la Navidad?  ¿Tanto molestamos a eruditos ateos y agnósticos  los creyentes en Jesús de Nazaret? Soportamos esa constante agresión de vandalismo en las iglesias, además del insulto, robos, burlas de todo tipo y callamos, para evitar el deterioro de la convivencia siendo testigos de que con otras religiones  no se atreven, quizá por temor…

La estrella situada en lo alto de los abetos de colores significa la luz que guía a los sabios orientales hasta el niño nacido en un portalito de Belén. Es la luz que anuncia la Buena Nueva de la Nochebuena, es el amor en favor de la humanidad. Por eso en el silencio de la Nochebuena, cuando ese silencio es real, en el fondo del alma resuenan las palabras de aquella santa noche. Leyenda, para unos, redención para otros, amor para todos el mensaje del ángel a los pastores narrado en los evangelios cristianos…

   «Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor .El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:» ««Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.»  «Lucas, 2»

Nacer y recibir a un ser humano en el seno del amor de la familia. Trasmitir la vida y continuar con ese sagrado legado ayudando a quienes se atreven a trasmitirla. Respeto por toda vida. Amor sin egoísmo. Amor a los ancianos y a los nacidos, ambos indefensos. Así somos al nacer y al envejecer. No puede haber paz sin dignidad universal cuando se olvidan los derechos humanos. Tampoco cuando se nos olvida preguntarnos por nuestra existencia finita que desde los orígenes mismos del conocimiento nos hemos preguntado y por la infinitud de Dios en todas las religiones conocidas. Y erramos al querer explicar lo que desconocemos. Buscamos en la Navidad la acogida de Dios para descansar de nuestras fatigas y fracasos en su infinita misericordia. Lo buscamos sin saberlo. Y no lo encontramos en lo que es artificial, exento de amor, por muchas luces  que en nuestras ciudades y pueblos nos iluminen la noche tapando la grandiosidad de las estrellas del firmamento. 

Y en la Nochebuena, en su misterio profundo, la sombra de los ausentes amados se mitiga mirando al cielo, volviendo a resonar en el alma el deseo de paz en la tierra y gloria en el cielo para los que nos dejaron y para tantos de nuestros hijos que en otros países, por cuestiones laborables, no se sentaran a nuestra mesa. Nochebuena en la aldea global, sea Dios con nosotros.

                                                                                             Natividad Cepeda

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