La vida de una cafetería familiar

Texto y foto: César Muñoz Guerrero.- Estudiantes, profesores, operarios, transeúntes de toda condición… Estos grupos de personas y algunos más conforman la clientela de la cafetería de la Facultad de Educación de Ciudad Real, que podría pasar por un establecimiento de restauración como cualquier otro. Incluso puede que lo sea, pero sus fanáticos no lo ven de esa manera.

A medio camino entre el bar, el café y la casa de comidas tradicional, este establecimiento situado en el número 3 de la Ronda de Calatrava reúne varios rasgos que lo hacen único. Garantiza precios populares, por su naturaleza de servicio universitario. Su ubicación y su horario de ocho de la mañana a ocho de la tarde lo convierten en sitio de paso. Y se trata de un lugar diáfano, minimalista y acogedor al mismo tiempo. Pero el alma de este particular espacio son Juande y Manoli, las personas que lo regentan desde hace años, y los camareros César (hijo de ambos) y Laura.
La familia llegó en 2005, cuando se quedaron solos en la puja por un rincón que llevaba cinco años cerrado. Tuvieron que partir de cero, darse publicidad, ser competitivos en calidades y precios. Se lo tomaron tan en serio que pronto lograron una atmósfera que aún permanece. No es que este ambiente no lo tenga ninguna otra cafetería de la universidad, sino que tampoco es fácil encontrar algo parecido en toda la capital.

Juande y Manoli vinieron del Viso del Marqués, donde tenían un pequeño rebaño y llevaban un bar. Su hijo César ya andaba por esos mundos y tenía experiencia de servicio en centros educativos. Laura llegó después de años de trabajo en el sector, sobre todo en pastelerías. La eficacia y la puntualidad con que funcionan no serían capaces de enseñarla muchas escuelas de hostelería.

Los menús siempre han seguido una línea: la comida casera de Manoli, que consiste en ensaladas, guisos, pasta o carnes y pescados cocinados y presentados con gusto y elegancia. Tampoco faltan platos antológicos como arroces a la cubana o en paella o los huevos fritos con patatas. Aparte hay una carta con manjares como croquetas de jamón, solomillos, pistos o una legendaria tortilla de patatas, que hay que encargar por adelantado antes de la hora de comer.

Los primeros años fueron los mejores. Luego arreciaron las sucesivas crisis, pero sobrellevaron las rachas sin inmutarse. La oferta no ha cambiado en dieciséis años. La cafetería de Educación también ha sido el último escenario profesional de Juande y Manoli, que se jubilan estos días.
Al retomar el curso, los alumnos verán de nuevo a Laura moviéndose por el comedor y a César escribiendo el menú del día en unas pizarras que coloca en las dos entradas que tiene el local. Una de ellas da a la facultad y la otra sale al aparcamiento, escenario habitual de graduaciones y fiestas que en verano se transforma en terraza. Cuando vuelvan esas noches gloriosas seguramente muchos recordarán a este matrimonio del Viso, que ha arrasado y que deja marcadas con sus buenas artes a unas cuantas promociones de estudiantes.

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