Dinamizar o dinamitar las zonas rurales: La experiencia comunitaria de la Semana del Deporte de Hontanaya

Estefanía Porras Valencia.- Hontanaya es un municipio de menos de 260 habitantes de la provincia de Cuenca. Es un lugar donde, con el transcurrir de los años, la despoblación ha ido cobrando protagonismo, y ha ido perdiendo servicios y recursos, como por ejemplo el colegio, la oficina de correos, entidades bancarias y comercios.

Al tiempo que perdía población y servicios se iba dotando de nuevas infraestructuras, como por ejemplo piscina, pista de frontenis y pista de pádel.

Nos encontrábamos con pocas alternativas de ocio, personas con necesidades de actividades en su entorno e infraestructuras infrautilizadas. Por lo que se decidió hacer algo para intentar invertir esto poniendo en marcha la Semana del Deporte, que ya va por la octava edición.

Durante una semana de agosto se realizan diferentes actividades deportivas para todas las edades y de todas las modalidades, yendo desde el voleibol mixto, a los bolos castellanos, pasando por competición de pádel femenino, masculino e infantil, ruta nocturna y waterpolo entre otras.

Lo que hace especial esta semana es que está organizada por todas las personas del municipio y que creció por la iniciativa y necesidades de una población con muchas ganas de aportar y hacer algo por los demás.

Esta iniciativa puede ser definida como un proceso mediante el cual la comunidad identifica sus necesidades y objetivos, los ordena y clasifica, halla los recursos para enfrentarse a ellos, actúa con respecto a los mimos y, al hacerlo, desarrolla actividades cooperadoras y colaboradoras, y maneras de obrar en consecuencia, definición de Marco Marchioni sobre el trabajo social comunitario.

Las características de un proceso comunitarios son entre otras: la implicación de todos los protagonistas los cuales son la administración, los recursos técnicos y la población. Marchioni también habla de que en el proceso comunitario siempre tiene que haber tres protagonistas: la administración, los recursos técnicos y la población. Cada uno tiene que jugar su papel respetando el de los demás.

Esta propuesta, en términos generales, no ha invertido la perdida de habitantes del municipio y tampoco ha hecho que se genere una programación de alternativas de ocio durante el resto del año, pero sí ha servido para crear un sentimiento de pertenencia, de colaboración y participación, dando un claro ejemplo de, que con pocos recursos materiales y muchos recursos humanos se puede dinamizar las zonas rurales.

Que esto se generalice y ocurra durante el resto del año es complicado al tener carencia de todo tipo de recursos y servicios, ojalá alguien tuviera la solución, y ésta fuera a corto plazo, pero de momento no es así. Quizá sí que se puedan conseguir dar pequeños pasos y hacer que las zonas rurales sean más ambles, que las personas que vivan en ellas no se sientan desprotegidas y olvidadas. Puede que una de las claves sea que se profesionalice esta serie de iniciativas, o que cobren mayor protagonismo las administraciones dotando de medios las iniciativas populares e incentivando las mismas.


Estefanía Porras Valencia es trabajadora social por la Universidad de Alicante. Ha trabajado en la Asociación de Alzheimer de Iniesta (Cuenca), también como coordinadora del Servicio de Ayuda a Domicilio, directora de centro de cohousing Convivir en Horcajo de Santiago (Cuenca) y actualmente en Servicio Sociales del Ayuntamiento de Madrid.

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