Los mercedarios y el convento de la Merced de Ciudad Real

Julián Plaza Sánchez. Etnólogo.- Este convento fue fundado con el dinero del capitán del ejército español en los Virreinatos de América, Andrés Lozano. En su testamento dejó una cantidad de dinero para la construcción de un convento de Mercedarios descalzos en Ciudad Real, conocido como Convento de la Inmaculada Concepción de Padres Mercedarios Descalzos.

En 1843, por causa de la desamortización pasó al Estado, siendo transformado en Instituto Provincial de Enseñanza. Continuaría como instituto de Bachillerato hasta 1995, fecha en que se trasladó a un nuevo edificio. Cuando se quedó vacío, la Junta de Comunidades lo restauró en 2001 para destinarlo a un nuevo espacio museístico.

Aunque el convento se fundó en 1613, su construcción se inició en febrero de 1622, por lo que celebramos este año su 400 aniversario. Debido a esta conmemoración se hace necesario reflexionar sobre los primeros moradores del convento, pues sus etapas posteriores son más conocidas.

En primer lugar la Orden de la Merced fue fundada en 1218 por San Pablo Nolasco en Barcelona. Además de ser una orden religiosa se la considera también una orden militar y mendicante. Tiene como fin primordial la realización de obras de misericordia. Su fundación fue confirmada por el papa Gregorio IX en 1235, y una de sus primeras tareas sería la redención de cautivos. Recordar que Miguel de Cervantes al ser herido en la batalla contra los turcos, y regresar a España es apresado por los piratas. Estos lo hacen prisionero y lo llevan a Argel donde permanece cautivo. Pues bien, fueron los mercedarios y trinitarios quienes consiguieron su liberación. Su misión principal era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos de los miembros de la orden canjeaban sus vidas por la de los presos.

La palabra merced refleja durante la Edad Media la idea de misericordia, compasión, piedad. Mercedario es sinónimo de misericordioso, compasivo o piadoso. Se rige esta orden por la Regla de San Agustín y por Constituciones propias. Durante siete generalatos la orden mercenaria fue regida por caballeros laicos, para después de 1317 los clérigos pasaron a ser maestros generales, provinciales y comendadores. Por la concesión de Alejandro VIII en 1690, los mercedarios gozaron de los privilegios de todas las órdenes religiosas y por confirmación de Benedicto XII en 1725, especialmente de los privilegios de las órdenes mendicantes.

En segundo lugar tenemos que dejar claro su origen militar: Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced para la Redención de Cautivos. Así lo expresa su himno:

Militar
como fueron militares
los hijos de su amor
y de su Fe.
Surge radiante,
hoy la orden celeste,
real y militar
de la Merced. 

El ritmo de vida monacal no difiere demasiado del de otras órdenes mendicantes, a la que pertenece la orden redentora de los trinitarios. Para dar cumplimiento a sus fines, los frailes salían a recorrer los caminos para pedir limosna. Con el dinero recaudado compraban la libertad de los cristianos que habían sido apresados por los musulmanes. Cuando no conseguían el dinero suficiente, los frailes se quedaban en lugar de los cautivos que iban a rescatar. Por esto los mercedarios se comprometen con un cuarto voto, además de pobreza, obediencia y castidad, a liberar a los más débiles en la fe, aunque su vida peligre por ello. En algunas ocasiones llegaban a perder la vida, se conocía como el voto de sangre, siendo esto lo que les diferenciaba del resto de órdenes mendicantes.

Su fundador, Pedro Nolasco, era un mercader de Barcelona y según cuenta la tradición, se le apareció la Virgen para clamar contra el sufrimiento de los cristianos cautivos y ofrecerles alivio y consuelo. A este lo acompañaron cinco caballeros y el rey Jaime I junto con el obispo de Barcelona. El hábito de los frailes es blanco, como el de los cistercienses (y templarios), con un escapulario largo, también blanco, que llega casi hasta los pies en pecho y espalda, y una capilla con capucha. El escudo de la orden puede ser metálico, el fraile se lo cuelga con una cadena y lo muestra encima del escapulario o puede estar bordado en él.

En la actualidad, la Orden de la Merced sigue ejerciendo su papel redentor, en este caso de las formas de esclavitud propias de nuestro tiempo: las adicciones, la pobreza extrema, la enfermedad… Sin olvidar tampoco el importantísimo trabajo social y pastoral que los mercedarios realizan en las prisiones. La Orden ha sabido sobrevivir y adaptarse a cada época que le ha tocado vivir. Su legado permanece hoy en sus obras y en sus vestigios materiales. Pero su legado espiritual se custodia en el corazón de miles, tal vez millones, de personas por todo el vasto mundo.

Como curiosidad hay un escritor del Siglo de Oro que era mercedario, me estoy refiriendo a Fray Gabriel Téllez. Quizás muchos no lo conozcáis por su nombre propio y sí por el de Tirso de Molina.

En tercer y último lugar, hay que poner en valor el escaso patrimonio con el que contamos en la capital. Es por esto que tenemos que estar agradecidos a todas aquellas personas que en algún momento lucharon para que el edificio permaneciese en pie y conseguir que se dedique a desarrollar actividades culturales. Este edificio está protegido ya que es un Bien de Interés Cultural y la colección de Bellas Artes se muestra en sus dos plantas. En la planta baja se exponen obras de pintura, escultura, orfebrería y cerámica que abarcan los siglos XVI a XVIII. En la planta primera se muestra una selección del Arte Contemporáneo español más representativo. También podemos encontrar visitas guiadas, talleres y presentaciones de libros.

De todo esto puede surgir la pregunta ¿qué importancia tiene conservar el patrimonio histórico-cultural? Es importante conservarlo porque son las raíces que sustentan el árbol de la humanidad. Sobre este patrimonio construimos nuestra identidad como pueblo y como personas. Necesitamos conocer nuestro pasado para seguir construyendo nuestro presente y poder imaginarnos nuestro futuro. Esto se hace más necesario ya que actualmente nos enfrentamos cada día a un mundo en constante cambio donde el hoy es una actualización completamente nueva del ayer.

Por otra parte el patrimonio cultural encierra el potencial de promover el acceso a la diversidad cultural y su disfrute. Puede también enriquecer el capital social y conformar un sentido de pertenencia, individual y colectivo que ayuda a mantener la cohesión social y territorial. Pues al ser un legado de nuestros antepasados y fruto de nuestra historia, nuestras creencias y nuestras vivencias, nos enseña lo que fuimos, nos otorga identidad. Permite conocernos mejor como sociedad y como individuos, ayudando a entender los problemas del presente.

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