El Sahara

Nuestro gobierno acaba de cambiar su política exterior con respecto a la situación del conflicto del Sahara al apoyar la propuesta marroquí de implementar una autonomía limitada y en contra del referéndum de autodeterminación que la ONU promueve. Aunque este plan, apoyado por Donald Trump, fue duramente criticado por nuestro actual gobierno hace apenas un año.     

Desde que en 1976 España pusiera fin a su presencia colonial en África —dejando prácticamente abandonado el Sahara—, los sucesivos gobiernos españoles han mantenido una tibia posición sobre el futuro de este territorio y de los legítimos derechos de su población. Para lavar nuestra conciencia con el pueblo saharaui, hemos acogido a sus niños en verano y algunos de nuestros políticos han visitado sus campamentos en Tinduf. Pero en este conflicto, hoy somos irrelevantes, sin nada que aportar a una situación enquistada desde hace cuarenta y seis años.

En aquellos tiempos fuimos la última potencia europea en abandonar el continente africano. Incluso, el rezagado Portugal —cuya economía dependía de sus colonias—, descolonizó Mozambique y Angola antes de que nosotros lo hiciéramos con aquella provincia española. Todo se hizo tarde y mal.

Marcha verde 7 noviembre 1975 (Agencia EFE)

Tarde porque, Naciones Unidas, estableció un proceso de independencia de todos los territorios ocupados en Asia y en África, para evitar la represión que, en algunos casos, generaron conflictos bélicos sangrientos y excesivamente prolongados. A finales de los años sesenta, la práctica totalidad de estas colonias eran ya estados independientes. Así, España, concedió la soberanía a Guinea Ecuatorial en 1968 y lo hizo pacífica y ordenadamente.

Y mal, por la coyuntura política de nuestro país en esos momentos, por el reducido número de habitantes —70.000— repartidos en más de 250.000 kilómetros cuadrados y por la ambición territorial de Marruecos, que impidieron que este proceso culminara con la creación de un nuevo estado independiente.

Según parece, los servicios secretos españoles de aquella época informaron, al entonces Jefe del Estado y al príncipe heredero, del acuerdo secreto urdido entre EEUU y Marruecos para que este país ocupara el Sahara —financiado por Arabia Saudí— dada la desconfianza de Henry Kissinger con el régimen de Franco. Mientras el general moría, su sucesor a título de rey se negaba a acceder interinamente a la jefatura del Estado, por tener limitados sus poderes para intervenir en la resolución de este conflicto. Pero, ante la gravedad de los acontecimientos, a finales de octubre de 1975 acepta el cargo y firma un pacto secreto en el que se compromete a ceder el Sahara a Marruecos a cambio del apoyo político de los EEUU a su reinado.      

Marruecos, después de conseguir los territorios de Sidi Ifni en 1969, mantenía sus aspiraciones territoriales hacia el sur, hasta Río de Oro —como era conocido también el Sahara español— y cumpliendo el presunto acuerdo secreto con los Estados Unidos, inicia en noviembre la ocupación pacífica de estos territorios —con la llamada Marcha verde— que después se repartió con Mauritania. Sin embargo, este último país renunció a sus derechos sobre el tercio que se le asignó, firmando la paz con el Frente Polisario en 1979. Un año después esta parte era ocupada por Marruecos, comenzando un conflicto bélico con los saharauis que estará activo hasta el alto el fuego de 1991.

Las resoluciones de las Naciones Unidas, han establecido la necesidad de celebrar un referéndum de autodeterminación en el Sahara que, por discrepancias con el censo electoral, nunca se llegó a convocar. España siempre ha respetado los acuerdos aprobados por el Consejo de Seguridad de la ONU sobre este referéndum, como las resoluciones 690 de 1991 y 1570 de 2004.

El año 2021, se generó un grave conflicto con Marruecos por permitir que se atendiera médicamente en nuestro país, de forma clandestina, al presidente saharaui, Brahim Gali. La consecuencia fue que el país vecino retiró a su embajadora, provocó el corte de suministro del gas argelino por el estrecho y, entre otros agravios, causó la mayor crisis migratoria que se ha conocido en Ceuta y Melilla. En aquella ciudad, llegaron a entrar por la fuerza más de 10.000 personas en un solo día.

Sorprende esta decisión sin precedentes del gobierno español, al cambiar la posición de exigir ese referéndum que todos los gobiernos españoles anteriores han defendido hasta ahora. Así, nuestro país, se convierte en cómplice de la condena del pueblo saharaui a permanecer en Marruecos.

 El cese de la anterior ministra de Asuntos Exteriores no sirvió de mucho. Y con este cambio de postura se ha satisfecho una pequeña parte de las insaciables aspiraciones marroquís, a cambio de enemistar a Argelia, que ha retirado a su embajador y revisará los precios del gas suministrado a España por lo que, dada la crisis energética actual, puede causarnos graves perjuicios económicos.

Esto demuestra que el Magreb es un avispero que no conviene remover demasiado. Aunque es posible que nuestro gobierno no nos esté contando todo lo que hay detrás de esta polémica decisión.

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