Los taxistas y los panaderos

Jesús Millán Muñoz.- Dicen que en una Agencia Norteamericana del Gobierno, están clasificados trece mil oficios, al menos, eso se expresaba hace unas décadas. Supongo que ahora habrá aumentado. 

David Gistau, en un artículo publicado en El Mundo del 26 de diciembre del 2007, titulado Los Taxistas nos habla de la situación de un periodista cuándo llega a una ciudad nueva para él, y la utilización, de ese recurso para realizar una crónica o un reportaje o empezarlo. 

No soy periodista, ni soy taxista, ni soy panadero, pero si construyo columnas periodísticas para intentar entender y comprender y asimilar algo del mundo. Porque al final, que somos los escritores-escribientes-polígrafos, aunque no nos otorguen maravedíes, sino rodeadores con palabras de círculos de mundos reales o posibles o imaginarios. Nos movemos en el mundo de las ideas-conceptos-categorías que intentan representar realidades-cosas-estados del mundo, Wittgenstein. 

Dice Alcántaraque un articulista, debe, parafraseándolo, sobretodo no “aburrir al lector”, yo, pienso, que debe “no hacer perder el tiempo a un posible lector”. Por tanto, sé que si tengo salud en todos los sentidos, y, al estar ya, en mi tercera edad, si tengo buenas condiciones, y el Buen Dios quiere, y las apropiadas circunstancias, solo podré rellenar unos cientos más de columnas-artículos-mensajes al presente y al futuro. 

Por tanto cada artículo, es, no diríamos el último, pero puede ser de los últimos, porque no sé, cómo se mide y tasa mi tiempo en este mundo. Por consecuencia, no puedo perder el tiempo. La columna más modesta, puede y debe ser, debe tener suficiente calidad y conocimiento y percepción, que pueda, potencialmente, servir a los otros. Puede que su relectura no llegue a diez personas. Pero no puedo hacer perder el tiempo a esos diez kilos de cerebro y de almas… 

Salimos al horizonte y arco iris y paisaje de la existencia normal, y, nos encontramos con decenas de personas, que conocemos de vista o no, cada una con su oficio o profesión o vocación, si coinciden los tres niveles, a esa persona, le ha tocado una gran lotería, que quizás, no valora lo suficiente. Pero, por lo general, el trabajo y la profesión y el ganarse las lentejas-habichuelas-garbanzos y las vocaciones, no armonizan-coinciden-besan lo suficiente. Con lo cual, el trabajo, puede convertirse en un dolor. Que hay que superar-valorar-ponderar, si es digno y legal y moral, ser consciente que estamos colaborando con el bien de la humanidad, con el bien propio y de nuestras familias, que el clavo que nosotros atravesamos en una madera, si somos ebanistas, es una forma de un árbol que perfecciona un poco el existir. Y, otro perfeccionará el suyo… 

Toda persona se dedica decenas de años,  por lo general, realizando una labor profesional, produciendo algo, por lo general, cada persona va cambiando de oficio o profesión o vocación o responsabilidad varias veces, a lo largo de la existencia, más el periodo de estudios, más cortos o más largos, más el periodo de desempleo, uno o varios, más largos o más cortos… 

Pero tenemos una asignatura pendiente, no nos sentirnos orgullosos de nuestro trabajo, sea más modesto o menos, con más luz en los focos de la sociedad o menos, más admitido socialmente o menos. Siempre que un trabajo sea legal y sea moral, es un elemento necesario en todo el mecanismo social del mundo, es un pequeño tornillo que hace que el mundo siga dando vueltas, que el mundo tenga una sonrisa más, aunque sea pequeña y débil y titubeante… 

Os dais/nos damos cuenta de la importancia que tienen los cientos de trabajos, remunerados o no, porque las labores familiares, es una forma de que el mundo sea mucho mejor. Nos damos cuenta, de que ese trabajo equis, que puede ser o estar mejor valorado o menos, es absolutamente necesario para que una parte del mundo funcione mejor, que a su vez, esa parte del cosmos hace que siga dando vueltas otras realidades, y así, el conjunto de todo y del todo… 

Es un error, que no valoremos nuestro propio trabajo, si es un trabajo legal y jurídicamente dentro de la ley, si es ético y moral, si es necesario para la sociedad, si es espiritualmente agradable al Buen Dios. Cierto es que toda persona tiene derecho según los cauces del sistema jurídico a aspirar a mejores trabajos y profesiones en relación a su vocación, a mejores dividendos en plata y satisfacción. No podemos negar ese derecho a los seres humanos, porque podrá contribuir, posiblemente, mejor al bien social, al interés general, al bien general, al bien común. 

Con nuestro trabajo, cada persona, contribuye a que el bien moral, bienes materiales o de servicios, la verdad de la realidad se perfeccione, progrese, aumente. Cada mañana, en el mundo, miles de millones de humanos se levantan y se ponen a funcionar, y, con esa labor, hacen llover miles de millones de gotas de bienes y bienestar al mundo. Siempre que un trabajo cumpla, las tres grandes necesidades, sea legal, sea moral, sea correcto espiritualmente. Siempre que todo trabajo tenga seguridad, sea digno para cada persona y la dignidad general, esté bajo los derechos humanos… 

Mañana, cuando sus ojos se despierten de la manta cerrados de la noche, y, se esté lavando la cara-cabeza-dientes, piense-sienta-perciba, que está usted colaborando con el bien propio, de su familia, de la sociedad, de su Estado y de la humanidad. Siéntase contento de si mismo. Y, si no cumple su trabajo algunas de las condiciones que hemos indicado, intente prepararse hacia una profesión que sea más moral y legal y correcta espiritualmente… con su trabajo, aumenta la verdad y la bondad y el bien y la belleza del mundo, la racionalidad y la prudencia. Siéntase usted orgulloso de usted mismo, que no le roben ese sentirse orgulloso del pan que hace, del café que dispensa, del diagnóstico médico que ofrece, de la ley jurídica que aprueba… 

¡Y, dicen que los artículos periodísticos no tienen que ser sermones, pero díganme, que concepto que se exprese o percepción o idea, no tiene algo de pedagógico, por tanto, de homilético, aunque el autor no lo quiera…! ¡Por tanto, no mire desde hoy, a nadie, de ningún oficio o profesión como inferior a usted, ni superior a usted, el Ministro cumple su trabajo, y, usted, que hace el pan para los hijos del ministro, el suyo, y, en el fondo ambos son esenciales…! ¡Paz y bien…! 

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