Los idilios del Partido Popular

Eduardo Muñoz Martínez.- Hace apenas unos días conocíamos la noticiade que el candidato a la Alcaldía de Ciudad Real para las próximas elecciones municipales, por el Partido Popular, será, de nuevo, Francisco Cañizares Jiménez. Cómo lo cortés no quita lo valiente, que asevera el conocido refrán, habrá que darle la enhorabuena, por educación, pero también es ahora el momento, desde mi particular punto de vista, de buscar en los archivos y refrescar la memoria a los posibles electores, a los vecinos de nuestra ciudad.   

Fruto de esa búsqueda, y de cara a los comicios de 2019, encontramos las siguientes palabras, que entresaco de la presentación, para una entrevista radiofónica, «Cañizares tiene ante sí el reto de que el PP vuelva a gobernar después de que en 2015 se rompieran veinte años de idilio del Partido Popular por la capital de la provincia». Define la Real Academia Española de la Lengua la palabra idilio, -entre otras acepciones-, cómo «situación de un mundo ideal en el que todo se desarrolla conforme al bien y la belleza».   

Y aquí es, señor Cañizares, donde comenzamos a no estar de acuerdo, porque o su idilio fue muy efímero, pasajero, demagógico, falso, inexistente…, o usted, don Francisco, y sus compañeros y compañeras, no conocían el significado de idilio, -por eso se lo he explicado yo hoy, porque imaginaba su falta de conocimiento al respecto-, o lo que sería peor, no quieren conocerlo, conclusión a la que llego revisando el palmarés «popular», durante el tiempo en el que ustedes estuvieron gobernando nuestro consistorio, que, -reclamo la atención de os lectores-, no tiene desperdicio.

Frutos de su nefasta gestión municipal, son las obras, inacabadas, del teatro auditorio, en la Avenida de las Tablas de Daimiel, y que teóricamente «estaba llamada a ser la infraestructura de relevancia en la cultura de la ciudad»; o el parking del Torreón del Alcázar, que igualmente se quedó por el camino; o el cierre y abandono de la Casa de Cultura «Isabel Pérez Valera», en la Calle Prado; o el intento de derrumbe de la conocida como «Casa de la Cruz Roja», en donde les salió al paso, -porque todo hay que decirlo-, la formación política, hoy en el recuerdo, Unidad Castellana; o el cierre, por entonces sin expectativas de futuro, de los hospitales del Carmen y de Nuestra Señora de Alarcos; o de la segregación peatonal de Ciudad Real y Miguelturra, que en unos meses será de nuevo posible gracias a la construcción de una pasarela…, entre otras luctuosas hazañas, y todo esto ocurrió siendo alcalde, y alcaldesa, de nuestra ciudad, respectivamente, personajillos de la talla de Francisco Gil-Ortega Rincón, o Rosa Romero Sánchez, ambos, bien lo saben los ciudadrealeños, del Partido Popular. Permítame, señor Cañizares, que me sorprenda ahora cuando critican a otros, -especialmente a PSOE y Ciudadanos-, cuando son ellos los que tienen respuestas, -de acuerdo con la prioridad y posibilidades-, a cuestiones que ustedes no supieron gestionar. Y es que, cosa típica en sus huestes, consejos vendo que para mí no quiero.

Aunque en nada favoreció al futuro y al progreso de nuestra capital la ínfima, la desastrosa labor de tales individuos e individuas, casi hubiese sido de agradecer que todo hubiese sido eso, -sin ser poco, desde luego-, pero, lamentablemente, no podemos olvidar el capítulo de deudas, que salvo error u omisión, ascendían a 40.325.292 euros, sin reflejar los gastos que no se encontraban cuantificados cuando se publicaron los datos de que dispone el firmante, y que, lógicamente, hubieron de ser añadidos posteriormente, incrementando el montante.

Recurriendo a la sabiduría popular, -de pueblo, ¡no se vayan a confundir!-, que estudió en la Universidad de la Vida, y a la que ya he recordado en varias ocasiones, me vienen ahora a la memoria frases tantas veces dichas por ella, cómo que «de tal palo, tal astilla», o que «las crías del erizo con las púas nacen». O lo que es lo mismo, algunos y algunas de los hombres y mujeres que puedan ir con el señor Cañizares en su candidatura quizá no sean los mismos, o las mismas, que lo han hecho en otras ocasiones, pero…, «por sus obras los conoceréis», y, desgraciadamente, o afortunadamente, -que nunca se sabe-, ya los conocemos.

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