Adiós, amigo

Sí. Adiós, amigo. Y no lo eras. No eras amigo. No lo eras como manda el imperativo afectuoso de la amistad, la amistad de verse con frecuencia, de contarse confidencias, de darse ánimos en los momentos difíciles y de alegrarse de lo bueno que nos pasara. Y sin embargo, la noticia de tu muerte me ha sacudido como si lo fueras. Me vino por las redes, por el muro de Javier Flores. Esta mañana. Directo, como un obús. Vi tu foto grande, y sentí una rabia incontenible que se acrecentó cuando me contaron con qué fulminación te agarró la enfermedad que te llevó.

Esto no es un obituario, ni unas líneas de cumplido. Lo juro. Es una terapia para entenderlo. Necesito hacerlo para liberarme de la rabia y el colapso que te deja una muerte  que no fue anunciada. Ni siquiera te consuela asumir la caducidad de lo que somos, que el mismo final nos hermana en esta vida… Pero esa fulminación acelerada con que te has ido me ha descuajado el ánimo. ¿Cómo se puede superar la arbitrariedad  de la muerte cuando parece lejana de todo contexto, que no sea una guerra, un accidente, un hecho luctuoso, una enfermedad larga …? Luego llamé a Santos, más amigo y compañero tuyo que yo y me contó algunos detalles. Lo que sentí al recibir la noticia se acrecentó y se me escapó en silencio el desagarro de un porqué sin respuesta. El día ya no fue el mismo.

No éramos amigos al uso, Juan Ramón, pero vibrábamos en buena sintonía cada vez que te veía por el Paseo de San Gregorio, en la calle Aduana, o en cualquier otro lugar, cámara en ristre o acompañando al cámara, camino de algún evento noticioso. Algunas veces os vi a los dos a Graci, tu mujer, y a ti, y nos parábamos para comentar asuntos de la actualidad u otros que nos tocaban más de cerca. Se os veía felices. Y era suficiente.

 ¿A quién reclamarle la insoportable injusticia de tu muerte? ¿A quien pedirle cuentas? Eras joven, gente buena, ajeno a toda discordia, prudente… Al menos así te veía yo en los encuentros casuales, tan fugaces como suficientes para corroborar el material noble del que estabas hecho. No, esto no es un obituario, es una terapia, necesito aliviar el latigazo y ponerme al lado de Graci, como todos los que te hemos conocido si quiera para llenar un átomo del vacío que le dejas a tu familia

Siento más rabia que pena. Tanta podredumbre como hay por el mundo, tanto humano vil, y  tiene que venir la naturaleza loca a trastocarte. De un solo tajo.  No hay nada que no esté dicho ya. Sé que tus colegas de profesión andan atónitos por la celeridad con que te ha avasallado la enfermedad y que dejas una oquedad que andando el tiempo se irá llenando, poco a poco, hasta que quede únicamente el buen recuerdo del compañero que fuiste.

No fuimos amigos pero hemos sido amigos. Y compadres de los medios, tú en el tuyo, Graci en el suyo, yo en el mío, pero siempre colegas diáfanos, sin costura. Tal vez hubiera sido mejor un lamento de buena educación, una resignación cristiana por el polvo que seremos, pero fue ver tu foto junto al texto de Javier Flores y noté como un temblor de tierra bajo mis pies. Esto no es un obituario, es una terapia para seguir respirando y hacer posible el tránsito de los días venideros con un poco de tristeza. Hasta que los años amansen el dolor y andando el tiempo asignado a cada cual volvamos a vernos, seguro que en un lugar mejor que éste.

Hasta luego, amigo.   

Relacionados

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img