Principios necesarios para un buen gobierno de España

Parece oportuno indicar que, en las mentes de todos los políticos que desean gobernar España,  tendrían que tener asumido algunos principios básicos que sustentan el estado del bienestar y, aunque perteneciendo a una u otra ideología, éstos deberían  ser inmutables y figurar en todos los programas de los partidos.

En primer lugar, sin lugar a  duda, estaría el respeto a las Constitución Española aprobada en Referéndum por todos los españoles, hayan nacido  cuando hayan nacido, porque no me vale el que se diga que muchos españoles nacieron después de ser aprobada y por lo tanto no tuvieron la oportunidad de votarla o refrendarla. La Constitución Española ha dado y sigue dando estabilidad a nuestra nación y hasta que no se modifique por un amplio consenso nadie tiene el derecho a vulnerarla o quererla vulnerar no de pensamiento sino por los  hechos como está ocurriendo todos los días, en la mal llamada nación catalana, con gran pasividad  por parte de los poderes públicos y solamente con el objetivo de seguir en el poder. Los símbolos constitucionales son representativos de nuestra Nación y nadie tiene el derecho de zarandearlos, silbarlos o quemarlos ni en privado y mucho menos en público. Además tienen que ondear en todas las instituciones del estado  tanto municipales, autonómicas o del estado nacional. Aquellos partidos en los que el ideario político fundamental tiene por objeto la independencia de una parte de España deben ser ilegalizados por el gobierno de turno porque atentan contra la Constitución Española. Parece evidente que si se constituye un partido que lleva como ideario político establecer una dictadura, ya militar o de izquierdas, automáticamente debería ser ilegalizado como ocurre en muchos países del este europeo con el partido comunista.

Cualquier partido que aspire a crear empleo, riqueza,  y por ende bienestar para todos debe obligatoriamente Bajar los impuestos a los ciudadanos. Sin lugar a dudas, las políticas basadas en altos impuestos generan pobreza y desequilibrios sociales. El dinero donde mejor está es en los bolsillos de los ciudadanos y ellos sabrán qué hacer con él. Las administraciones  no crean riqueza, ni puestos de trabajo, solamente deben servir para proporcionar servicios eficientes al ciudadano. Las grandes administraciones públicas siempre han generado pobreza y un mal  bienestar  para los ciudadanos. Una sociedad rica genera riqueza y bienestar. Cuanto mayor es un estado, es decir la cosa pública, más pobre es el ciudadano. Por un puesto de trabajo creado por la administración se elimina  la posibilidad de crear cinco a la sociedad civil. Las administraciones que se empeñan en convertirse en empresarias son las que generan más paro, más pobreza y más esclavitud. El estado debe velar y crear las condiciones idóneas para que el empresario y el trabajador  se entiendan y creen riqueza. El intervencionismo estatal siempre ha dado malos resultados para el estado del bienestar. No me vale, ni mucho menos, que los ricos paguen este despropósito, como dicen algunos porque no lo van hacer en este mundo globalizado. Las fortunas son libres para ir a donde más facilidad se les dé a sus inversiones. El ejemplo lo tienen ustedes en los países donde el gobierno lo es todo como en Cuba, Venezuela, Corea etc.

En estos momentos para poder salir de la crisis y no volver a ella es preciso  disminuir el gasto público, no podemos seguir gastando más que riqueza generamos.  La deuda española supera en mucho, por primera vez en la historia de la democracia, el producto interior bruto (PIB). Todos los meses el gobierno tiene que salir a los mercados a pedir prestado más de cinco mil millones de euros para poder seguir viviendo, que obligatoriamente tenemos que pagar con sus correspondientes intereses. ¿Qué pasaría a una familia que  gastara más que gana o dinero entra en esa casa? Evidentemente, tendría dos caminos o gastar menos o hipotecarse hasta que el banco le quitara todos sus bienes. Esto es lo que  ocurrirá a España o reduce los gastos públicos o nos veremos obligados a pagar la deuda durante más  de cien años. El gigantesco estado que se ha creado es casi imposible que España pueda seguir pagándolo. Es preciso reducir este monstruoso estado municipal, autonómico y estatal, de lo contrario la creación de riqueza será una falacia  y un engaño de aquellos  que quieran gobernar España. Este país no se puede permitir, por más tiempo, tener más políticos que ningún otro estado de la Unión. Debemos ir eliminando altos cargos, asesores, sueldos a expresidentes que cobran de compañías o que se dedican a ir de la Ceca a la Meca cobrando altos sueldos; debemos plantearnos seriamente qué hacemos con el Senado o con las dobles  competencias territoriales  del  estado; qué hacemos con la educación, la sanidad, las relaciones internacionales, la justicia y las fuerzas del orden que obligatoriamente deben ser devueltas al Estado Central. La burocracia se ha instalado en todas las instituciones del estado y hoy más que nunca tienen una plena vigencia las palabras del diputado romántico por Ávila Mariano José de Larra  vuelva usted mañana porque hoy seguiremos aumentando la deuda y por lo tanto la dependencia y si quiere pida cita previa.

La inmensa mayoría de los españoles estaríamos de acuerdo con cualquier partido que asumiera en su ADN  estos tres principios básicos para generar estabilidad, crear riqueza, disminuir el paro y potenciar el bienestar social de todos. No sólo creando riqueza se proporciona bienestar pero sin crearla es seguro que el estado del bienestar no tiene recorrido. Parece, pues evidente, que todos los esfuerzos deberían ir en esa dirección y que los partidos políticos, en los que se ha depositado el gobierno de las instituciones  deberían crear el ambiente idóneo para que el empresariado realice el cometido que se le ha encomendado que no es otro que crear riqueza y empleo eso sí bajo el paraguas  del estado que debe  velar siempre por mantener el correspondiente binomio trabajo – capital. En esta situación deberían perfectamente convivir lo público y lo privado sin que ninguna ideología partidista se adueñe de ninguna de las dos opciones sociales.

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