Olivenza y el milagro del arroz

Jesús Millán Muñoz.- En Olivenza, Badajoz, en 1949, se produjo la multiplicación del arroz, durante varias horas, llenándose espontáneamente una olla, muchas veces, por intercesión del beato Juan Macías. 

Aprobado dicho signo/milagro/portento por la Autoridad de la Iglesia Católica, y, servir dicho milagro, como prueba para la canonización del beato Juan Macías (Ribera del Fresno, 1585. Lima 1645) es una de las realidades del mundo de hoy, más enigmática, misteriosas, portentosas, y, que nos enfrentan directamente a la realidad del misterio y del Misterio de Dios en relación con los seres humanos… (Como curiosidad, en Lima de aquella época, coincidieron, algunos años, cinco o seis personas que después fueron beatificadas o canonizadas, Martín de Porres, Rosa de Lima, Juan Macías…). 

Podemos entender que una persona, personas, colectivos, grupos, ideologías planteen ante el problema del Otro, como diría Otto, o ante la cuestión del Misterio como dirían algunos teólogos y filósofos del siglo veinte, o ante el concepto de Trascendencia o Dios o Jesús de Nazaret o semejantes, algunas personas tengan dudas, o, incluso, se sitúen en posiciones de ateísmo… Pero, no se puede aceptar que esas personas, respetables y honorables, nadie los niega, no estudien dicho fenómeno con la complejidad de la realidad. Por ejemplo, estudiar el tema de los milagros, si es posible, los producidos en el siglo veinte, docenas y decenas, aprobados por la Autoridad de la Iglesia Católica, pasando por los trámites, enormemente estrictos y, realizándose cuestionarios e interrogatorios a testigos, teniéndose en cuenta, el parecer científico en la materia que sea, también, del aprobado de los teólogos especialistas, además, de la firma y aprobación del Sumo Pontífice que aprueba dicho signo como milagro… 

Pueden encontrar la narración de dicho milagro de la multiplicación del arroz de Olivenza, en Internet, con distintos testigos, que todavía vivían o existían, con distintos planteamientos, y distintas ópticas y horizontes. Pero es obvio y evidente, que tuvo suficiente dilatación en el tiempo, suficientes personas que lo vieron, duró durante varias horas, que continuamente de la olla se obtenía arroz que se dispensó/donó/degustó por una casa de niñas de acogida, por los pobres o familias con menos medios del lugar, estamos en la postguerra española, y, por otras familias del pueblo, y se llenaron diversos utensilios con el arroz que surgía espontáneamente, y se vaciaba dicha olla, y, volvía a surgir y resurgir y manar y remanar… ¡Siempre a la vista libre, de múltiples personas, además del presbítero de la parroquia…! 

En el cristianismo, religión enormemente profética y carismática y misteriosa, en sentido que amplia la mirada del ser humano, hasta horizontes que superan a la humanidad. En el cristianismo desde el creador/inventor/revelador, Jesús de Nazaret, para el cristianismo, Hijo de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Para el cristianismo, es desde su creador, en los Evangelios como libros históricos, con todos los matices que ustedes quieran, se narran decenas de signos prodigiosos y portentosos y milagros. Y, toda la historia del cristianismo, desde el principio, siglos tras siglo, década tras década, el signo o la realidad del milagro, una realidad que supera a las fuerzas de la naturaleza y de la Naturaleza, y, que es aprobado por la legalidad vigente o los sistemas vigentes de cada época del cristianismo. Ha sido una realidad constante, nos guste o disguste, esté de acuerdo con nuestras ideas o no… 

Hume, si mi memoria no me falla, pone una serie de pegas y dudas, sobre los milagros del Nuevo Testamento. Y, demasiados filósofos y pensadores y fenomenólogos de la religión o de las religiones, se han aprovechado de esas razones y argumentos, y las han venido repitiendo desde entonces, cambiando algunos matices. Pero esos mismos prohombres y promujeres de la cultura, no tienen el atrevimiento, a dedicar, varios meses y años, al estudio serio y profundo de los milagros aprobados oficialmente, por la Iglesia Católica, del siglo veinte, que existen suficientes testigos, testimonios, documentos, análisis, etc. Por ejemplo, los sesenta y pico oficiales de Lourdes, sin olvidar, que para aprobar si una persona es beata o es santa, antes se necesitaban dos milagros, ahora uno para cada caso. Y, desde luego, este que estamos comentando sucintamente, el de Olivenza… 

El cristianismo, de las actuales cuatro mil religiones que existen en el mundo, algunos indican más. De las miles de religiones que han existido y ahora no existen. El cristianismo, nos guste o disguste, es un sistema teórico y práctico, que supera a los seres humanos. E, incluso ahora, que el cristianismo está en crisis en Europa, no cabe duda, que esta realidad supera a la humanidad, en muchos sentidos. El cristianismo es un enorme enigma y misterio. Y, que si una persona desea ser honesta consigo mismo, tiene que estudiarla, durante varios años, distintos aspectos, para así, al menos, tomar una postura racional y razonable sobre este conjunto que es esta interrelación o revelación concreta de Dios al ser humano, y a la humanidad. Me temo, sin ánimo de ofender a nadie, que hay personas que no solo no creen, sino que no quieren creer en el Nazareno o en la existencia de Dios. ¡Este es el fondo de muchos casos…! 

A la Iglesia Católica, yo invitaría y sugeriría y pediría, que las actas de los milagros, las actas de la aprobación de personas como beatas y santas. Toda esa información, que suelen ser de varios cientos de páginas, se escaneen, y las expongan para la consulta pública, en los órganos de comunicación del Vaticano. De tal modo, para que sea fácil, por ejemplo, consultar las actas de los testigos, pruebas, fotografías, aprobación de este milagro del arroz de Olivenza, y de todos los que han sucedido a lo largo, de al menos, el siglo veinte y veintiuno, que se hayan ido aprobando. Pienso que esta medida sería de una enorme necesidad informativa y comunicativa. Pienso que al Nazareno, que es el Sujeto Primero y Principal y Único, al Dios Trino y Santo, que es el que hace el milagro, le agradaría… ¡Paz y bien y verdad…! 

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